Say hello. Say goodbye

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Los pasillos de toda la vida.
A la misma hora, en el mismo lugar.

―Oí que la dejaste―un murmullo se clavo en la espalda, fuerte y claro.

Volteo a mirarla, llevaba la ropa desaliñada de siempre, pero esta vez había algo más, era la tristeza en sus ojos, la genuina ingenuidad de la que estaba encandilado daba vueltas a travez de sus iris sin parar.

―Oí que no querías verme.

―Es verdad, para ti soy solo un tren que abordas a las seis―sonrió melancólicamente, su iconica sonrisa de niña perdida en medio de nunca jamás―. Aunque sí quieres puedes regresar.

Las pupilas de Dan se dilataron tanto que parecía que cubrirán más allá de esclerótica, porque Ginger River, la chica cerrada de toda la vida acababa de cogerle la mano, eso era algo que solo en sus sueños más locos había soñado, pero en ese momento se sentía igual a la realidad.

Le estaba dando el pésame con las manos, como si pudiera decirle un millón de perdones todos al mismo tiempo con solo tocarlo.

―Sabes que no estoy triste.

Asintió con la cabeza, cubriéndose la cara con el fleco.

Dan bajo la vista hasta la altura de ella y pudo notar el rubor creciendo en sus orejas.

―Quiero que volvamos a conocernos...―el espero, ella tragó saliva―. De nuevo, quizás si no hubiera estado Sofia, puede que hubiéramos sido amigos y que te contara la historia detrás de mí miedo.

Daniel le lanzó una mirada casual.

Soltó su mano, Ginger suspiró tan lánguidamente como pesadamente.
Daniel camino de nuevo en su dirección, tomó su barbilla entre las manos y pregunto:

―¿Te sonrojas así a menudo?

―Te odio.

―¿Y el nuevo comienzo?

―En el nuevo comienzo te odio―gritó Ginger demasiado alto.

Una de las alumnas de segundo que deambulaba por el pasillo rodó los ojos y en medio de la faramalla de los pasillos aprovechó a canturrear:

―¡Ya cásense!

Just the duck.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora