Si el enigma de la incertidumbre de la locura de mi mente fuera un lazo. Estaría ahorcada, sumida en la asfixia del sentimiento de impotencia del control de mis pensamientos. Estaría estrangulada por la fuerza incontrolable del sentimiento de tristeza y de ira que corre por mis venas.
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Toda clase de pensamientos recorren tu cabeza con la velocidad de la luz. Tus ojos destilan un líquido sin sentido, un líquido tan familiar para ti que ni si quiera te das cuenta de que fluye como una cascada sobre tus mejillas. Lloras por la pérdida de la cordura, lloras porque ahora, eres incapaz de sentir otra cosa mas que insuficiencia.
Te levantas del suelo y caminas hacia un lugar en el que tus sollozos no sean escuchados por todos a los que engañas con sonrisas y carcajadas banales, sin sentido.
Frente al espejo tu reflejo te parece asqueroso, más de lo normal, más que diariamente al verte en él. Notas que las lágrimas mojan tus pestañas haciéndolas ver más grandes y sonríes pero en menos de un segundo te reprendes por pensar que tienes alguna pieza correctamente fabricada.
Cierras los ojos y le pegas al cristal hasta que sangras, le pegas al cristal de tu maldito reflejo hasta que tienes más cortadas en las manos que un boxeador sin guantes. Golpeas el cristal de tu reflejo hasta que tu tristeza se convierte en odio y entonces tus pensamientos se vuelven más oscuros y sádicos de lo que alguna persona cuerda aceptaría.
Tomas el último trozo de vidrio completo con tus manos ensangrentadas y comienzas a desgarrar todo lo que no te gusta deseando que desaparezca con el dolor que te genera el filo de tu arma.
Desgarras tu estómago, tu espalda, tus piernas y tus pies sin el mínimo remordimiento de tus acciones recordando que debes hacerlo en partes no visibles para conservar esa imagen de felicidad amarga que todo el mundo compra por ignorancia.
Terminas de auto destruirte y te derrumbas en el suelo de esa habitación que te ha visto caer tantas veces como sea imaginable. Lloras hasta que te quedas sin aliento, lloras hasta que te puedes levantar sola, lloras hasta que reúnes el coraje de seguir tratando de entender porque tus demonios te asaltan y te dejan inmovible.
Abres el agua de tu regadera y te sumerges en el pensamiento de ser un monstruo, te sumerges en el sentimiento de que afortunadamente el día está a punto de acabar. Piensas que el tiempo se desvanece y vuela como un águila cautiva.
El gatillo ha sido preso de tus emociones y no hay vuelta atrás porque la bala que va cubierta de tus sentimientos se entierra con fuerza incalculable en tu cabeza matándote a diario haciendo que nadie sea capaz de detenerla.