13. El robo

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En aquella nublada tarde de viernes, se notaba a simple vista en los rostros de los estudiantes de Hogwarts el entusiasmo por la llegada del fin de semana. Aún con la ausencia de una brillante luz del sol, no era extraño encontrarse con murmullos y sonrisas radiantes por doquier, producto de la ansiedad por el fin de la jornada.

Un suave viento atravesaba el vestíbulo, haciendo ondear las túnicas de los que pasaban por allí y alborotando aún más mis rizos, que se negaban a aplacarse. Hannah intentaba recoger su cabello en una coleta, luchando contra la corriente de aire. Finalmente había accedido a encontrarse conmigo allí, luego de un par de intentos fallidos. Al fin y al cabo, la curiosidad salió victoriosa.

Marcus, un chico delgaducho, de cabello castaño y de pómulos prominentes, con el que yo solía frecuentar en la Sala Común (junto con su amigo Ethan), llegó corriendo ante nosotros.

—Le he convencido —dijo jadeante, pero con una enorme sonrisa en su rostro.

—¿A quién? —preguntó Hannah.

—¡A Peeves!

La rubia dirigió su mirada hacia mí.

—No me digas que has metido al poltergeist en esto...

—A mi no me culpes. Fue su idea —señalé a Marcus.

Como si le hubiesen invocado, Peeves hizo acto de presencia apenas unos segundos después. Se deslizaba en el aire, proveniente de los pisos superiores, con los brazos en jarra, las piernas cruzadas y una expresión de júbilo.

—¡Pero si es la Hannah Aborto y el muerto viviente! ¡No me dijiste que eran amigos tuyos! —chilló.

—¡Sí, lo son! —exclamó Marcus, aún cuando era la primera vez que cruzaba palabras con la tejona—. Ya sabes lo que tienes que hacer, Peevsy...

—¡Pero si es un honor! —Peeves flotaba sobre nosotros, dando vueltas mientras hacía pedorretas con la boca, o al menos esperaba que fuera con esa parte del cuerpo.

El chico sacó del bolsillo una varita, y se la ofreció.

—¡Marcus! —gritó Hannah.

—Descuida —le dije—. No es real. Es de Sortilegios Weasley. Es un fanático de esas cosas.

—Aficionado —corrigió él, y sonrió cuando el poltergeist tomó la varita y comenzó a agitarla, apuntando a todos lados.

Una serie de fuegos artificiales comenzó a salir de la punta de ésta, alternando entre chorros de una sustancia verde viscosa y unas extrañas bolas de colores que rebotaban contra las paredes y se pegaban en los cuerpos de los estudiantes que andaban por allí, y que corrían espantados hacia los terrenos, o subían desesperados por las escaleras de mármol.

—¡Vamos! —le dije a Hannah, halando de su túnica.

—¡Adiós, Aborto! ¡Adiós, traidor! —gritó Peeves cuando avanzamos hacia la puerta que llevaba a las mazmorras.

—¡Cállate, intento de fantasma! —respondió ella.

—¡NO ME LLAMES FANTASMA! ¡RUBIA HIJA DE...!

Pero los bramidos cesaron cuando bajamos por aquellas estrechas escaleras. Marcus, Hannah y yo pronto tomamos el pasillo que llevaba al aula de Pociones.

Más allá [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora