Los berridos de júbilo del presentador dan paso a una rubia que aparece en una de las enormes pantallas que muestran nuestros rostros antes de disparar. Su dulce voz da paso a la más amarga de las realidades. Según ella,las redes sociales echan chispas. Los valores de nuestra sociedad están podridos. Una imagen y una frase quedan grabadas en mi mente.
La primera es una fotografía de un espectador que mira impaciente el programa mientras come de un bol lleno de palomitas. La segunda es aún más fulminante. ¡Queremos ver sangre y lo queremos ya! La crueldad en treinta y ocho caracteres. El sadismo en siete palabras. El mundo se volvió loco. Y esa locura empieza a apoderarse también de mí.
Cierro los ojos para evitar llorar de impotencia. Tiemblo con la rabia. ¿Cómo puede ser cierto? ¿Dónde quedó la humanidad? ¿Cuándo se perdió la distinción entre el bien y el mal?
Por más que mi vista alcanza no veo más que engendros sin alma, fantasmas en vida, vacíos por completo. Sus risas, sus aplausos, su alegría al contemplar como nuestras vidas pueden poner fin al apretar el gatillo. ¿Realmente quiero la libertad? No. Lo que quiero es matar a todas estas personas, desear que ellas y sus seres más queridos pasen por el mismo infierno que yo.
El ruido aumenta mi locura hasta rozar la histeria. Pierdo la noción del tiempo. En el plató ya no hay personas, sino esqueletos. ¡A la mierda la libertad! ¡Ya no quiero vivir más! ¡No quiero seguir formando parte de esta manzana putrefacta! Mi único deseo cambió. Quiero ser destruído por esa bala.
Pero hoy no es mi día de suerte. El destino, o la propia muerte, está en contra de este juego, y ni yo ni mi rival habíamos muerto tras dos nuevos turnos. ¡Maldita sea mi suerte!
—¡Dios mío!
No metas a Dios en esto. Si alguna vez existió, hace tiempo que nos abandonó al ver que no teníamos remedio. Yo habría hecho lo mismo.
—¡Llegamos al punto más caliente de la noche! ¡Es un todo o nada! ¡Los dos definitivos disparos que decidirán quien de los dos vivirá!
Ojalá haya dos balas, para poder ser libres de una vez.
—No, señoras y señores, ¡aquí no hay trampa ni cartón! ¡Si hemos llegado hasta esta situación fue por orden del azar!
Vaya ocurrencia. Un orden del azar. Ni que el libre albedrío pudiese ser organizado. De ahí su ser, su esencia. El azar no ordena nada, solamente actúa, fluye. Si es que existe. Todo se resuelve bajo la razón y los números. Existía una posibilidad de que esto ocurriese. No es un acto del azar, es pura matemática.
—¡Quedan treinta segundos para cerrar las últimas apuestas!
Una cuenta atrás gigante ocupa por completo todas las pantallas. Ni ellos mismos tenían previsto que esto ocurriría así.
Ni yo.
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Seis disparos
ActionLa historia de la televisión está a punto de cambiar. Esta noche se emite el programa con el que empezará a una era. Dos condenados a muerte se enfrentarán cara a cara. Un revólver y una bala. Nada más hace falta. La muerte o la libertad.