No besos.

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Después de unas cuatro extensas entrevistas realizadas toda la mañana, finalmente tengo algo de tiempo para mí y poder disfrutar de la ciudad junto a Amber. Ella había decidido quedarse en el hotel descansando, ya que el viaje la había dejado abatida. La verdad es que a ambos nos había dejado cansados, pero como este viaje para mí era de trabajo, mientras que para Amber era unas cortas vacaciones antes de entrar al instituto, por más que quisiera acostarme y dormir una siesta ahora, tenía la obligación de hacer de este viaje, el más importante de mi chica.

—¿Qué estas comiendo, puerca? — Aparezco en el comedor del hotel sorprendiendola por la espalda. Paso mis brazos por su cadera posando mis manos en su estómago y dejo un casto beso en su mejilla derecha para sentarme a su lado, quitando a Dan de allí.  

—  ¿Hace cuánto llegaste? Y no me digas puerca, tú eres el que está gordito y excusa al ángulo. —Saca su lengua mofándose de mi, pero más que sentirme ofendido me causa gracia. — Y estoy comiendo un «ratatoullie» — Finge un acento francés haciéndome soltar otra carcajada.

— ¿Estás comiéndote una rata? Pensé que eras vegetariana. — Frunzo el ceño observando su plato de más cerca buscando algún signo de ratón cocinado. Alguna cola o algo por el estilo.

— No idiota. — Da un ligero golpe en mi cabeza. - Son verduras fritas, no podría comer algo que tenga animalitos, de solo pensar que sufrieron para estar en mi plato me da una sensación de culpa y no puedo.

—Bueno, no puedes culparme por ser un cavernicola así que iré a pedir spaghettis con salsa boloñesa. — Amber refuta con su cabeza observándome de reojo. —Puedes pedirme cualquier cosa, excepto dejar la carne, es mi debilidad. — Hago un puchero. —Así como tú eres una debilidad, la carne también es.

— ¿Soy tu debilidad? —Pregunta alzando sus cejas. Oh no. Su rostro sólo me indica que algo está tramando y no es bueno.

— Amber, lo que sea que estás pensando no lo haré... —Advierto cuando la veo esbozar una sonrisa sin mostrar sus dientes.

—Haz dicho que soy tu debilidad, así que elige. Si comes carne ahora, no podrás besarme hasta que este viaje en Francia se termine. Si no comes, bueno, podrás seguir dándome besos... Cuando quieras y donde quieras. — Lo último termina por susurrarlo en mi oído y la veo alejarse mordiendo su labio inferior, tentándome a saltar sobre ella y besarla hasta saciarme. — ¿Qué dices? — Sonríe coquetamente, pasando su dedo por mi mandíbula.

— Eres mala.

—¿Entonces? — Vuelve a cuestionar pasando su mano por su cabello. Estaba apunto de decirle que sí, cuando veo a un camarero pasar con una bandeja de mis spaguettis favoritos.

— Lo siento cariño, puedo besarte cualquier otro día pero no me perderé esos spaguettis.   — Me levanto de mi asiento y literalmente, corro hacia la barra para pedir mi menú.

— ¡Tú te lo pierdes! — La escucho vociferar y cuando la miró me saca la lengua, produciendo a risa de Dan y Alisson que estaban presente.

Después de recibir mi almuerzo, Amber me ignora todo el tiempo que estoy sentado, charlando con Dan de cantantes de los ochenta. Trato de llamar su atención colocando mi mano en su muslo pero ella la arrebata inmediatamente y se aleja unos centímetros. Me causaba gracia todo este juego que había creado pero comenzaba a extrañar sentirla cerca de mi.

En el tiempo que terminó de comer, asciendo a la habitación para lavarme los dientes siguiendo los pasos de Amber que iba unos más adelante que yo. Abre la puerta y se encamina hasta su maleta exhibiendo un sueter gris. La observó desde el baño y cuando acabo de lavarme los dientes, me acercó hasta ella que está concentrada en su celular.

Esther ➸ j.b (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora