VIIJelousy
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La velada de la tarde, se alargó hasta la cena planeada ya con antelación. Las visitas presentes, esperaban con ansias a los siguientes invitados. Entre ellos familiares lejanos y amigos.
Arthur estaba en su recámara sintiéndose abatido y miserable. No había nada más terrible que ser tachado de inservible por su propio padre y hasta hermanas. Ser humillado y tener que hacer todo siempre obligado, por recibir la aprobación pasajera de su padre y conocidos, ya comenzaba a hartarlo. Pero ¿Qué podía hacer, si lo único entre manos era seguir los preceptos de su padre? ¡Qué daría por ser un hombre libre! Libre de pensar y cumplir sus más anhelados sueños, libre de permanecer donde mejor le sentara, pero sobretodo libre de ser él mismo, sin ser juzgado por su personalidad dócil y calma. Suspiró pensando en lo que hubiera sido de él, de no haber ido a la escuela militar y de llevar una vida más tranquila como cualquier joven de su edad. Pensó lo que sería cortejar una chica de su edad, quizás un poco más joven. Conocer el amor, estudiar en Boston y viajar hasta Londres. A ese lugar de ensueño del que todos tanto hablaban.
Dejó escapar un suspiro sostenido, mirando su reflejo en el espejo y notando cómo sus ojos opacos, eran una fácil expresión de su alma atormentada. Sintió pena de cómo la llama en su espíritu, jamás había sido encendida y sin embargo, se angustió de verla apagada. Como si todo lo que él fuera o hubiera podido ser, dejara de existir esa misma noche. Aun cuando había dejado de ser alguien desde sus doce años.
Miró la hora en el reloj de bolsillo que Kalahan le había regalado pasadas navidades, tras su regreso de West Point y supo que ya era momento de hacer acto de presencia.
Las dos jovencitas se disculparon con ambos militares, y subieron solo un momento para cambiarse de vestidos. Anne aprovechó para ponerse más hermosa, eligiendo el vestido que su madre había comprado para ella de sorpresa. Y Megan, dudaba si bajar al salón o inventarse una excusa para disculpar su ausencia. Pensaba que una velada más con el señor Wilson rondándole las espaldas, la volvería loca.
Pocos minutos más tarde, las dos hermanas se dispusieron a bajar, siendo escoltadas por Arthur quien lucía su uniforme gris oscuro, que tanto aborrecía. El de la escuela de West Point.
El señor Wauters dejó su mirada fija, siendo embrujado por la belleza atrapante de Anne. Su corazón agitado, galopaba como un caballo en batalla. Deseando salirse de su pecho para encontrarse con el de su preciosa Anne. Mientras tanto el señor Wilson, miró un momento fugaz a Megan y luego apartó la mirada, sabiendo que todo lo que de él viniese, sería rechazado.
Cuando Arthur llegó al salón, su padre le sonrió lleno de orgullo. Le abrazó los hombros y con dos copas de champagne, pidió a los presentes le dieran una calurosa bienvenida a su hijo.
-Señores, muchos de ustedes han oído hablar de Arthur, mi querido hijo. Pido a todos le den la hora buena, porque mañana partirá y se unirá al ejército del norte.
Todos los presentes aplaudieron afanosos, y felices de que por fin los chismes que circulaban por todas partes no fueran verdad.
Luego de recibir la noticia de que el único hijo varón de la familia Robards iría al ejército, los invitados ofrecieron sus felicitaciones, halagados de saber que en la historia de los Estados Unidos, cada vez se sumaban más hombres valientes. Y más en aquellos momentos de convulsión, respecto a una pronta guerra civil.
Por su lado, las señoras sonreían alagadas al darse cuenta de cómo el prospecto de marido que deseaban para sus hijas, forjaba un futuro mucho mejor del que ya ellas conocían.
La cena, se extendió hasta altas horas de la noche, y Megan se sintió tremendamente ofendida. Nadie la tomó en cuenta, ni tan siquiera sus propios padres. A diferencia del señor Wilson quien evitaba mirarla demasiado, para no recibir una reprimenda más por su parte.
Al notar cómo el coronel la observaba delante de los invitados, Megan sintió que su vanidad cobraba importancia, pero fue imposible que durara más de unos minutos, por tratarse de aquel viejo quéjico. Pensó disgustada: ¿Es que acaso Anne no podría hacerle un comentario a Wauters, su atractivo pretendiente, sugiriéndole que su hermana menor estaba también disponible? Sí, esa era una buena oportunidad. Wauters quizás tuviese algún familiar o amigo de buen parecer que quisiera desposarla. Sonrió al pensar en aquella vanidosa idea, pero nada de eso sucedió. Anne estaba tan ensimismada en el baile, en la cena y en las pláticas con el marino, que nada más podía existir en aquel lugar.
Megan permaneció en la sala de estar, sentada en una banca incómoda, y escuchando sin prestar atención a las diversas conversaciones que rondaban por las tres esquinas a su alrededor. Giró la mirada hasta el piano y recostado sobre este, estaba el señor Wilson sosteniendo un vaso de coñac, con la mirada perdida y llena de aburrimiento. Luego volvió a ver al sentido contrario, y dio con su madre quien conversaba con Anne y Wauters muy amenamente, mientras su padre conversaba con otro hombre que jamás había visto en ninguna otra reunión familiar. En la siguiente esquina, los sirvientes cuchicheaban con disimulo, mirando de reojo todo el movimiento realizado por sus dueños.
En definitiva, aquella cena había sido una de las peores veladas que había tenido en su vida y para Arthur también lo había sido. Podía notar cómo se abrumaba ante las preguntas insistentes de hombres importantes o señoras que intentaban "ofrecerle" urgidamente alguna de sus hijas. Se había aburrido como nunca, pero sobretodo la envidia ya comenzaba a carcomerla viva. Si antes resentía a su hermana por su belleza, dulzura y posición familiar al ser la hija mayor, esa noche la odiaba más por robarle algo que ella sentía le pertenecía. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por recuperarlo. Se preguntó para sus adentros, reflejando una sonrisa maliciosa e irónica: ¿Cómo un hombre podría ser la visita perfecta, para que el vínculo entre ellas se rompiera, y las volviera dos extrañas enemigas?
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Preciado Secreto (Romance historico- época) completo
RomanceFrancesca Pembroke es una mujer madura, que ha quedado viuda tras perder a su esposo en la batalla de Gettysburg. Arthur Robards es un joven aristocrático, enviado a la guerra civil para luchar por su país, pero al ver las vidas que la guerra se...