Fuego. Las llamas se expanden por mi cuerpo con rapidez. Me arde la piel. Siento como si alguien estuviera tirando fuerte de ella. Intento gritar con la intención de liberar en un grito todo el sufrimiento que estoy sintiendo, pero no puedo abrir la boca. Pongo todo mi empeño en hacerlo, pero barreras transparentes convierten mi voz en apenas un suspiro.
Entonces los veo. Me miran fijamente con los ojos vacíos, sin ningún rastro de emoción en sus caras. Es como si fuera invisible.
Me estoy quemando, estoy ardiendo y voy a explotar, pero siento que nadie puede ver mi incendio, nadie es capaz de atravesar todas las paredes que ocultan mi corazón y llegar a ese órgano que bombea sangre. El mío bombea dolor y miedo. Soy invisible. Nadie puede verme realmente, nadie puede descubrir quién soy. Me estoy hundiendo en mi propio mar y no hay nadie capaz de arrojarme un maldito salvavidas, algo a lo que aferrarme y llegar a puerto.
Me quedo sin aire.
Me ahogo.
No soy nada, soy el último suspiro que me queda.
Lo último que veo es mi cuerpo hundiéndose, arrastrándose lentamente hasta el fondo del mar. Me veo a mí mismo desde fuera, como si fuera otra persona. Intento ayudar a esa otra persona que soy yo, pero ni siquiera yo puedo conseguirlo. Cuando veo a mi otro yo cerrando los ojos y fundiéndose con la oscuridad del mar, todo acaba. Entonces, despierto.
Me cuesta respirar. Mi cabeza es un bucle en el que no paro de repetir el mismo sueño. Una y otra vez. Me veo perdido en sueños y me da miedo estar tan ciego como para no darme cuenta de que realmente lo estoy.
No recuerdo cuándo creé mi mundo interior, ni siquiera sé qué es con exactitud, pero intentaré explicároslo. Mi mundo interior no es una ciudad ni un pueblo, tampoco es un puente que conecte diferentes partes de mí, como si la unión de varias ciudades creara un país en mi interior. Mi mundo interior es un bosque. Un bosque profundo y misterioso en el que me escondo cuando no quiero dejarme al descubierto, cuando la realidad puede conmigo. Mi bosque no tiene criaturas fantásticas, brujas ni nada por el estilo. Tiene algo mucho peor: todos mis sentimientos corriendo. Me los imagino compitiendo en una carrera para ver quién es el primero que consigue llegar a la meta, el que sale del bosque.
Ahora siento que mi mundo interior está destrozado. Desbordado como si todas las catástrofes naturales hubieran hecho eco en él. Como si alguien hubiera entrado a la fuerza, destrozándolo todo, proclamando la Tercera Guerra Mundial. Y ahora mi bosque, que no es un bosque, soy yo, es solo las ruinas de un pasado glorioso.
Aprieto la cara contra la almohada mientras las lágrimas salen. Simbolizan toda la incomprensión y miedo que siento. Me abrazo a la almohada porque es lo más cerca que estoy de que alguien me abrace.
Necesito que alguien me envuelva en sus brazos y me diga que no estoy solo, que no soy el único que vive de esta forma.
Lo voy a hacer. Llevo demasiado tiempo pensando en hacerlo. Nunca me he atrevido porque pensaba que en vez de desahogarme al hacer partícipes a otros de mi miedo, también los haría parte de mi dolor y siento que mi dolor es mío. No quiero que nadie más cargue con esta cruz.
Enciendo el ordenador y tecleo elarmarionoesbuenlugar.com.
Cientos de días leyendo los problemas de otros y ahora voy a ser yo uno de los que cuente el infierno en el que vive. Cientos de días viendo cómo usuarios de esa página ayudan a personas con los mismos problemas que tengo yo y nunca he tenido el suficiente valor de abrirme a ellos.
Presiono en el apartado muro, donde todos escriben abiertamente con pseudónimos cómo se sienten.
Sé que si mamá o cualquier otro miembro de la familia descubriera que he estado en esta página, el castigo no sería leve. Todos tenemos terminantemente prohibido ver cualquier serie o película con referencias homosexuales, ya que inculcan unos valores dañinos y no apropiados. No quiero imaginar cómo se pondrían si descubrieran que su propio hijo va a escribir un mensaje desahogándose en una página para personas homosexuales. Por ello, decido esconderme bajo la falsa seguridad que me da un pseudónimo.
MundoInterior.
Ese será.
Intento organizar las ideas en mi cabeza y decidir cómo voy a explicar todo lo que necesito decir. Tras un rato intentando hacerlo, decido dejarme llevar y que sean las palabras las que hablen por sí solas.
Ahora me toca a mí contar mi historia:
"Escribo aquí porque siento que si sigo guardándolo todo dentro, acabaré explotando y no quedará nada de mí. Mi familia me quiere. Lo sé. De eso estoy seguro. Pero tienen una mentalidad cerrada y sé que si supieran que me gustan los chicos, probablemente pensarían que estoy enfermo, tratarían de curarme, o peor incluso, me dejarían en la calle. Vivo con miedo de que algún día no pueda más y acabe estallando. Tengo miedo a su reacción. Me aterra pensar de qué forma puedan reaccionar. Siento que no soy yo mismo, ya que hay una parte de mí que tengo que mantener escondida. No puedo hablar con nadie de esto, porque todo mi entorno tiene una mentalidad similar o incluso más estricta que la de mis padres.
No busco encontrar amigos aquí, ni tampoco dar pena. Simplemente creo que hoy necesito ser yo el que cuente su pequeña historia. Sentir que no soy el único que vive de esta forma. Espero que podáis aconsejarme, ya que estoy completamente perdido. Gracias por leer esto.
Hasta pronto. Espero." –MundoInterior.
Refresco la página un par de veces, esperando encontrar alguna respuesta a mi mensaje en el muro. Realmente no sé a qué espero. No creo que haya nadie despierto a las cinco de la madrugada, y mucho menos que ese alguien esté metido en esta página, leyendo los problemas de los demás.
Cuando estoy a punto de cerrar las páginas y apagar el ordenador, me llega un aviso de la página web. Lo que más me sorprende es que no es una respuesta en el muro, que es como todos suelen responder a los que cuentan sus problemas. Es un mensaje privado que obviamente solo puedo leer yo.
Decido ir a mensajes directos para descubrir qué contiene el mensaje. El remitente es un tal AlejandroMP.
Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras leo el mensaje.
"Mira, no te conozco de nada. Ni siquiera sé por qué te estoy contestando. Pero creo que alguien que te quiere de verdad, nunca se avergonzará de ti. Ser gay no te hace ser otra persona diferente a la que eres. Tu comentario ha hecho que tenga una curiosidad inexplicable por saber más de ti. Puede que parezca un maldito psicópata, pero te dejo mi número por si te apetece hablar: 6843920299. No busco amigos, los tengo. Simplemente pienso que nadie debería avergonzarse por ser como es. Recuérdalo."
Incapaz de contestar, releo el mensaje un par de veces. Luego cierro la página e intento volver a dormir. No pego ojo en lo que queda noche. Me asusta darme cuenta de la razón que tienen sus palabras.
Mi cabeza repite una y otra vez las mismas frases:
Nadie debería avergonzarse por ser como es.
Alguien que te quiere de verdad, nunca se avergonzará de ti.
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