Epílogo: Un nuevo horizonte

27 5 4
                                    

Después de que Robegger terminara de contarme el final del mito quedé con un nudo en la garganta. Aquella noche apenas pude dormir recordando cada escena narrada por el anciano, el descaro de Morglú, la ira de Imper y la desesperación de Vita eran tan intensos que de solo proyectarlos en mi mente me causaba pavor. Ver dioses sufriendo, padeciendo como si fueran mortales comunes como nosotros me sorprendía mucho, pues nunca creí que ellos tuvieran tantos problemas como nosotros, siempre los imaginaba en grandes banquetes junto a los muertos, recibiendo las ofrendas de los humanos y desatando catástrofes a su antojo como apelando a que nosotros no somos más que sus servidores y ellos disponen de nuestras vidas de manera caprichosa. El deseo de querer saber más era inmenso pero necesitaba descansar.

Desperté a fuerza producto de la luz solar que se filtraba por la pequeña ventana que improvisé con mi manta y un cojín que amablemente me dio el anciano, quien por cierto había terminado de freír huevos de gallina.

- Buenos días muchacho, espero hayas podido dormir bien –saludó Robegger.

- Buenos días –me refregué los ojos.

- Según parece no dormiste mucho, tienes unas ojeras poco pronunciadas –dijo el anciano.

- El final fue realmente inesperado, no pude dormir imaginando la escena cuando nacieron los hijos de Morglú y luego fueron condenados por Erthum –dije entre bostezos.

- A ver si con el desayuno te repones, pues supongo que seguirás con tu viaje para saber más sobre el pasado de Irh aiia –dijo Robegger.

- ¿Eh? ¡Ah, si! Ahora que se parte del verdadero pasado de esta tierra mágica deseo continuar para saber más, pero... ¿Usted no sabe nada más al respecto? –pregunté curioso

- Desgraciadamente mi memoria ha ido deteriorándose al igual que yo, por tanto mis recuerdos no son tan claros como antes. Sí se que existen otras personas que bien podrían ayudarte en tu cometido y sabrás dar con ellos a la brevedad, con lo curioso y aventurero que eres seguro darás con ellos –dijo el anciano

Desayunamos en silencio, la verdad estaba un poco frustrado pues me había gustado la forma de narrar que Robegger tenía, tan real y vivo como si lo estuviera viviendo ahora mismo. Una vez terminado, comencé a empacar mis cosas y Robegger me dio pan y frutas para el camino, travesía para la cual me encontraba preparado y presto a comenzar lo antes posible.

- Agradezco enormemente el esfuerzo que estás haciendo, como bien te dije me gustaría que hubieran más personas como tú interesadas por rescatar su pasado –dijo el anciano

- Gracias a ti por darme hospedaje y contarme todo lo que sabías –le agradecí-. Cuando acabe prometo compilarlo todo en un escrito para que tu legado permanezca vigente para siempre.

- Seguro que lo lograrás, muchacho –dijo Robegger-. Te aguarda un largo viaje ahora, deberás ir al brazo austral para hallar a Rokthell, un viejo amigo mío que bien podrá ayudarte a saber más sobre el pasado de Irh aiia. No sé bien en qué parte de la región está, pero es seguro que no te costará hallarlo.

- Seguro que sí –dije-. Ahora debo marcharme.

Le di la mano en señal de despedida y comencé mi travesía hacia el brazo sur del continente, cargando ya no solo una mochila con provisiones y cosas para acampar, sino que llevaba además la gran responsabilidad de llevar la historia de nuestro pasado, las fábulas que alguna vez sirvieron de elemento moral para las sociedades de antaño, los Mitos de Iraya.


Los Mitos de Iraya: La Condena de la Inmortalidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora