Eres un laberinto confuso entre tus propias ideas y tus sentimientos. Tú anormalidad contrasta con una sensación propia de lo correcto e incorrecto al igual que el blanco y el negro. Tomas vuelo para desaparecer de la maraña de complejidad en tu mente hacia el lugar que tanto has deseado encontrar sin importar el abandono de la coherencia que alguna vez reinó tu cabeza. Destruyes las paredes que tú mismo confeccionaste. Tras las rejas de tu jaula de soledad esperas encontrar algo más que a los demonios que conoces tan bien pero algo te dice que hay algo mal y en el momento en el que abres los ojos para descubrir un mundo de creadas posibilidades.
Solo hay oscuridad.
Ɏ
Eres mi escapatoria. Eres un laberinto que afortunadamente si tiene salida en este mundo de rompecabezas inconclusos.
Te miro y solo hago eso. Solo te miro porque no soy nadie para hacer algo atrevido, uno cada pieza de mis emociones hasta que el acertijo de una joven enamorada ha sido por fin resuelto.
Algunas de las voces me hablan de felicidad y de paz. Me hablan de lo que siempre he deseado. Mientras otras, las voces más fuertes, las voces más reales y creíbles me dicen que soy una estúpida. Me hablan de lo único que conozco. Me hablan del fracaso.
El engendro de mis inseguridades me regresa a la realidad. La realidad de que no soy buena para nadie y de que nadie es tan idiota para mí. El trabajo de mis monstruos está hecho y ahora estoy en mi cama, estoy viendo el techo tratando de parar las lágrimas saladas que le absorben el dulce a mis fantasías.
Ensimismada en mi dolor inserto la navaja en la piel hasta que no sea capaz de recordar por lo que recaí en la autodestrucción corporal y es entonces, cuando el fantasma de lo que sentía reaparece ahuyentando mi nueva distracción y arrojándome en una honda tina rebosante de agua, del agua pura que no he sido capaz de recuperar desde el principio de mi demencia.
Cierro los ojos y pienso que este espeluznante espectro no me hará nada y que en mi imaginación, al menos he encontrado un poco de tranquilidad en esta realidad atormentada.
Siento una descarga eléctrica en todo mi cuerpo y mis ojos se abren para encontrarse con un lazo lleno de los sentimientos reprimidos enchufado a la fuente de energía que emerge de mis miedos.
La quimera de mi imaginación hace que agonice violentamente en su hechizo de momentos de paz que hace unos momentos me transmitía y mata cada fibra de electricidad positiva en mi cuerpo. No me muevo y no grito porque después de todo. Prefiero morir que regresar a la realidad de mi infierno.