La soledad gritaba aterrada,
no quería ser exterminada,
pero qué haces cuando en el cielo se ha dictado una sentencia,
al ir de la libertad a las rejas;
esa soledad agónica no podía fingir más ser tierna.
Creía ser una amiga,
que te decía que estuvieras tranquila
pero estaba en el lado equivocado de la prisión,
con los barrotes de aliados y una llave en los bolsillos.
¿Quién, entonces, se encontraba bajo opresión?
¿Era ella o eras tú, que en realidad no lo veías?
Ella no era tu amiga, solo lo pretendían.