Capítulo 16. "Él"

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—______, hay alguien en el teléfono para ti— dijo Ana con una sonrisa pícara. La miré sobre mis anteojos.

—¿Es importante?

Se encogió de hombros —Dice que te conoce de arriba a abajo— murmuró con la voz ahogada, antes de echar a reír y retirarse de mi oficina.

Un ligero sonrojo se posó en mis mejillas al darme cuenta del doble sentido de la oración. Fruncí el ceño, fingiendo confusión, y me paré de mi asiento.

—¿Hola?—pregunté con autoridad. El teléfono se encuentra a unos veinte metros de mi oficina, doblando por la oficina de Ana y una máquina expendedora de refrescos que sólo entrega Coca-Cola.

—¿Qué estás haciendo ahí? Creí que trabajabas como cajera— preguntaron del otro lado.

—¿Quién habla?

—El mago de Oz.

No respondí.

—Soy Splendorman.

—Ohh, claro... Hola, ¿Cómo estás?

—Meh, no me quejo. Excepto por el que venga a visitarte después de algo así como dos meses sin ver a mi mascota favorita y resulta que no estás en casa. Estás en una oficina de un banco donde supuestamente trabajabas como cajera.

—Wow, dame un respiro, acosador, no es el fin del mundo. Simplemente tienes que avisar cuando vas, trabajo casi diez horas al día y no estoy en mi hogar más que para dormir o jugar los pocos videojuegos que tengo.

No lo he mencionado, pero quise hacer algunas remodelaciones a la casa y por falta de dinero tuve que vender gran parte de mis consolas. Me dolió, pero valió la pena.

—Vuelve y jugamos los videojuegos que quieras, necesito comer algo y no quiero cocinar.

—Debes estar bromeando, osea... Tú eres el que mejor cocina de ambos, por favor.

—Ganas por cansancio... Pero trae los ingredientes.

—Pero yo n...— y colgó.

Resoplé. Al final de mi turno, suelo ir al baño y quitarme el uniforme ahí, pero si Splendorman quería que le lleve ingredientes, me tardaría a propósito. No sé si lo habían notado, pero adoro hacerlo enojar. No hay ninguna faceta suya que me haga reír más que en la que está furioso.

Al salir del trabajo, fui por un café, algunas galletas con chispas de chocolate, y algún que otro caramelo para el viaje. En vez de tomar el autobús como siempre hacía, fui a pie, y a mitad del camino me quité mis altos y dolorosos zapatos; compré algunos ingredientes básicos faltantes en mi cocina, y volví.

Apenas puse un pie dentro de la casa, noté que había algo raro; por lo general, dejo una radio encendida para no cagarme de miedo si vuelvo en la noche, o las ventanas abiertas, de manera que el sonido de los pájaros entre y, para matar dos pájaros de un tiro, se ventile y no sea necesario que limpie todos los putos días.

Pero esta vez, las ventanas estaban cerradas, y no se escuchaba por ningún lado la radio. Me habría espantado, más por el hecho de que no traía mi arma encima, si no fuera porque Splendorman había entrado a buscarme. Seguramente haya sido él quien cerrara las ventanas o apagara la radio, pensando tal vez que fui una distraída al dejar las mismas abiertas y/o encendida.

Como les decía. Como siempre, dejé mis zapatos y la comida tirados por ahí, me quité la chaqueta y la tiré sobre el sofá, y comencé a subir las escaleras a mi habitación quitándome al mismo tiempo mis medias y dejándolas en el mismo lugar.

Al entrar en mi cuarto y cerrar la puerta tras de mí, lo primero que noté fue que mi cama estaba desordenada, más de lo normal. Nunca hago mi cama, por lo que creí que Splendorman me había buscado ahí y al no encontrarme dejó la mitad de la sábana en el suelo. Luego, mi armario. Tenía dos puertas con pequeñas aberturas de madera, y podría jurar que atrás de las mismas algo se había movido. Reí al pensar que lo más obvio era que mi imaginación me estaba haciendo un broma, demostrándome lo cansada que estaba.

Esto... No Está Bien. (Familia Enderman y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora