Te escondías entre árboles muertos.
Yo te perdía todo el tiempo.
Tan lejos,
pero nunca te encontraste.
El café manchaba páginas que nunca leíste en realidad,
Y había otras en blanco que nunca pretendiste escribir.
Pero ambos lo sabíamos,
Saberlo todo no es necesariamente estar completo.
Y yo lo sabía.
Tú lo sabías.
En mis páginas no había café,
siempre tuve más cuidado;
pero en las tuyas hubo pocas lágrimas,
siempre fuiste más reservado.
No sabíamos las mismas cosas.
Puede que mis cicatrices nacieran de las tuyas,
Pero no.
No sabíamos las mismas cosas.
Solo había una cosa que sí sabíamos.
No pertenecimos nunca a la misma historia.