Capítulo 4- Luz de Luna

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~30 de noviembre del 2050~

Era un día muy especial para el reino de la Oscuridad. Ese día, iba a nacer el sucesor del trono, el próximo Hijo de la Oscuridad, el próximo Hijo de la Naturaleza. Todo el reino estuvo atento a la noticia que indicaría el comienzo de otro rey, hasta que se escucharon las campanas de la iglesia, anunciando el nacimiento del niño.

–¡Viva el nuevo sucesor!– gritaba la gente llena de euforia y alegría–. ¡Viva el nuevo sucesor!

En el palacio, en la habitación de los reyes, la reina se encontraba sentada en su cama abrazando a su hijo. Era un bebé al que quería mucho y prometía proteger con su vida. Ella tenía el pelo negro atado en una trenza que le caía por el hombro, sus ojos eran de un precioso color violeta casi negro y tenía una piel muy pálida, casi blanca del todo. Era delgada, medía 1.60 cm, tenía veintinueve y una gran sonrisa adornaba su rostro.

–Gabriel...– dijo de repente con cariño–. Gabriel Luz de Luna... Así es como te llamas, mi pequeño.

Estuvo allí sola, apreciando a su hermoso y recién nacido hijo. Estuvo sola hasta que una mujer de treinta años entró en la habitación. Tenía el pelo turquesa con mechas violetas y ojos violetas con pequeñas manchas turquesas. Vestía un traje de sacerdotisa de esos dos colores y su piel era tan pálida como la de la reina, pero la de ella parecía que brillaba de color turquesa o violeta por momentos.

–Acabo de escuchar las campanadas de la iglesia y he venido corriendo– explicó acercándose a la cama para poder observar al niño–. Es precioso, Michaela.

–Lo sé– respondió y le dejó cargar al niño–. Será un gran rey, seguro. Hablé con Delia de ello.

–Yo también lo hice y me dijo lo mismo– asintió la mujer acunando al bebé–. Pero últimamente Delia está extraña. Creo que me oculta algo.

–No he hablado con ella estos días, no puedo opinar sobre ello– se lamentó internamente de haber dejado de lado a su compañera y amiga–. ¿Qué tal está el joven Donatello?

–Su estado de salud está empeorando– contestó con tristeza y le devolvió el niño–. Me temo que su reino tampoco está en muy buen estado.

–Eso es horrible– se compadeció la reina–. Deberá haber algo que podamos hacer.

–Sólo hay una manera, Michaela– informó la mujer bajando la cabeza arrepentida–. Y es sacrificando a un niño– calló un momento sin ser capaz de decirlo–. A tu niño.

–¡No!– exclamó y el bebé se echó a llorar por el repentino grito de su madre–. No puedo hacer eso. Si lo hago, mi reino no tendrá sucesor. Yo no puedo seguir gobernando por siglos. Soy una Hija de la Naturaleza, no soy inmortal como tú o Delia. No me hagas matar a mi único hijo...– rogó dejando caer varias lágrimas por sus mejillas–. Por favor...

–Si no lo hacemos, Donatello morirá y su reino con él– intentó convencerla–. Es la única solución... Incluso Delia lo sabe...

–Pero sería ir en contra del destino– se quejó alterada–. Y eso tiene muchas consecuencias, la gran mayoría malas.

–No haré nada sin tu permiso, majestad– dio una leve reverencia y salió de la habitación.

Michaela quedó allí con su bebé llorando en sus brazos. Lo tranquilizó y esperó a que se quedara dormido. «No voy a sacrificarte por un reino que no es el mío, Gabriel» prometió la reina acunando a su hijo con cariño.


~20 de marzo del 6036~

Andrés ya se había recuperado de la gripe, pero aún tenía dolores de cabeza y desmayos repentinos. Damián y él tenían que regresar ya a sus reinos, pero el esclavo de la oscuridad se negaba. César y el chico del viento no sabían que hacer para hacerle cambiar de opinión. Pero Andrés tampoco quería quedarse en el reino de la Electricidad, quería ir al reino de la Luz.

Hijos de la Naturaleza:RevoluciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora