Capítulo 2. Empieza la guerra.

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28 de abril de 2012. Eran las doce del mediodía, o como dirían los resacosos de aquellas horas en aquel lugar, de buena mañana. El joven de las rastas dormía solo en la tienda, se despertó del calor que hacía allí dentro y por culpa de alguien tocando los bombos. Al final se levantó a desayunar. Aunque eran todos en el saco de dormir, incluso las vecinas. El joven de gafas que escuchó como entraba alguien en la tienda a por comida, decidió salir del saco de dormir. -¿Qué? Zampando, eh... -. Le dijo al joven de rastas. -Si tío, ya hace rato que estoy despierto, entre el calor que tenía dentro de la tienda y alguien venga a tocar los tamborcitos, he tenido que salir de allí porque sino me volvía loco-. -Te vuelves loco y para evitarlo vienes a hartar-. Le respondió el de gafas entre risas al de rastas.

Una vez todos levantados se fueron a comprar la comida y la cena de ese día. -Bueno, ¿qué es lo que queréis para comer hoy? -. Dijo el joven de la melena. -Pasta, a mí me apetece pasta-. Dijo la del pelo azul. -Yo con dos barras de pan me sobra. El fiambre ya lo llevaba de casa-. Dijo el de rastas. -De acuerdo, comeremos pasta. Ahora la bebida. Según acordamos antes de venir al festival, compraríamos vino y cola-. Dijo convencido el de los rizos. -Todos de acuerdo, ¿no?. Pues pillemos la cola y el vino-. Respondió el de las rastas. Cuando ya tenían toda la compra se dieron cuenta de la inmensa cola que había. Como mínimo se pasaron cuarenta minutos allí esperando que la cajera les cobrara. Cuando esto sucedió, antes de que los empezaran a cobrar pasaron por allí las vecinas. La pelirroja y la chica con tirabuzones, -¡Eh! Vamos hacia dentro a por la compra, hasta después-. Dijo la pelirroja. Los amigos del joven de rastas lo único que hicieron fue saludar. Cuando el joven vio que sus amigos volvían el saludo él, tímido se quedó atrás.

Una vez ya en el camping, pusieron la mesa para comer. Al poco rato llegaron las vecinas que se sentaron también en mesa. Como todavía no se había sentado nadie de los amigos del joven, éste se sentó junto a la pelirroja, ya que era de su mismo pueblo y según su cabeza tenía más oportunidades, ya que si en el festival no conseguía nada, lo intentaría en el pueblo. Al principio iba sin ninguna intención de nada, pero cuando quiso, de nuevo aquella maldita timidez del joven se la jugó. Y ésta, la timidez, ganó la batalla. Lo único que hizo fue escuchar lo que hablaban. Sin embargo, poco a poco la confianza entró en batalla con la timidez, y le ganaba tímidamente su terreno.

Después de un rato empezó a hablar con ellas, junto a sus amigos. -¿Y de qué parte de nuestro pueblo vives tú? -. Le preguntó el de rastas a la pelirroja. -Pues, a ver. ¿Tú sabes dónde está el puente donde hacen el mercado?. Pues por esa zona más o menos-. -¡Ah! De acuerdo, ya sé por dónde dices. Yo vivo, creo que casi en la otra punta de donde vives tú. Yo vivo en la entrada sur. Cerca de la Ronda del Veinticinco de abril-. Al terminar de comer los amigos del joven se esparcieron. Los chicos se encerraron en la tienda de campaña jugando a las cartas mientras la chica de ojos azules miraba como jugaban. Y la chica del pelo azul se fue a dar una vuelta. El joven no tenía ganas ni de jugar, ni de mirar, sólo quería ir de conciertos, pero nadie quería. Las vecinas, con otro vecino que se unió a las tiendas de los amigos del rastas, propusieron ir de conciertos. El joven sin pensarlo dijo que sí. Y decidieron ir los vecinos y el joven de rastas de conciertos. Al joven no le pareció mala idea lo de ir los cuatro de conciertos.

El vecino y el joven con rastas aprovechaban para hablar de las chicas en tanto iban por delante o estaban en el baño. Casualmente a cada uno le gustaba la contraria que el otro. -Eh tío, ¿a ti te gusta alguna de estas? -, Le preguntó el vecino al joven. -A ver gustarme, tanto como eso no, pero la que si que me hace gracia es la pelirroja. Y a ti, ¿te gusta alguna? - Dijo el joven. -Ostras, pues a mí me gusta la otra, la de tirabuzones-. Contestó el vecino. Así que pasó lo que no se esperaba nadie, excepto el destino. La confianza al fin ganó la segunda de las batallas a la timidez. Los dos decidieron intentar ligarse a las dos chicas, dado que el no ya lo tenían, poco había que perder. Este día si que coincidían algunos conciertos, el primero de ellos Obrint Pas y Koma. -Yo me prometí llevar la estelada para el concierto de Obrint Pas, aunque coincidiesen con Obús o Barón Rojo.

Sintiéndolo mucho, yo no voy al concierto de Koma-. Le dijo el joven de rastas al vecino. -De acuerdo, pues me voy solo a ver si veo a mis amigos-. Y fue cuando el joven se quedó solo con las dos chicas. Es cuando ve que Xavi Sarrià y sus compañeros de Obtint Pas empiezan a salir. El joven empuña el palo de la bandera y empieza a bailar "Coratge", "El Cant dels Maulets", "La Malaguenya de Barxeta", y todo el repertorio que tocó Obrint Pas con la estelada bien alta. Cada vez que alguien se le acercaba le daba apoyo. Lo que le era extraño es que si hubiera salido con esta bandera por las calles de donde vivía hace un tiempo, lo hubieran pillado contra una pared, lo hubieran apalizado y le hubieran roto la bandera.

De concierto en concierto y la noche paró y dio paso de nuevo a un viejo conocido llamado sueño. De nuevo, para el joven de rastas, fueron a dormir demasiado pronto para su gusto. También hay que decir que el tiempo no acababa de acompañar, ya que empezaba a llover. La guerra no había hecho más que empezar. Y batallas entre dos legendarios comenzaría pronto a resonar en el joven con rastas.

Guerra por amor (Versión Castellana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora