X

17 1 0
                                    


   Su madre le hizo un gesto indicándole que se acercara a ella, Silvia, Sebastian el hermano y Sebastian el ex esposo. Sintiendo todo el peso del mundo sobre los otros dejó el auto y abandonó a los perritos que salieron corriendo uno atrás del otro correteando sus colas, se paró entre sus progenitores.

- Mira Milagros, con tu padre ya decidimos que vamos a hacer: él se va a tomar un ómnibus hasta Paraná mañana de mañana y yo me voy a quedar hasta la cremación de la abuela y después me voy a Paraná también; a vos y al abuelo los va a llevar Marquitos (papá de Silvia) hasta Fray Bentos y se van a quedar ahí unos días. Después de que la cremen a la abuela va a pasar el tío Seba y los va a llevar a Montevideo de vuelta. - ¿Qué? ¿What? ¿Cómo podían hacerle eso? Mandarla lejos de ellos, no dejarla acompañarlos, algo demasiado inadmisible.

- Pero yo me quiero quedar con ustedes, quiero estar cuando la cremen a ella, quiero ir a Paraná a ver a Mariaclara- sonaba cómo una nena caprichosa a la cual no le compraron un juguete- no me pueden mandar a Fray bentos... -

- Lourdes, capaz tendríamos que dejar que se quede...- el incompetente de su padre había abierto la boca (y digo esto porque la idea de mandarla a Fray Bentos resultó haber sido de él) 

   Se produjo un intercambio completamente pacífico y civilizado de insultos, gritos y recriminaciones que termino en lo mismo: la iban a mandar a Fray bentos. Buscó el auto en el que la iban a llevar y se sentó en el asiento de atrás del acompañante, miró la hora en un reloj digital al lado del volante, faltaban 50 y pocos minutos para el 14 de febrero. En ese momento su abuelo entró al auto y se sentó en el asiento delante de ella... y lloró. Lloraba casi en silencio, apenas se escuchaba cuando hipaba o cuando succionaba con la nariz, pero ella lo escuchaba y sentía, sentía el caer de cada lágrima, el dolor de cada sollozo. Pensándolo ahora era como música, la obra era su llanto, estaba siendo tocada pianissimo pero igual que en la música no importaba que tan piano lo tocara, su público podía escucharlo de todas formas.

   Era la primera vez que lo veía llorar, él siempre se había mostrado fuerte y duro por fuera. El verlo llorar era toda una nueva experiencia, no sabía si debía decirle algo o abrazarlo o quedarse callada, eligió callar.

   Más o menos a los 10 minutos llego Marquitos, se sentó en el asiento del conductor y les preguntó si estaban prontos, con leves acentos de cabeza dieron una afirmación por respuesta y así emprendieron viaje.

   Después de casi una hora de llegaron a la peor parte del viaje: el puente. Ese puente que une fronteras, que une países, que une personas, o en este caso las separa. Hacía rato que los dos hombres hablaban de cosas cómo política, economía y asuntos aburridos y ella cada vez se sentía cada vez más alejada, más distante y más somnolienta. Hasta que se entregó por completo al sueño.

   Se despertó solo cuando la zarandearon un poco al llegar a la casa donde iban a quedarse, el reloj del auto marcaba las 3:20 del día de San Valentín, habían estado (literalmente) 3 horas en el puente. Se bajó del auto, agarró su bolso y entró a la casa, no era la primera vez que iba, había ido varias veces con Marcelo y ya sabía en que cuarto se iba a quedar; era un cuarto bastante chico con una sola cama que estaba apoyada contra una repisa llena de biblioratos y cuadernos, ese era antes el cuarto de Silvia y esos eran documentos y archivos de cuando ella estudiaba y de sus primeros años de trabajo. Al costado de la cama había un espejo apoyado en el piso, dejó su bolso en frente del espejo cómo solía hacer cada vez que iba y se miró en la parte que no quedaba tapada por el bolso, sus piernas estaban llenas de moretones, levantó un poco su musculosa y también tenía en la panza unos pocos cortes y moretones, cómo no podía verse entera en el espejo se sentó para verse la cara, en el hombro derecho tenía un corte/raspón del tamaño de su mano provocado por el cinturón del auto y también tenía los brazos un poco lastimados. No soportó más verse así y se metió en la cama, al apoyarse sobre sus hombros para acomodarse sentía un dolor punzante y abrazador en la espalda y los hombros.

   Cuando por fin se acomodó solo cerró los ojos justo cómo había hecho en el auto y se sumió en un profundo y nada tranquilo sueño.  

Pesadilla, ¿con o sin fin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora