Hasta Que Al fin Son Novios

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He evitado compartir mi experiencia personal en el


área de cómo conseguir un novio o una novia espec-


tacular por una sola razón. Me interesa que piense por


sí solo y no busque repetir la historia de otro, porque


sólo es una historia y seguro, una historia imperfecta


en muchos aspectos. Más que imitar una historia, ayu-


darlo a pensar sabiamente es mi intención.


No he querido compartir de mis experiencias porque


he visto que muchos hacen regla de las ilustraciones


de vida que utilizamos en nuestras conferencias, pre-


dicaciones o escritos. Así que lo que le voy a compartir


ahora no es para que lo haga una regla para su vida,


no es como usted debe hacerlo, no es el modelo, sólo


es mi historia.


Mi esposa Aixa me gustó desde el día en que la cono-


cí, eso fue cuando teníamos 10 años. Dios me libre... y


Dios me guarde... Esa es la edad que mi preciosa hija


Ana Isabel ¡tiene ahora que escribo este capítulo! Nos conocimos en la Fráter - una iglesia cristiana para


la familia que mi papá fundó a sus 28 años de edad


junto con mi mamá y 20 personas más y que hoy cuen-


ta con más de 15,000 miembros, iglesia en donde me


congrego y sirvo. - Ella asistía regularmente con su


mamá quien había decidido entregarle su vida a Jesús


y congregarse en la Fráter.


Físicamente era una niña preciosa. Su pelo era riza-


do (colocho como decimos en Guatemala), unos ojos


grandes con pestañas volteadas, labios gruesos y arru-


gados, delgada, sencilla y sobre todo me encantaba su


humor. Era una mujer feliz y se reía por todo y a carca-


jadas. Yo me dije: con una así, sí me caso.


La enseñanza que había recibido en la iglesia marcó


mi vida. Sabía que el noviazgo no era para jugar, sino


que era la antesala del matrimonio. Un noviazgo a los


10 años de edad no sólo hubiera sido ridículo sino de-


sastroso. Mi plan era hacerme su amigo y compartir


una bonita amistad sin que nunca supiera de mi boca


que me gustaba, aunque se diera cuenta que la trataba


de una manera especial, muy distinta a como trataba a


mis demás amigas.


Por lo menos en dos ocasiones le entregué una tarje-


ta en donde le escribí cosas bonitas pero jamás com-


prometedoras. Nada así como: usted me gusta y estoy


loco por usted. Eso hubiera arruinado todo. Tan sólo la

EmparejarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora