Tiempo

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- Me sabe mal irme así tan de repente y a bote pronto... Pero tengo que volver, Melo... Te llamo luego, ¿sí? 

- Tienes mi móvil... y aunque no quiero que te vayas, comprendo que lo tengas que hacer... -se quedó tocada, aguantando un momento el silencio- Me quedan pocos días aquí, ¿sabes? Y sé que no es buen momento para sacar el tema, ya que esto parecía que fuese a ser eterno... pero a lo mejor no lo es. Así que quiero verte antes de marchar. Quiero verte -se reafirmó-. Llámame, ¿vale?

Me quedé mirándola medio llorosa... Las dos sabíamos que había una despedida en un futuro, pero no queríamos pensar en ello; teníamos miedo de perdernos y no queríamos que llegara el momento del adiós definitivo, por lo que cualquier otro adiós era una desdicha que queríamos evitar. 

- Te llamaré, preciosa -hice ruido con la nariz al intentar sorber los mocos y miré al cielo durante un instante para no llorar. Lo que me dijo me hizo recordar que sería temporal.- Cruel y estúpido tiempo...

- Eh, ven. -Me acurrucó en sus brazos y lo único que pude hacer fue amoldarme a su cuerpo y sollozar en silencio, para no afectarla a ella también-. Te quiero, pequeña.

 Me miró fijamente con una sonrisita de consuelo y empezó a acercarse a mis labios. Quería ese beso, pero la tuve que parar:

- Cuidado, nos pueden ver alguno de tus seguidores y liártela -le dije, preocupada-.

- Esta mañana te he dicho que ya no me importa. No quiero esconderme más. Estos últimos años, me ha costado sufrimiento, pero he aprendido que no debo esconderme. Y menos teniendo a alguien como tú. 

Y sonriendo las dos, me dio un sentido beso, largo pero no lo suficiente cuando nos despegamos. Un beso agridulce, con gusto a amor, caricias, despedida, café y un poco de chocolate que lo acompañaba. 

- Ves. Te esperaré, ¿vale? -me aseguró-.

- Intentaré no llegar demasiado tarde -se lo prometí con una mirada-. Voy un momento al baño y me voy... pero para volver. -dejé un momento de silencio y, aunque me dolió el alma, le dejé el brazo al que me mantenía pegada- Te quiero. 

Y marché hacia dentro del bar, sollozando. Me giré de nuevo para volver a ver su cara; cuando me giraba, desaparecía. Y el recuerdo no es lo mismo que la realidad. No sirve de consuelo a veces, ni puedes llegar a sentir ni la mitad de cosas que cuando tienes a esa persona cara a cara. Incluso cuando imaginamos o recordamos, creamos escenas que no pasaron o que no pasarán, pero que nos encantaría que ocurrieran. Como en esas pelis americanas donde todo discurso sale perfecto, como ensayado, sincero, sin vergüenzas... irreal. 

Mentí al decirle que iba al baño; entré en el bar para pagar la cuenta y dejarle una notita cuando creyera que iba a pagar ella. Marché entonces, mirándola desde la distancia. Se había puesto con la cámara. Se querría despejar. 

Fui entonces hacia el metro. Durante el trayecto, un sentimiento inevitable de nerviosismo acrecentaba en mis entrañas; no sabía qué contarle a mis padres, que de seguro que me estarían esperando sentados en el sofá, impacientes por escuchar mis explicaciones. Siempre me pasaba lo mismo y últimamente más, ya que la cagaba con frecuencia cada vez que salía. Me temía lo peor... y pensar en qué decir aún me bloqueaba más. La mujer del metro parecía que anunciaba las paradas cada vez más deprisa. Llegada la mía y con sudores fríos, bajé del metro sin poner reparo en otra cosa que en llegar a casa. Al llamar a la puerta, creía que ya sabía qué contar:

- Hombre, ¡por fin! -dijo mi madre con sarcasmo- ¿Dónde coño has estado? Tu padre ya no está preocupado... ahora está cabreado. Vaya disgusto de noche... -dijo, enfadada-. Pasa, anda.

Pasé, pero cada paso que daba me inducía a quererme ir más rápido; tenía miedo de lo que pudiera ocurrir. Mi padre yacía en el sofá, aparentemente relajado pero con furia en sus ojos. Finalmente, y dándome la razón a mí misma sobre que lo real es demasiado diferente a lo imaginado, me senté delante suyo. 

- Has llegado, por fin... -dijo con una sonrisa falsa- No te dignaste ni a enviarnos un mensaje. La habitación hecha un asco y tú por ahí afuera, con gente que no conoces, yendo a cenar y supongo que tomando algo que se os fue de las manos, pero sin responder a nuestras llamadas. ¿Tú sabes la noche que hemos pasado tu madre y yo? 

- Casi llamamos a la poli, hija... 

Me percaté de que era más grave de lo que parecía. Volví a repetirme que la vida real no es como las pelis americanas, en que puedes "fugarte" de casa y que nadie se preocupe. Aún así, tenía que defenderme:

- No es lo que pensáis... Me han ofrecido trabajo de lo que te conté, mamá. De lo de youtuber.

- ¡Pues podrías haber avisado! Y ya sabes que no nos gusta que te quedes a dormir en otras casas. ¡Y es que menos con gente que no conoces! -dijo ella-.

- Lo sé, pero la cena se nos fue de las manos. El mánager nos invitó a algunas copas y luego decidieron ir de fiesta... me emborracharon, no sabía volver a casa. Estaba casi inconsciente. No recuerdo ni si vomité. Estoy súper avergonzada, pero mira, estaba muy muy borracha y lo único que pudieron hacer es dejarme con una chica del círculo de youtubers que durmió en un hotel. Me he despertado  en el sofá, tarde, y al ver los mensajes en el móvil he venido corriendo. Tendría que llamar a la chica para darle las gracias... 

- No hace falta, no saldrás en un largo tiempo. 

Aquí se me heló la sangre. Tenía que luchar para verla. 

- Sé que no te lo crees, pero pasó esto. Estaba fatal y me rescataron de lo que podría haber sido peor, que es volver a casa sola y sin orientación y casi sin consciencia. No podía decirles ni cómo llegar a casa. Un desastre.  

- Exacto, un desastre. No me convences. De momento quédate calmadita en tu habitación, que debes estar muy muy enferma de la borrachera de ayer. Y recógela, por favor. 

Me fui a mi habitación. Me pasé un buen rato recogiendo mientras pensaba en ella y paraba a mirar las selfies de ayer con melancolía. Antes de comer, que fingí no tener hambre para no destapar mi coartada, mi madre me envió a comprar. Bajé las escaleras hacia el súper más cercano. Salí del portal y en ese momento sonó mi móvil: era Melo.

- Necesito verte immediatamente; ¡Sergio, el mánager, tiene grandes planes para nosotras! -fue lo primero que me dijo, emocionada-. Por cierto, ¿cómo ha ido? ¿Mucha bronca?

- ¡Me alegro un montón por esto de Sergio! Y en cuanto a la bronca... bastante heavy jaja pero bueno, ya está pasado el momento del calentón y ya se está enfriando la cosa. Poco a poco. 

- Recuerda que el tiempo es nuestro enemigo; no puede ser demasiado poco a poco.

- Lo sé, preciosa -le dije, con voz acaramelada, rindiéndome ante su alegría natural-.

- Ah, y el "Esta la pago yo. Me voy pero ya quiero verte", me ha encantado. Gracias por la notita y tu gesto... dice mucho de ti. Cada vez... me pillas más -me confesó-.

- Gracias a ti -me sonrojé-.

- Entonces, esta tarde... ¿podrías escaparte?

- Supongo que podré. Haría lo que fuera por ti, lo sabes. Y el tiempo apremia. 




Conozco a Melo (YellowMellow.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora