La Tierra de Piedra

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«Buscando la forma de corromper el mundo de una forma segura, Morglú tuvo la idea de marchar hacia otras tierras fuera de Irh aiia para gestar allí su nuevo hogar en donde pudiera reinar e imponer su voluntad a fin de complacer sus propios deseos y hacerse con el poder suficiente para destruir a sus hermanos y a sus sobrinos. Así entonces, el dios de la traición abandonó el Campo Sull y marchó a la playa de Murthor, al noreste de lo que fue su escondite, para construir un bote y un remo sencillo con el que se hizo a la mar, siempre en compañía del cuervo.

Erthum, desde el Divino Paraíso, observó la partida de su hijo y ello le causó miedo, pues sabía que una vez que abandonara el divino continente sería difícil controlar sus acciones. "Te has ido sin siquiera despedirte y has dejado tu hogar, echas al olvido a tu familia mas olvidas que tus pensamientos no están libres de los míos, pues yo soy tu padre y todo cuanto hagas es obra de mis designios que he impuesto sobre ti desde que te di vida. Ha llegado el día de tu independencia, ya no puedo someterte bajo regaño alguno, ya sabes todo lo que necesitas y he considerado prudente mostrarte, sin embargo ahora me has dado la facultad de darte juicio cuando caigas en falta y he de impartir justicia con total imparcialidad, olvidando que soy tu padre y actuando como un juez, lo que no quita que me cause dolor..." pronunció Erthum en un profundo pensamiento que fue escuchado en la mente del traidor, quien no hizo más que apretar los dientes y remar con más rapidez a fin de alejarse pronto de la tierra divina y no arrepentirse antes de tiempo de la decisión tomada, sabiendo que le aguardaba un viaje fatigoso.

Varios días transcurrieron y ya no había más horizonte que el azul del cielo y el mar, vista que se tornaba aburrida y nada estimulante para continuar remando con la mismas ganas que al partir de Irh aiia. "Maldita sea, por más que reme no hallo tierra nueva, a veces creo que Erthum ha extendido el mundo para impedir que lleve a término mi empresa" dijo Morglú. "Yo emprendería vuelo a ver si encuentro tierra en el horizonte mas bien sabes que no puedo volar mucho pues no hago trayectos largos" dijo el cuervo, hecho que enfureció al dios del engaño y lo cogió fuerte. "¡Vas a abrir tus negras alas y las batirás para buscar tierra ahora mismo si no quieres que te abra el vientre con mi cuchillo y te cocine!". El señor oscuro se puso de pie y lanzó al ave lejos, obligándola a salir en busca de tierra firme y esperando buenas nuevas, pasando entonces otras tantas jornadas de espera que generaban gran impaciencia en el Dios Fundacional, siendo recompensado cuando por fin su compañero de viaje llegó. "Hacia el noroeste hay una tierra verde y fértil poco accidentada, es frecuentado por muchas aves migratorias que hacen nidos y empollan. No se veía intervención alguna de ninguna criatura, supongo que es ignorada su existencia" dijo el cuervo. "Bien, seguiré remando entonces y emplazaré allí mi reino" dijo el traidor, redoblando sus esfuerzos para llegar a la costa, consiguiendo su propósito cerca del atardecer, bajando inmediatamente de la embarcación para echar un vistazo a su nuevo hogar. "En verdad es una tierra hermosa, pero no se condice con mis planes, mi reino será distinto, lleno de accidentes geográficos para que en caso de que mis enemigos me descubren y emprendan una invasión les sea imposible llegar a mi trono... ¡Que surja Rüskla, la Tierra de Piedra!" dijo el señor oscuro en lo que pateó fuerte el suelo haciendo surgir grandes cadenas montañosas, cerros y quebradas en distintos puntos de la tierra y haciendo emerger una isla mediana que pudiera servir como un puesto de vigilancia desde el cual podrían avistar un posible ataque enemigo.. Los volcanes que se alzaron escupían humo como enormes tubos de escape que eyectaban la presión de una inmensa caldera, el cual por cierto es el centro del mismo planeta, un lugar donde la lava parece ser un océano rojo y ardiente comparado con el calmo azulado de los océanos.

El ahora reino de fuego que se alzó dejó enormemente satisfecho al señor oscuro, quien como una brisa traviesa se adentró en el continente e hizo su trono en las Minas Morigal, ubicado en el extremo norte. Allí dio vida a una raza de monstruos a los cuales avasalló y ordenó extraer los minerales del subsuelo a fin de generarle al dios del engaño un inmenso patrimonio que lo enriquecería y le permitiría forjar las más afiladas armas para confrontar a sus enemigos. "!Vamos, sigan extrayendo minerales, acumulen el oro en las arcas, lleven el hierro a las herrerías y no intenten hacerse con ningún gramo de esos minerales o pagarán con su vida tal osadía!" gritaba el traidor entre azotes y alaridos, mas no tenía contestación alguna pues las criaturas le tenían miedo y respeto. Pasó mucho tiempo y el tesoro del oscuro fue enorme, tanto que vieron la necesidad de crear una bóveda fortificada para esconder allí las arcas y asegurarlas ante eventuales intentos de saqueo. La figura de Morglú paseándose por las excavaciones animaba a los trabajadores a doblegar sus esfuerzos a fin de no recibir reprimenda alguna. Así pasaron los días de esclavitud y penuria en Rüskla, el que otrora era un lugar de descanso para la aves, las cuales por cierto no se salvaron de los caprichos del dios del engaño, pues libró la caza de las plumíferas y las corrompió, haciendo nacer a una bandada de bestias aladas, las que surcaban frecuentemente el reino y servían como ojos del traidor, quien no pasaba por alto nada.

Las erupciones por entonces eran frecuentes y hacía imposible la vida para alguna criatura que no fuera las que Morglú creó, pues el olor a azufre era dominante y casi no había una gota de oxígeno. Con el paso del tiempo se erigieron varios asentamientos cerca de yacimientos mineros, concentrándose mayormente en torno a la Cordillera Vologher, la franja más activa comparado a la Cordillera Tahúr, donde yacía el trono del señor oscuro, mientras que la isla de Kratheril era fuertemente fortificada con altos muros, torres y faroles logrando una gran vista hacia el horizonte, haciendo parecer un territorio impenetrable para los Dioses Fundacionales, los Herederos y hasta para el mismo Erthum...»

- ¿Y nunca fue advertido por ninguno de los dioses? –pregunté curioso, considerando que a Morglú lo atrapaban siempre en cada fechoría

- Por un buen tiempo no, pero Erthum bien sabía de aquello aunque nunca lo dio a conocer pues como ya todos eran grandes y ya no debían depender de los designios del Dios Protector –dijo Robegger

- Curioso. ¿Viendo que hay peligro y no les advierte? –dije confundido

- No se trata de una actitud mezquina de parte de Erthum, los Dioses Fundacionales y los Dioses Herederos para entonces ya eran maduros y tenian vasta experiencia, no necesitaban que Erthum les asistiera, salvo excepciones claro –dijo el anciano

- Bueno, continúa –le pedí



Los Mitos de Iraya: La Condena de la Inmortalidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora