Parte 4

18 2 3
                                    

Se despertó con el pulso muy acelerado sobresaltado en mitad de la noche. Un sudor frío recorría su cuerpo y su respiración jadeante le impedía calmarse. Encendió la luz y se dijo a sí mismo que solo era un sueño, una simple pesadilla. Pero era perfectamente consciente de que no era una pesadilla cualquiera, no, no lo era. Era ese recuerdo que se repetía en su mente una y otra vez, aquel recuerdo que tanto le atormentaba, que no podía olvidar, que le impedía volver a ser feliz, que le perseguiría hasta el final de su existencia...

Afganistán, año 2005.

El coronel les estaba dando instrucciones de cómo debían actuar, qué deberían hacer en caso de ataque, la posición en la que debían permanecer, técnicas para acabar con el enemigo conservando sus propias vidas. Como la mayoría de sus compañeros, entre los que estaba su hermano pequeño, se habían incorporado recientemente, y era su primera misión con el cargo de médico militar. Se sentía algo preocupado, no sabría si lo lograría, si estaría a la altura, porque no sólo tendría que luchar por mantenerse con vida, sino que tenía que mantener con vida a toda una unidad, tenía que asegurarse de que nadie se quedará atrás, de que todos llegaran sanos y salvos tras el ataque. Aunque intentaba ignorarlo, estaba bastante nervioso pero con el optimismo del principiante, con la falsa seguridad de que todo saldría bien.

Cuando sus superiores ya estaban terminando de explicarles los últimos procedimientos, un joven soldado entró en la base para comunicarles que habían visto soldados del bando contrario aproximándose a su campamento. Todo comenzó entonces. En un principio, el pánico no se apoderó de él y mantuvo la compostura. Le habían ordenado permanecer dentro del campamento con los heridos que fueran llegando y así lo hizo en primera instancia. Llegaron un par de soldados con balazos en las extremidades y todo parecía aparentemente normal, hasta el momento en el que, cuando estaba acabando de tratar al último de ellos, un terrible estruendo invadió la base. Era una explosión, estaba seguro, y pocos segundos después, se convirtió en una evidencia, estaban bombardeando la base. Antes de que le diera tiempo a reaccionar, otra explosión se expandió por la zona, pero no percibió solo el sonido, sino la vibración de la misma. Estaba más cerca y era grandísima.

De pronto, algo le atravesó fugazmente la mente, su hermano, estaba ahí fuera o quizás ya no. Su reacción inmediata fue correr en dirección al exterior para atender a los heridos y buscar a su hermano, pero no vio nada, tan solo una llamarada roja que expandía su sonido por tercera vez. Sus peores temores se habían hecho realidad y eran tan horribles como había podido imaginar. Apenas podía moverse, no estaba preparado para aquello. En ese momento de paralización, pudo sentir como se entremezclaba el triste calor del humo con el frío del mes de noviembre, como el olor ardiente le atravesaba y le iba consumiendo poco a poco. Pero sabía perfectamente que no podía detenerse ahora y con valentía se desplazó hacia la zona trasera del campamento. Entre cenizas y escombros observó la presencia de un gran número de heridos, el coronel, sus compañeros, amigos y varios soldados de la oposición. Poco podía hacer ya por todas esas personas cercanas que se alejaban poco a poco, poco podía hacer por esas víctimas de la violencia que yacían casi sin vida frente a él. Con el alma rota, bajo una tienda a sus pies, encontró con la vista a su hermano John. El tiempo se detuvo en ese preciso momento, un ambiente horrible y sombrío, inundado por las llamas, rodeaba su cuerpo, presente, quieto, inmóvil, incapaz de responder. Los restos de cenizas caían del cielo centelleando, demostrando el hecho que acababa de acontecer, formando una cúpula gris carbón, burlándose de la situación, burlándose de él. Los gritos y alaridos del temor de la guerra sonaban muy lejos, ajenos a su mente, a la percepción de sus sentidos. Entonces simplemente sintió que su cuerpo se desvanecía, decaía, pero sí oía algo. Un pequeño hilo de voz que tan solo pronunciaba su nombre una y otra vez, repitiéndolo sin hallar consuelo, en busca de auxilio. Una voz ronca, familiar, la de su hermano, que poco a poco fue desapareciendo ahogando sus suspiros en el aire, alejándose en busca del universo.

Unos minutos después, volvió en sí, su mente despertó y comenzó a ver todo lo que le rodeaba con mayor claridad. Entonces reaccionó, pero ya era demasiado tarde, John estaba muerto.




Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 27, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SI TE DIGO QUE TE QUIERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora