El mejor obsequio.

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El señor Gerard Way despertó esa mañana del nueve de abril con un excelente humor, algo bastante comprensible considerando que se trataba de su cumpleaños número treinta y ocho. Como al inicio de todos los días, estiró la mano hacia la mesilla de noche y tomó su celular. Abrió esa habitual adicción llamada Twitter y sonrió complacido de leer que ese día, podía hacer felices a tantas personas, incluso notó, ligeramente incrédulo, que el hashtag "#HappyBirthdayGerardWay" era tendencia mundial.
Inhaló y exhaló profundamente antes de abrir su bandeja de mensajes privados y segundos después, aquella sonrisa dibujada en su rostro se disipó con rapidez. Nada. No había llegado ese mensaje del usuario "@FrankIero", mensaje que todos los años llegaba puntual al amanecer; extenso, cargado de dulzura y cariño. Le pareció extraño ya que eran más de las 10:00 am. –Hora suficiente para que el remitente hubiera despertado y enviado la felicitación– Pero, ¿Qué podía decir? Se habían distanciado bastante en los últimos meses. ¿Acaso esperaba que Frank lo hubiera felicitado sólo porque él lo había hecho el pasado 31 de octubre? Sí, la respuesta era "sí". Por lo que aquella decepción realmente le dolió.
Escuchó a su esposa Lindsey removerse de su sueño y sonrió de manera forzada pero convincente, recibiendo con la mejor disposición posible el beso de los buenos días que ella le ofreció al despertar.

– ¿Cómo se siente mi maravilloso esposo de treinta y ocho años? –Le preguntó con esa sonrisa exagerada característica de ella.

– Buenos días, Lin. Me siento estupendamente bien, gracias...– Contestó con pocas ganas.

– ¿Qué sucede?– A esta mujer no se le escapaba nada.

Él pensó a la velocidad de la luz una mentira lo suficientemente buena para que una esposa la creyera. Más importante aún, para que Lindsey la creyera.

– Es sólo que... Ya soy un año más viejo.
La pelinegra lució desconcertada, entornó los ojos con diversión y soltó una carcajada. Gerard por su parte, respiró aliviado.

– Tienes la mente del adolescente más friki y puro que pudiera conocer el mundo. No importa cuántos años pasen, Gee, eres el ídolo y héroe de miles de personas. Eres mi ídolo.

Se encontraba a punto de contestar cuando la puerta de la alcoba crujió con pesadez. Se asomó el rostro de una pequeña niña de grandes ojos color café. Era Bandit y portaba su pijama favorito con estampados de cerditos de colores.
– ¡¡Feliz cumpleaños, papi!!– Gritó eufórica la infante y se lanzó, aterrizando sobre el torso de su padre que recuperaba una sonrisa, y de paso, el aire. – ¡Papá, papá! He hecho algo para ti.

– Vamos a verlo, mi amor. – Le dijo después de besar su frente y tomar su mano para dirigirse escaleras abajo.

La pared más ancha de la estancia, que una noche antes era de color blanco, ahora estaba tapizada de colores vivos, supuso que el costoso paquete de crayones que dos días antes le había obsequiado, ya no existía, pero valió la pena. Porque era creación de su hija. Se sintió el mejor padre y artista de la historia, al observar los dibujos. En el centro de aquel mural improvisado había un hombre con el cabello anaranjado y un traje azul, sosteniendo de la mano a una pequeña niña castaña que parecía estar vestida de princesa galáctica. Claro, que él como su padre había aprendido a interpretar las ideas que su hija plasmaba con frecuencia en papel –en este caso pared–.
Y si de algo tenía la certeza, era de lo satisfecho que se sentía en ese instante.

Minutos más tarde Lindsey trató de animarlo ya que ella también quería regalarle... algo, pero, ¿de qué sirve mentir? Nuestro personaje no quería sexo con su esposa ese día. Por consecuente, la convenció de que un detalle más que bueno sería que le ayudara a pagar la mitad de lo que llegara en la tarjeta de crédito de ese mes –producto de sus inútiles compras en línea– y el asunto se dio por terminado.

A razón de las once de la mañana cuando padre, madre e hija veían televisión, el móvil de Gerard sonó con la canción "Brother" de su álbum como solista que tenía predeterminada para un contacto en específico: Mikey.

– ¿Qué tal, hermanito?– Respondió con una sonrisa que volvía a florecer en sus labios.

Después de una breve y desafinada interpretación de la tonada "Feliz Cumpleaños a ti" por parte de su hermano y su futura esposa Kristin, acordaron verse con el resto de la familia Way en un restaurante cercano para una celebración con pastel y serpentinas, nada fuera de lo normal.

Ya en el lugar, estar en familia le trajo un poco de tranquilidad a su día, estuvo calmado hasta que Mikey, Lindsey y Bandit se levantaron de la mesa para comprar un helado, dejándolos solos a él y a Kristin. Para ésta última no fue nada difícil acertar en que algo no estaba bien, debido a que Gerard no dejaba de revisar ese maldito teléfono, actualizando cada vez con más impaciencia la bandeja de mensajes sin éxito alguno.

– Él no te ha enviado un mensaje. –Replicó ante una mirada de Gerard que lo comprobó todo. Su desilusión, su nostalgia y lo apagado de esos ojos verdes. Kristin sonrió en su mejor intento de empatía, pues, a pesar de la relación familiar que tenían, desde el principio hubo una amistad y confidencialidad que los unía de forma especial.

El mejor obsequio. -Frerard- OneShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora