Es sábado por la mañana y el silencio reina en mi hogar. Mi
esposa y mis dos hijos de nueve y siete años todavía duermen.
Estoy sentado en la sala familiar en donde ellos juegan, ven
televisión, hacen su club y sus obras de arte.
En un rato se despertarán y el relajo comenzará. Quejas: ¡Papi!
Mi hermana me hizo una mala cara. Ideas: Hermanito, qué tal si
jugamos que yo era tu maestra. Llanto: - Entre lágrimas - me
golpeó papi... Sí, pero fue sin querer queriendo... (¡Ah! Bendi-
to Chavo del Ocho). Obras de arte y pintura por todos lados,
pero una satisfacción en sus caras de haber hecho lo que vie-
ron en el programa de Art Attack en el Disney Junior Channel.
Aunque el relajo, los pleitos y las travesuras estresan, intento
disfrutar al máximo el tiempo con mis hijos. Porque dentro de
unos cuantos años ya no habrá ruido en la casa, los cuartos
estarán vacíos y los juguetes al estilo de la película de Toy
Story, abandonados. Mis dos hijos se casarán, se irán de casa
y formarán la empresa más importante, su matrimonio.
¿Les irá bien? Todo depende. Yo quiero que les vaya bien,
quiero que sean felices, que mis nietos vean un modelo de
vida en el matrimonio de sus papás y que las palabras de "Ho-
gar, dulce hogar" sean una realidad en sus casas. Pero les irá
bien, dependiendo de a quién escojan y aquí comienza el se-
creto para una matrimonio fuerte y estable.Si yo quiero que me vaya bien en las carreras de autos de
Fórmula 1, necesito un carro con las especificaciones precisas
de un Fórmula 1. Pero si en lugar compro un Toyota usado,
modelo 2000 y entro a la carrera con el mayor entusiasmo y
convicción de que me irá bien, a pesar de mi fe, me irá mal. No
sólo voy a terminar en el último puesto y los demás vehículos
me van a cerrar cualquier cantidad de vueltas, sino que estaré
buscando respuesta a la pregunta ¿Qué fue lo que pasó? Pero
si yo tenía fe, pero si yo puse todo de mi parte.
¿Qué puedo hacer ahora? Iré a buscar a los mejores mecá-
nicos del mundo para que me digan qué hacer. Pero no im-
porta lo que le invierta al Toyota o las partes que le cambie,
jamás podrá funcionar ni ganar en una carrera de Fórmula 1.
No está diseñado para eso, le estoy pidiendo a mi carro lo
que realmente no puede dar. Lo que le pido a mi Toyota, es el
equivalente de pedirle a un teléfono celular con una pantalla
pequeña y un teclado numérico básico, que mande correos
electrónicos. Esto nunca va a funcionar.
¿Les irá a ir bien a mis hijos en su matrimonio? Todo depen-
de de a quién escojan como su pareja. Si escogen un Toyota
2000, no podrán exigirle lo de un Formula 1.
Si escogen a un haragán como novio(a), ¿Tendrán a un tra-
bajador diligente ya casados? Si escogen a alguien con vicios
¿Tendrán a una pareja sobria y sin adicciones en el matrimo-
nio? Si escogen a alguien que crea conflictos en sus relaciones
personales ¿Tendrán a un pacificador y a alguien comprensi-
vo en su matrimonio? Si escogen a alguien que fácilmente se
enoja y hace locuras ¿Tendrán a alguien que no los golpee enel matrimonio? Si escogen a alguien mentiroso ¿Tendrán con-
fianza en lo que dice en el matrimonio? Si escogen a alguien
que es perezoso ¿Tendrán una casa ordenada y los recursos
económicos para vivir bien? Si escogen a alguien que es abu-
sivo en su trato con sus padres ¿Tendrán a alguien que se lleve
bien con sus suegros? Si escogen a alguien que no le importa
Dios ¿Tendrán a alguien que se involucre en la iglesia y enseñe
a sus hijos sobre los principios eternos que gobiernan la con-
ducta humana y que son vida y paz para quienes los guardan?
¿Les irá bien a mis hijos en su matrimonio? Todo depende de
qué tan inteligentemente escojan a su novio(a).
Este libro busca precisamente esto. Ayudarle a escoger a una
pareja para que le vaya bien no sólo en su noviazgo, sino en
su matrimonio y hasta que la muerte los separe. Créame, sus
hijos y sus nietos le agradecerán que lo haya leído y puesto en
práctica.
Ayúdeme a que los futuros hijos de sus amigos también le
agradezcan. Ayúdeme a salvar matrimonios, mucho antes de
que comiencen un noviazgo. Comparta este libro con otros,
para que tengamos como resultado una sociedad, en donde
los matrimonios duran hasta que la muerte los separe, los hijos
crecen en un refugio seguro lleno de armonía, paz y ejemplo
digno de imitar, porque escogieron sabiamente un Formula 1 y
no un Toyota 2000, para la mejor carrera de sus vidas.