Capitulo 15

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XVInto you

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Richmond, 1864

Aquella mañana de sábado, pasamos gran parte del día arropados entre las cobijas, le conté sobre mi juventud y cómo mi padre organizó una boda que no mediaba en mi felicidad. Aquello pareció no sorprenderlo del todo, más bien parecía tener conciencia de ello en su propia piel. Luego me comentó con aire empático, que su padre buscaba lo mismo para él y que no solo le había obligado a ser militar, sino que tampoco le permitía casarse con ninguna mujer que él como cabeza de hogar, no hubiera elegido previamente. Me angustiaba ver cómo los propios padres, eran capaces de agobiar la vida de sus hijos de tal manera, y todo para obtener beneficios estúpidos. ¿No se supone que los padres, deben velar por la felicidad misma, tanto como por evitar la ausencia del amor en sus hijos? Al menos así pensábamos Arthur y yo. Quizás de haber sido madre hubiera sido la mejor de todas, pero ya era tarde para eso.

Sus manos rodearon mi cintura y un beso apasionado, me sacó de mis debates filosóficos. –¿En qué piensas Francesca?-

Preguntó con aire simpático.

–En cosas que solo una mujer de mi edad se cuestionaría.

–Deja ya de despreciarte por tu edad- me regaño cariñoso –Deja que mis besos y caricias, te hagan olvidarte de todo por un buen rato.

Poco fue lo que tuve que negar, pues para el momento en que iba a hacerlo, Arthur ya me estaba besando de la cabeza a los pies. Hundiendo su cabeza de trigo dorado, en cada parte de mi cuerpo y haciéndome reír a carcajadas como si tuviera veinte años menos.

No podía negarme a ser amada de aquella manera, Arthur tenía grandes habilidades para ver el mundo con otra lupa. Parecía un alma vieja sentenciada a vivir dentro de un cuerpo de niño. No sabía por cuánto tiempo más sería capaz de vivir bajo sus muestras de amor, sin que la realidad me hiciera despertar. Pero mientras lo nuestro durarse, quería aprovechar cada momento de la mejor manera. Amar y ser amada, bajo el yugo de un preciado secreto.

–Sabes, sería muy buena idea que me echaras una mano con la casa. Así que te tomo la palabra.

–Como usted ordene madame.

Arthur aceptó con voz de militar, a la vez que fruncía el entrecejo divertido. Fingiendo seriedad y madurez.

Me besó ambas mejillas y salió de la cama para dar un vistazo desde el ventanal de la cocina al jardín y a sus alrededores. Arthur asintió conforme y tras girarse sonrió, preguntando:

–¿Cómo era este lugar? Me refiero a... antes de la guerra.

Palmee el espacio vacío y helado en la cama, que mi cuerpo ya comenzaba a extrañar.

–Era muy distinto de lo que cualquiera podría imaginar. Veinte años pueden hacer maravillas o pueden destrozarlo todo para convertirlo en algo... simple.

Cuando vine por primera vez con Jonathan, la cabaña era en leños oscuros, aun mantenían la costra robusta de los árboles que se usaron para construirla. El pueblo tenía calles de tierra pelirroja y césped frondoso. Las casas que ahora nos invaden, no estaban. Tan solo era una especie de aldea sureña, con unas cuantas viviendas atestadas de varios miembros familiares. El río que está al este, en invierno rugía como un ermitaño sacado de su cueva. Ahora es un simple riachuelo que alcanza apenas para la comarca.

Antes de la guerra, la huerta estaba inundada en siembras frescas y retoños primaverales. Por ahí estaba el encierro de las vacas, por allá el de las cabras y las ovejas. En lo que hoy es el establo, había más de treinta gallinas. Todas eran ponedoras; los huevos que no usaba los vendía en el centro y en el mercado de la que fue un día la señorita Jacqueline-

Preciado Secreto (Romance historico- época) completoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora