Día 1

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Estaba sentado en la clase aún desierta, liderando desde la tarima el que iba a ser su pequeño imperio durante el próximo curso. La clase era amplia y constaba de unos grandes ventanales que dejaban pasar más luz de la que le gustaría a esas horas de la mañana, las mesas viejas de madera con algunas pintadas le daban un toque personal, recordando que había habido allí más estudiantes, más vidas, más historias.
De repente, tomó conciencia de que se enfrentaba a un gran reto, cincuenta personas mirándole de frente, cara a cara, estudiantes que esperaban extraer de sus palabras, parte de su formación médica, pretendían aprender de él, piezas de su futuro. No es fácil para nadie jugar un papel tan importante por primera vez, pero mucho menos para él.
Iván Expósito era un hombre difícil, había sufrido mucho y no confiaba con facilidad en la gente. Había tenido una vida llena de sombras con apenas luces, caminos que se cerraban continuamente en curvas y con tanta soledad que se había encerrado en su propio mundo, un mundo en el que nadie conseguía penetrar, una carcasa que le aislaba del mundo pero también de cualquier emoción en general. Digamos que el nuevo profesor tenía una historia de esas que es mejor no contar. Sentado en aquella silla pensaba en lo poco que había tardado su vida en dar un giro radical. Uno de los muchos que habían acontecido su existencia. Sabía que todo eso habría sido demasiado duro para cualquiera, pero no para alguien que estaba tan acostumbrado al dolor, alguien para lo que eso solo era un sufrimiento más, uno de los que en todos esos años, habían hecho heridas dejando cicatrices que iban más allá de la piel. Dejó atrás esos pensamientos porque tenía que empezar a preparar esa clase que, después de todo, le ponía ciertamente nervioso.
Mientras estaba acabando de repasar por tercera vez el esquema que había planteado, la tranquilidad de la clase se quebró con la entrada de todos esos chicos, sus nuevos alumnos. Fueron tomando asiento de forma alborotada sin apenas darse cuenta de que Iván estaba junto a la ventana, observando, con ciertos rasgos de nostalgia. En ese momento se percató de que en cierta forma, no se diferenciaba tanto de aquellos chicos en el sentido de que, para ambos, era su primer día en aquella universidad.
Cuando dieron las nueve de la mañana, decidió que era el momento de mandar callar a sus alumnos que comentaban con entusiasmo unos con otros los planes de su primera macro fiesta como universitarios.

-Hola chicos, buenos días y bienvenidos a la facultad de medicina.-dijo con más seguridad de la que esperaba- mi nombre es Iván y soy vuestro profesor de anatomía. Mi intención este año es que acabéis con una formación básica para los cursos superiores, que conozcáis el cuerpo humano de una manera más profunda, útil, eficaz. Si estáis aquí espero que sea por vocación, por amor a la ciencia, a la medicina, pero sobre todo, para ayudar a la gente, para salvar vidas. La medicina en si no es una lucha contra el desarrollo de los planes de la naturaleza, no. No pretendemos desafiar al cuerpo humano, sino colaborar con él. Supongo que estaréis algo nerviosos por el cambio y por haber logrado un objetivo que no es nada fácil y que resulta inaccesible para muchos, haber entrado en la carrera de vuestras vidas. Habéis luchado por ello y estos años descubriréis que ha merecido la pena el esfuerzo, que no os habéis equivocado, que aprenderéis a ser dioses, a luchar por la vida, a triunfar. Enhorabuena y bienvenidos otra vez. - Algunos alumnos sonreían ante la presentación, mientras aplaudían "de buen rollo".

A continuación decidió presentarles la asignatura con algo más de dedicación, su planning para el curso y las prácticas que realizarían. Justo cuando iba a ponerse a ello, llamaron a la puerta.

- Adelante- dijo con cierta molestia por la interrupción.

La verdad es que él esperaba que fuese un profesor, el director o a lo sumo un inspector que mirara de mala gana la clase fingiendo hacer su trabajo, pero no fue así. La puerta se abrió tímidamente y apareció una joven alta, rubia, ojos azules de una profundidad asombrosa y una humilde sonrisa que pretendía disculparla por su tardanza.

SI TE DIGO QUE TE QUIERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora