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El primer día de Zaffeth en la nueva escuela no estaba siendo como él lo imaginaba; gracias a las series de televisión y a las películas anegadas en clichés, él se esperaba una bienvenida hostil, con los jugadores del equipo de fútbol molestándolo a cada paso que daba y las chicas populares haciendo comentarios venenosos a sus espaldas cuando él caminara a su lado. Se imaginaba que su primer amigo sería un nerd cualquiera que fuera la comidilla del resto de la escuela y que al final de ese primer capítulo se encontraría a quien por el resto de esa primera temporada sería su primer amor de preparatoria —esa persona que casualmente es la más bella de toda la escuela y, sin quererlo, lo haría suspirar cada vez que el aroma de su cabello lo alcanzara, o cuando sus ojos resplandecientes le mirasen por pura casualidad... y todas esas tonterías—.
Pero no, nada de eso estaba sucediendo; la realidad era, que cuando Zaffeth entró al edificio escolar, nadie se había percatado de su presencia. Caminó por un largo pasillo y nadie le volvía la mirada, no porque no le conocieran, sino porque parecía no estar allí.
Me parece que la gente de aquí no es como en Carolina del Sur..., pensó Zaffeth, una impresión así comenzaba a ser recurrente en su cabeza, ya que habían pasado dos gloriosos días después de la mudanza en los que él se hubo paseado por las calles de Little Stohl. Había cafeterías de diferentes cadenas comerciales a cada contra esquina y suficientes tiendas de ropa como para volverse loco. De cualquier modo, la ciudad no le parecía tan horrenda como él esperaba que lo fuera..., pero al estar esperando una mala versión de Manhattan, él se había encontrado con una versión todavía peor... pero de Ciudad Gótica; y la escuela no estaba siendo una excepción: los alumnos supuraban un aura lúgubre por sus poros, lo que para Zaffeth no era ideal, ya que si él se estaba esperando una bienvenida como lo hacen en la televisión, tal vez la obtendría de una manera mucho más siniestra e inesperada. De pronto, Zaffeth se encontró con una dificultad: estaba tan concentrado en la indiferencia de sus nuevos compañeros y de tantas cosas más, que no se había percatado de que había llegado a un punto de la escuela en el que, pensó, el arquitecto del edificio debería de avergonzarse y exiliarse a México, donde los edificios feos no eran vistos con malos ojos... Es decir: Zaffeth Frobisher se había perdido.
El chico de apenas diecisiete años se encontraba en un punto central del edificio, del cual se desprendían seis pasillos, y gracias a que su mala suerte era más de la necesaria, no sabía de cuál pasillo había salido él a esa plaza que, en lugar de tener un techo de concreto a siete pisos de altura, tenía un tragaluz que, de seguro, a mediodía apuntaba directamente al sol. Apenas eran las siete y cuarto de la mañana, todavía tenía tiempo de experimentar aquellos seis pasillos para ver cuál sería el que lo llevara a la oficina del director Lewis; se acercaba a otros alumnos para pedir referencias pero, como ya había sucedido, el chico estaba siendo tan ignorado que comenzaba a dudar de su propia existencia, no tenía por qué dejarse llevar por el pánico, debía de tenerlo todo bajo control para evitar las burlas de los demás; sin embargo, cargar con un morral que acompañaba las vueltas un poco apresuradas para intuir qué pasillo contendría qué, según él, llamaba la atención. Hasta que...
—Así son todos en esta escuela —mencionó una voz masculina a las espaldas de Zaffeth. El chico se volvió adonde provenía esta voz que había hecho el comentario jocoso y descubrió que allí había un chico de tez blanca, ojos verdes un tanto irrelevantes, cabello castaño y casi rapado. Aquél chico era de la estatura de Zaffeth (que apenas si iba un par de centímetros arriba del promedio). Era apuesto... y sonreía abiertamente.
—¿Todos...? Tú pudiste verme —dijo Zaffeth, que tenía sus manos aferradas a las correas de su morral que colgaba de sus hombros. Para él, aquella reacción no debía de sorprender a nadie, ya que si nadie podía (o quería) verlo, aquél que sí pudiera (o quisiera) debía de estar tramando algo que no había de ser obligatoriamente bueno.

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El Cosmos de Zaffeth Frobisher
Novela JuvenilDos chicos unidos. Un amor intenso cual color del cosmos. Dos pasados que nunca debieron cruzarse... ¿Qué puede salir mal...? PROYECTO EN CONTINUACIÓN. (Todavía no termina, pues) Pueden encontrarme en: Twitter: twitter.com/Calvin_Magno Facebook: fac...