IV

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  Entre tanto filosofar se había distraído de toda la situación que la rodeaba, al volver a la realidad fue como zambullirse en agua helada. Ya no veía a su hermana por ningún lado, le empezó a faltar el aire y casi se descompensa cuando la vio recostada en el pasto con un hombre haciéndole aire con las manos.

  ¿Tienen hermanos chicos? ¿Menores de 10 años? Imagínenselos tirados en el pasto al costado de una carretera, cubiertos de sangre, con moscas volando sobre el o ella, si no fuera por las casi imperceptibles respiraciones que dejan salir perfectamente podrían pasar por muertos, algo bastante desgarrador, ¿no?

  Se arrodillo al lado de su hermana, le hablo, le hablo y le hablo; balbuceaba su nombre, le daba mínimos empujoncitos, todo para que no perdiera la conciencia. Vio una sombra que tapo el sol que abrazaba a su hermanita, levanto la vista y ahí estaba el: su abuelo, Don Cacho, Baldo... Tenía un collarín así que no podía mirarlas a ellas, fue cuando reacciono, si su abuelo tenía un collarín eso significaba que había llegado la ambulancia, lo que conllevaba en que iban a atender a Mariaclara, que parecía a punto de perder el conocimiento por completo. Un paramédico apareció con dos collarines más y los coloco en las cervicales de Mariaclara y su hermana, pusieron con cuidado y delicadeza a la pequeñita en la camilla, casi como si fuera una muñeca de porcelana. Se la llevaron a otra ambulancia mientras a ella le pidieron que se quedara en el costado de la ruta

  La habían apartado de ella.

  ¿Acaso podía su alma soportar eso?

  La respuesta es no.

  Comenzó a vociferar todo tipo de obscenidades a cualquier ser humano que se estuviera interfiriendo en su camino a la ambulancia donde se encontraba su muñequita de porcelana. Por fin un paramédico logro retenerla como para examinarla de forma rápida. Al subir a la ambulancia noto que su abuelo no estaba ahí.

  -¿Dónde esta mi abuelo?- Su voz sonaba más ronca que antes.

  -Lo están llevando en otra ambulancia- esa enfermera no parecía muy amigable, puesto que el tono que uso para contestar fue brusco y arrogante, o más que arrogante, irritado; como si le molestara que preguntase donde estaba su abuelo.

  Por lo que le dijo la otra enfermera (que si parecía amable y compasiva) estaban yendo hasta un pueblo llamado Larroque, a los 15 minutos de viaje le pregunto a esa misma enfermera que había pasado con su abuela. La uniformada de blanco negó saber algo sobre eso.

  Al llegar a la policlínica las condujeron a una sala con 3 camillas separadas una de la otra con una cortina, su abuelo ya estaba allí. La sentaron en la camilla del medio y dos enfermeras se acercaron a preguntarle cosas que ya le habían preguntado unas 3 veces a lo largo del viaje.

  -¿Cómo te llamas?- pregunto la más bajita de las dos

  -Milagros Martínez.- ¿Cómo es que todavía hablaba de forma tan educada sin perder la cordura?

  -¿Cómo fue que paso el accidente?

  -Mi abuelo iba manejando y se salió de carril y se dio contra un tractor

  -¿De donde vienen y a donde estaban yendo?

  -Somos todos de Montevideo y estábamos yendo a Rosario

  -¿Sabes tu cédula? ¿Me la decís?

  ¿Estas preguntas seguían algún orden específico?

  Luego de dictarle los números de su cédula, la enfermera le pidió números de teléfono con los cuales pudieran comunicarse.


Pesadilla, ¿con o sin fin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora