Desgadh

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Mientras espero a que Codicia me haga entrar no puedo evitar sentirme contento de que Charlie pueda permanecer en el juego un poco más. Si bien creo que lo mejor es evitar problemas y acabar con él, también pienso en lo mucho que todos esperamos que el nuevo Codicia y el chico se enfrenten.

La puerta se abre y Albert sale, me sonríe con todo el odio del que es capaz, nunca nos hemos llevado muy bien y luego de que Codicia muriera, estuvimos a punto de matarnos, pero al final Vicky lo convenció de que se fueran juntos a quién sabe dónde.

—Codicia quiere verte —me dice ampliando más su sonrisa. Solo es un lameculos, una sanguijuela que necesita la sangre de otro para sentirse más fuerte—. No está nada contento de como terminaron las cosas.

No le respondo y simplemente entro en la habitación. Es una sala de juzgado, Albert encontró el edificio abandonado y cuando nuestro nuevo Codicia vio esta sala, la tomo como su lugar de reuniones.

—Supongo que tú tampoco pudiste acabar con tu objetivo —noto a través de su tono tranquilo, la rabia y odio que reprime su voz.

—Así que no fui el único en tener problemas esta noche —digo con una sonrisa que me sale más altanera de lo que pretendía.

Codicia frunce el ceño, me preparo para el golpe, tal como lo hubiera recibido del anterior Codicia, pero él solo cierra los ojos y se calma.

— ¿Cómo demonios es que no has podido con él?

—Bueno, resulta que no se ha deshecho del collar —digo encogiéndome de hombros, me aburriría tener que contarle todos los detalles.

Y para mi sorpresa él sonríe. Sabía que la noticia le alegraría a pesar de todo, pero desde que el chico que antes se hacía llamar Max se convirtió en Codicia, es muy difícil que sus sentimientos salgan a la luz.

—Eso es sorprendente, de verdad creí que la culpa le obligaría a deshacerse de él. Nunca deja de sorprenderme.

—Lo que no entiendo es por qué enviar a las pocas fuerzas que tenemos a tres puntos diferentes y no a un solo punto.

—Porque quería darles tiempo para pensar.

Espero a que diga algo más pero no lo hace.

Le pregunto sobre los demás ataques. Vicky ni siquiera luchó, según ella, los cazadores huyeron del lugar. Después de todo son criaturas asustadizas y no pelean a menos de que se sientan confiados, una vez ven que tienen las de perder, se escabullen como ratas.

El fracaso del grupo de los Ponsber era el más obvio, sin nadie que los dirija son criaturas estúpidas, pienso en decirle que debió mandar a Albert pero ya que no tiene sentido mencionarlo simplemente callo.

Subo a la terraza del edificio y me encuentro a Vicky, con un cazador entre sus piernas. Cuando me paro a su lado me mira, no hablamos mucho, pero nos tenemos cierta estima, después de todo yo era la mano derecha de su amado Codicia.

—Mala noche ¿no?

—Ni que lo digas —me dice soltando un suspiro.

— ¿Cuánto más tardara Hipos en volver con los cazadores?

—No es un trabajo fácil, suelen esconderse de todo cuando están solos. Una vez nazcan los 500 Ponsber nos arreglaremos mejor.

—Tal vez 500 no sean suficientes, y no creo que pueda esperar otros tres meses a que nazca la otra camada.

No puedo evitar pensar en eso. De alguna forma el nuevo Codicia encontró una Ponsber hembra, después de que todos creían que todas estaban muertas y que la especie estaba por extinguirse.

Dejo de darle vueltas al asunto y salto del edificio. El viento hace revolotear el poco cabello que tengo antes de caer al suelo, la tierra tiembla ligeramente y escucho las alarmas de los autos sonar a lo lejos.

Entro a uno de los bares más cercanos para tomarme una cerveza, estos últimos dos años me he vuelto un fanático a aquella bebida, pues siento como si mis dos corazones comenzaran a moverse cada vez a más velocidad. Algunas personas me miran pero no me prestan gran atención, para ellos solo soy un hombre muy grande con el cual no quieren tener problemas.

Media hora después me siento alegre y ágil, tal y como me sentía cuando el primer Codicia nos propuso cosas que nosotros jamás nos habríamos planteado.

—Eres muy osado para venir aquí —dijo Desgadh sorprendido y nervioso por el hecho de que aquel humano pudiera verlos tal cual eran.

Frente a él, el humano no dejaba reflejar sus sentimientos. Aunque rayaba lo común (pelo negro, ojos cafés y cuerpo delgado) pero aun así, Desgadh veía algo inquietante en él.

—Ya les he dicho que vengo en son de paz. Soy Heramus y vengo a proponerles algo que no podrán rechazar.

— ¿Y qué sería eso? Tiene que ser algo muy interesante para que no te matemos —comentó Albert con una sonrisa macabra.

—Inmortalidad. Juventud eterna y la gloria de vuestra raza durante los siguientes siglos.

Albert soltó una feroz carcajada que pretendía ser aterradora, pero el humano no se inmutó.

—Deberíamos oírlo —dijo Vicky, la idea de la juventud eterna es algo con lo que soñaba constantemente.

Uno de los tantos Ponsber que estaban allí dijo algo en un idioma que el hombre no pudo descifrar así que alzó una ceja a modo de pregunta.

—Pregunta a qué te refieres cuando dices la gloria de nuestra raza.

—Hablo de la dominación de la raza humana. Con ustedes como mis camaradas. Mis aliados. Solo necesito conseguir algo.

— ¿Qué? —preguntó Vicky sin esconder su emoción.

­­—Quiero que me ayuden a conquistar el mundo. Quiero que estén bajo nuestro yugo.

Todos se miraron entre sí, por supuesto la propuesta era interesante, pero con un propósito tan grande, la probabilidad de éxito no era muy alta.

—Hemos escuchado propuestas similares en el pasado. Qué diferencia hay contigo. Seguro que en dos semanas ya estarías muerto.

—Lo dicen por sus perseguidores, ¿no es así? Déjenme decirles que no tienen de que preocuparse, solo queda uno de ellos.

Vicky miró al hombre con tristeza.

—En ocasiones uno ha sido a más que suficiente.

Él le sonrió, como si esperara que hiciesen esa observación. Lo que paso a continuación, no hubiese sido capaz de hacerlo ninguno de los que estaban allí presentes. En un parpadeo Heramus estuvo frente a Vicky, le acaricio la mejilla y le sonrió con expresión de suficiencia.

—Eres...

—Seré parte de ustedes si así lo quieren, y acabaremos con él único con el único que puede oponerse a nosotros.

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Un regreso inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora