Parte 1

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Los teléfonos no paran de sonar y el solo no da abasto para las múltiples llamadas que pedían con diferentes tonos ser contestadas. En medio de su agite emocional el joven Gong resopla desesperado vociferando el nombre de una chica, por la forma en que la llamaba parecía ser una empleada, subordinada suya. Al minuto apareció efectivamente una joven de baja estatura y cabellos rojos tinturados. Ella hizo una mueca de desagrado y el joven frunció el ceño estirando un teléfono dándole a entender que debía atender esa llamada, ella lo acepto y contestó, así poco a poco se hizo cargo de la mayoría de las llamadas que entraban a la floristería. Todos eran clientes, personas que hacían sus pedidos para el tan cercano día de los enamorados, ya estaba a tres días como lo indicaba el calendario que se encontraba colgado cerca de la caja registradora del local.

Ignorando cualquier ruido, como el de las múltiples mariposas que aleteaban a su alrededor cada vez que él juntaba varias flores para formar un arreglo. Era el jardín de la floristería, quedaba en la azotea del tercer piso, lejos de cualquier distracción que pudiera opacar su creatividad, flores de distintos colores y tamaños, especies tanto conocidas como desconocidas estaban ahí a disposición de GongChan para crear un hermoso ramo, pero no era cualquier ramo, era el mejor ramo que se pudieran llevar de vuelta a casa, porque al llevarlo traería consigo toda la sensación de una tarde de primavera. Lo llamaron por su nombre en medio de un alarido. ¿Quién podía ser?; ¿por qué lo interrumpían? No sonaba como la voz de la pequeña malvada, sobrenombre que le había colocado a Susan, era una voz diferente un poco más grave pero de mujer, agudizó su oído y la voz ligeramente conocida se escuchó cada vez más cerca recreando en él la imagen de una única mujer que podía tener ese tan característico chillido en la voz.

— ¡GongChan! —Gruño la señora. —Los veinte ramos de rosas blancas para la boda de la señora Park ¿ya están listos?

—Los termine esta mañana. —contestó asintiendo. —El camión pasara en media hora, pienso mandar a Harry con el pedido para que termine de darle algunos retoques a la decoración de la ceremonia. Se trataba de su jefa, la señora Cho quien muy pocas veces pisaba su propio negocio. Confiaba a ojos ciegos en el inventario que le daban GongChan y Ana cada fin de mes. El chico la ponía al tanto de que pedidos se entregaron en la semana y cuantos faltaban aun para entregarse, la señora era feliz al escuchar cada palabra, pues cada venta para ella generaba entradas, cualquiera que la viera e intentara dibujarle en esos momentos lo haría clavándole unos signos de peso en sus ojos.

Un número reposaba en la última hoja de su libreta de garabatos, el número lo escribió la semana pasada una de sus compañeras de clase y aún Jane no había intentado llamar, se le olvido hacerlo antes, pero en medio de su clase de historia del arte moderno y en el aburrimiento que el ambiente se albergaba sacó su libreta de garabatos y con su lápiz comenzó a trazar líneas rectas y circulares dibujando un rostro masculino aleatorio, de cabellos negros pronunciados, larga nariz delgada con un toque aguileño, labios gruesos pero pequeños, y sus ojos pese a ser rasgados no eran para nada pequeños, aunque el dibujo se apreciaba fuera este por un error de ella intencional o no, un ojo era un poco más grande que otro, aunque la mirada contenía cierto poder fraternal a la vez que infantil, un brillo intenso y una felicidad fabricada por ella, la cual plasmaba en el resto de sus líneas de expresión, borró su boca, debía corregirla para aquella mirada lo mejor que iba era una dulce sonrisa.

Bajando las escaleras lo más rápido que podía, se movía aquel joven alto y delgado que siempre vestía de ropas blancas, y hoy no era la excepción. Sus claras vestimentas de vez en cuando combinadas con algún color pastel le brindaban una sensación angelical al florista. GongChan bajo, llegó a la caja, ya le había dado señales a Harry de que se llevara el pedido de la boda, mientras le explicaba a Susan llevar otro pedido, Ana no estaba ahí, seguramente se hallaba comprando algunos materiales. Por lo que él solo debía ahora debatirse con un lapicero y su libreta de apuntes en tomar nota de cada detalle que le dieran sus clientes en la línea, algunos eran rápidos y precisos, otros dudaban lo que querían, por lo que GongChan aceleraba un poco sus decisiones dándoselas del gran experto en arreglos florales, algo que era cierto.

Cuatro teléfonos sonando al mismo tiempo, él solo estaba ahí para contestarlos, el estrés podía notarse en su gesticulación, pero para su suerte en su voz no, por lo que el cliente aun pensaba en su amabilidad inquebrantable hasta que en una llamada eso falló.

— ¿Es este el local blue blossom? —Preguntó una voz femenina en la línea.

—Sí. Buenas tardes, ¿desea encargar algún pedido?

—Sí. Me han recomendado este lugar, pero antes quiero saber ¿Cuánto cuesta un arreglo con girasoles? —Dijo dudosa, y sus dudas se incrementaron al pasar los segundos y no tener ninguna respuesta. — ¿Hola?; ¿tienen girasoles disponible?; ¿hola?; ¿hay realmente alguien ahí? —repitió las mismas preguntas un minuto más tarde hasta que el joven Gong pudo contestar.

—No señora, disculpe no tenemos girasoles disponibles.

— ¡No soy una señora! —Inquirió Jane en un tono de molestia, pero GongChan no la alcanzó a escuchar ya se encontraba intentado responder a un quinto cliente.

— ¿Y no sabe cuándo podrán tener girasoles disponibles?; mi arreglo lo necesitaría en cuatro días, también deseo hacer una corona de arroz que me falta para la decoración... ¿Hola?... ¿Hola?, ¿por qué no responde rápido a mis preguntas?

—Disculpe. La corona de arroz puede darme los detalles de cómo la desea, y qué quiere que este escrita en ella. No lo sé, encontrar girasoles en esta temporada es algo complicado por el clima de las últimas semanas.

GongChan iba y venía, y ella cada vez se impacientaba un poco más. La corona de arroz junto a siete coronas de arroz más que mandó a hacer en otro local estarían en la entrada de la misa, en el primer año de fallecida...

— ¿puedo saber para quién van las flores?; ¿mujer o hombre?

—Para una mujer. Serán para mi madre. —Masculló de forma cortante. El joven Gong sonrió, literalmente se le había encendido el bombillo que se ubicaba en su cabeza, pero lo estaba haciendo con la persona equivocada.

—No hay girasoles, pero tenemos hermosas rosas del color que prefiera para su madre. Unos claveles color lila también le gustaran. Esta vez sus consejos benévolos no eran oportunos. La joven de cabellos castaños y piel bronceada le pidió que hiciera silencio, él no la entendió y solo siguió hablando, seguro debió tomarla por una clienta indecisa que necesitaba un poco de accesoria para su elección. Pero la realidad no era esa. Jane explotó, fue un tanto grotesca con el inocente empleado que solo no hacia otra cosa que su trabajo. — ¡Usted no tiene por qué intervenir! Solo escuche lo que diga y anótelo, no me de consejos, no me diga que debo comprar y cuando. ¡No me hable con comodidad como si me conociera! Limítese a responder, no a pretender dar soluciones que no le han pedido. —vociferó la muchacha a quien su muy mal genio se vio reflejado en esas palabras, un fuerte suspiro se escuchó del otro lado de la línea, el pelinegro había quedado mudo y sin ánimos de seguir contestando. Jane colgó y se arrepintió tan solo un poco de su actitud.

Susan llegó al cabo de unos minutos para apreciar el desastre en el que se había convertido GongChan con los teléfonos y de paso a rescatarlo. El joven Gong sintió un ligero alivio al ver que ella llegaba y se hacía cargo de dos llamadas, más tarde repasaría las anotaciones que hizo hallando una corona de arroz, la cual ahora tacho. Él era alguien muy sensible aunque no lo demostraba, por más maduro, bromista y astuto que parecía, su nivel de susceptibilidad era igual a un niño pequeño. El guardó sus lágrimas, y subió hasta la azotea, ya comenzaba a cuestionarse si hacia bien aconsejar a los clientes para agilizar sus desiciones, saludarlos de manera cálida y preguntarles cómo había trascurrido su día, sonreírles todo el tiempo e intentar una charla acogedora; ahora estaba viendo todo eso como negativo e imprudente, gracias a una llamada.

Jane se quejó, la floristería que le recomendaron no le servía para nada y en ella los trabajadores eran ineficientes, así le dijo a su compañera quien atónita no podía creer lo que comentaba. Su compañera como una casualidad más de la vida se trataba de la hija de la señora Cho, sí la hija de la dueña de la floristería "Blue blossom" que en ningún momento deja pasar la oportunidad de promocionar la tienda de su madre. La chica colgó buscando alguna solución en el negocio familiar, mientras la dibujante por improvisación recostó su cabeza en su almohada, cerró sus ojos y pensar en girasoles era algo inevitable, eran las flores favoritas de su madre, en vida se las regaló numerables veces y quería seguir haciéndolo aunque ya no estuviera.


El florista (GongChan - B1A4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora