Capítulo VII: La visita a David

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Al día siguiente me dirigí hacia la casa de David. Había salido en mi bicicleta de color púrpura para realizar un poco de ejercicio y aunque era bastante temprano llegué hasta su casa pasando los caminos pedregosos y toqué la puerta. Su padre, fue quién me abrió.

- Buenos días,  Andrés. Tanto tiempo sin verte por acá - Dijo el amable señor invitándome a pasar.

- Buenos días, señor. Disculpe pero ¿se encuentra David?

- Sí, está en el patio recogiendo las hojas que caen. Ya casi es otoño y los árboles empiezan a quedar deshojados como las aves que se quedan sin plumas.

- Sí, tiene usted razón. Gracias por atenderme, iré con él.

Dejé a su padre en la sala mientras iba hasta el patio de su casa a saludarlo cuando de pronto encontré a David muy pensativo.

- David, David ¿qué te pasa?

- Ehhh... Oh nada, nada. Solo pienso en algunas cosas nada más.

- Te noto algo melancólico - Me acerque a él para mirarlo mejor.

- Sí, bueno, es que no dejo de pensar en Miguel y en todo lo que te conté ayer - Suspiraba sosteniendo el rastrillo con el cual recogía las hojas.

- Tranquilo, todo estará bien. Solo vine a saludarte y a que me cuentes eso que querías decirme sobre el vídeo que vi de Amanda con el entrenador.

- Está bien, te contaré el porqué de todo.

David me guió hasta adentro de la casa sentándonos en la mesa de la cocina. Me invitó a tomar una taza de chocolate mientras conversábamos acerca del vídeo que había visto y de la confesión del día anterior. En las explicaciones detalladas que David me daba pude comprender el por qué Amanda era como era. Amanda solo me utilizaba para acercarse a los chicos con quiénes ella quería mantener relaciones sexuales y sacarles dinero para complacer sus gustos.

- ¿Por eso fue que hiciste eso, David?

- Así es, Andrés. Amanda solo busca a los chicos por interés, placer y conveniencia. 

- Pues, quiso acostarse contigo y sostener una relación conmigo.

- Lo sé, créeme que me arrepiento de no habértelo dicho antes y de haber dejado a Miguel. Por culpa de esa desgraciada mi vida es una completa porquería - David empezaba a llorar mientras su padre nos miraba y se acercaba.

- ¡Pasa algo, chicos? David ¿te encuentras bien?

- No, no es nada papá. No te preocupes. Solo me acordé de algo y ya. Está tranquilo.

Yo me mantuve callado y analicé que por la respuesta de David su padre no sabía nada de lo que le sucedía. Tal vez, era para no preocuparlo, pensé.

- Al parecer, tu padre no sabe nada al respecto ¿verdad?

- No, él no sabe nada y por favor no le digas. No quiero que se desilusione de mí. 

- Eres mi amigo, no le diré nada.

- Gracias.

David me dio un fuerte abrazo estrechándome contra su pecho. Al parecer, era el único en el que él podía confiar. A su vez, noté como se relajaba y se sentía mejor como si se sintiera amado y libre. Luego, volví a preguntarle algo.

- David, ¿por qué crees que Amanda hace eso?

- No lo sé ni me importa, Andrés. La causa por la que te mostré el vídeo es para que te des cuenta de cómo ella obtiene lo que quiere a causa de la felicidad de otros. Casi destruye nuestra amistad, hizo que perdiera a mi pareja y quién sabe cuántas cosas más no ha hecho esa mujer.

- Te comprendo bien, ya lo sé todo. Aun así, quiero saber algo más ¿por qué dices que ella no dejaba de pensar en mí?

- Yo que sé, no tengo ni la menor idea del porqué pero siempre te recordaba. Siempre, Andrés.

Eso era algo difícil de creer, Amanda que era una chica fácil la cual solamente quería satisfacer sus necesidades, ¿solamente pensaba en mí? Eso era bastante extraño. De pronto, comenzó a llover repentinamente y tuve que quedarme en casa de David todo el día. Él y yo la pasamos muy bien recordando cosas y compartiendo los gustos que tanto habíamos olvidado, fortaleciendo nuestra amistad mucho más.

El romance de septiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora