Se necesitan dos manos para soltarlo todo

47 7 4
                                    

Y no sé

cómo llegamos aquí de nuevo,

pero cada vez

que te encuentro

no me importa perder todo lo demás.


Porque las palabras suelen rehuir

los suspiros que me causas;

se van

como si mi aliento

los echara,

cuando él también se va.


Es imposible encontrarte

junto a las palabras justas.

Jamás coinciden,

nunca se encuentran

al mismo tiempo.

Corren, pero nunca

para hallarse:

alguna,

tu presencia

o las palabras,

huyen de la otra,

como si mirarse a los ojos

fuera muy

complicado.


Las palabras se sonrojan

al visitarme contigo aquí,

se dan la vuelta,

pero tú irrumpes

y no puedo

aferrarme a ellas

cuando, nerviosas,

se quieren marchar

y a ti te quiero abrazar.


Después de tanto intentarlo,

me resigné al hecho de que

tener dos manos no significa poder

servir con cada una

a dos señores distintos.

Con una mano puedo

tomar las palabras y

darles la forma que quiero,

pero necesito ambas

para abrazarte a ti

y en silencio

dejar que seas tú quien se encargue.


Supongo que está bien.

No importa

si tengo que soltarme

del mundo.

¿Para qué necesito palabras

si tú ya lo has dicho todo?

Entre las veinte y ochoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora