1. Algo raro y divertido

157 15 3
                                    

Alex's POV

—Levántate Alexa... Alex, ¡levántate!

Dos manos frías sacudían mi cuerpo y yo sólo quería seguir durmiendo. Estamos de vacaciones. Vacaciones, lo que significa dormir hasta la hora que quiera.

—¡Ouch! —grité.

Abrí mis ojos de golpe y me encontré con el estrafalario cabello naranja de Sam. Su pijama es otro incordio más. ¿Quién usa una enorme carita feliz en su pijama? Miré su mano y en ella sostenía el cuerpo del delito. ¿En serio me pegó en la cabeza con ese libro? La fulminé con la mirada y ella decidió reírse como si fuera algo gracioso. Me levanté de un salto y ella huyó con velocidad. Estábamos haciendo un escándalo por toda la cabaña.

—Paren —interrumpió Kathe—. ¡Paren! —gritó al ver que no nos detuvimos.

—¡Me quiere matar! —dramatizó Sam mientras corría.

—¡Por tirarme "Cincuenta sombras de Grey" en la cabeza! —me excusé molesta.

—Paren, ¡ya! —gritó de nuevo.

Paramos de correr y Kathe nos dirigió una mirada de ira. Es una vieja precoz. No hay cosa que le moleste más que el desorden y no poder controlar la situación. Kathe se giró pensando que había logrado su objetivo y aproveché eso para seguir persiguiendo a Sam.

—¡Para, Alex! ¡Deja la rebeldía! —soltó Kathe.

—¡Y tú deja de ser tan controladora!

Turn down for what.

—Uhh, ¡golpe bajo, Kathe! —gritó Carter, el novio de Sam—. Pero Alex, ya para.

Fruncí el ceño y paré, Sam hizo lo mismo y suspiró.

Kathe miró su reloj.

—¡Oh, es tarde! Rápido, vayan a vestirse, es hora de desayunar.

Corrí a mi habitación, me puse una playera negra con el símbolo de la paz, unos jeans y una chaqueta negra. Lo pensé y es mejor que no lleve chaqueta, aquí habrá calor, y yo estoy acostumbrada al frío de Alaska. También me puse unas converse moradas que combinaban con las puntas de mi cabello.

Todos ya habían bajado, Sam vestía tan hippie que daba náuseas, Britt como siempre de negro de pies a cabeza. Kathe se inclinó por un vestido color pastel y los chicos con pantalones cortos multicolores. Parecía que los compraron juntos por mayor.

Cada cual tenía un pequeño bolso o mochila donde guardaba el traje de baño, bloqueador, bronceador, toalla y demás artilugios playeros. El reloj marcaba las ocho y treinta cuando salimos de la cabaña a comer. Frente a la puerta nos encontramos unos Moáis en miniatura. Siete en total. Raro, pensé. Cada uno tomó uno y lo metió en su mochila.

Fuimos a una pequeña choza muy pintoresca que te ofrecía gran variedad de opciones. Cada uno eligió a su gusto. Yo comí huevos fritos, tostadas y tocineta. Todos me prohibieron pedir Coca-Cola en el desayuno, así que la cambié por jugo de frutas tropicales.

Chillé de la emoción cuando vi un cuenco de cerezas. ¡Dios, las amo! Sin dudarlo, me llevé unas cuantas a la boca. Y bueno, para resumir, comí demasiado. Por suerte, como mucho, pero sigo siendo la más delgada de nosotros.

—¡Alexa Snow! —gritó Sig—. ¡Déjame cerezas!

—Nunca —desafié metiéndome unas más a la boca.

—Malvada.

Tomé algunas cerezas más y las guardé en mi bolso. En una tienda cercana, compré Coca-Cola y Nutella. Sam me repitió que caería en un coma diabético, pero no me importó.

¡No de nuevo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora