9|Ojos Dorados

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Me sentía caer. Aquellas llamas que me envolvían no me quemaban, se sentían bien. Derrepente se iban y eran reemplazadas por hielo. El frío recorria mi cuerpo, me sentía cambiar. Sin dudas me hallaba pérdida. Fuego, calor, y luego, hielo, frio. Dos sensaciones tan placenteras, no me incomodaban.

Caí en cuenta que el frío y el calor, salía de mi interior.

No me hallaba inconsciente, aún lograba oír personas llamándome por mi nombre.

-Serena- fue casi un susurro. Destellos de luz golpeaban mis ojos, en mi intento de abrirlos. Estaba agotada. Movimientos bruscos me hacían saltar. Era llevada en brazos, aquel que me cargaba corría y maldecía al mismo tiempo.
Derrepente nos detuvimos y fui depositada en una superficie dura y áspera. Intente abrir mis ojos y acostumbrarme a la luz. Una mujer se hallaba a mi lado. Me resultaba familiar.

-Aramis- dijo. Palidecí. Hacía tiempo que no oía el nombre de mi madre. Intenté buscarla, pero lo único que encontré fue un par de tristes ojos observándome -Aramis- repitió aquella anciana. Y lo entendí.

- Yo no soy ella - dije en un susurro imperceptible. Apenas lograba pronunciar palabra. Tenía calor, mucho calor.

Entonces la mujer se acercó a mi cabeza y dijo -Pronto lo serás- a continuación levantó su mano izquierda e intento posarla en mi pecho, pero fue detenida.

-Kira, espera- dijo Alex. Recuerdo quien era esa mujer -no lleva el frasco, podrías matarla- sus ojos se tornaron oscuros y no apartaba la mirada de ella.

¡Mi frasco! Intenté buscar mi bolsillo, pero mis manos se hallaban sujetas. Plata? No me hacía nada. Ellos aún discutían sobre que hacer con migo. No me importaba, sólo quería el frasco de mi madre.

Comencé a apretar mis muñecas. Me hallaba fatigada, pero aún podría con aquellas esposas. Levante mis manos, puse toda la fuerza que quedaba en mi cuerpo, y solté un grito que sonó a llanto en mi mente. Me sentía rota.
Inmediatamente Alex saltó encima mío y sujetó mis muñecas. Me lastimaba. Su cara quedó a centímetros de la mía, sus mirada observaba la mía. Estaba consternado. -¿Como?-

-¡Apartate!- grito Kira - Es ahora o nunca-

Y entonces lo sentí.

Su mano se posicionó en mi pecho y todo se derrumbó. Comencé a sentirlo fuertemente. Quemaba. Mis ojos comenzaban a arder y a llorar. Lo único que lograba ver era a Alex.

-Kira, sus ojos, son dorados - dijo - no puede ser-

- No creía que fuera a funcionar - susurró la anciana.

Derrepente la llama se apagó. Mis ojos ya no lloraban y tampoco ardían. Me volvía a sentir lo que yo considero natural. Fría.

- ¿Que me han hecho? - dije mirándolos a ambos.

-¿Has visto eso?- dijo Alex.

-Si, lo he visto todo- contestó - Debemos devolverle el frasco, sino no lo soportará- Si, lo quería devuelta.

- ¡Estas loca! No se lo daremos, no después de lo que hemos visto- sentenció.

- Tú harás lo que yo te diga. Recuerda quien soy Ilai.- dijo fuertemente.- No dirás nada de lo que has visto, al menos no hasta que yo lo diga. Es nuestro deber protegerla, como lo es el de ella protegernos a nosotros.- no entendía nada.

- No me puedes pedir eso - dijo enojado. Kira bajó la mirada hacia mí.

-No podrá sola- susurró. Alex me miró. Estaba enojado y lo hacia con repudio.

- Bien, no diré nada. Pero no te ayudaré, no es una de los nuestros. No se que sea, no la protegeré. - dicho eso se fué dando un portazo.

Kira se acercó a mí y tomó mi mano. Me daba calor.

-Bienvenida- susurró y depositó el frasco de mi madre.

Cerre mís ojos y dejé que haga su trabajo.

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Híbrida: ReclamadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora