Esther, mamá adoptiva y cliente estrella.

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CAPÍTULO DOS 

Amber desplazó inmediatamente la idea de los pescados (o peces como ella me corrigió), por lo que comenzó a mostrarme distintos animales como opciones, pero ninguno lograba convencerme. Lo bueno es que tenia mucha paciencia y lo agradecía. Si hubiese venido con algunos de mis amigos, ya me hubiesen abandonado.

— ¿Un gatito? — Preguntó nuevamente, apuntando a unos gatitos de unos tres meses durmiendo juntos. La imagen me causo ternura, ¿a quien no le causa algo en el interior al ver gatitos bebés dormir? Es decir ¡son gatitos! ¡Todos amamos a los gatitos!

— Ya tuve uno, tampoco funciono. — Me encogí de hombros. — Quizás, simplemente deba irme, para este mundo no hay lugar para una mascota y Justin juntos. — Dramatice, llevando una mano a mi pecho.

— Famosos. — Susurró Amber al parecer para ella, pero logre escucharla. — No digas eso, ya encontraremos uno, pinky promise. — Me mostró su dedo mellique y captando la indirecta, entrelace el mio con el de ella.

— No miento cuando he estado mucho tiempo buscando, será imposible que tu logres encontrarme uno. — La reté.

— No me subestimes Bieber. — Se cruzo de hombros. — Yo no me doy por vencida tan rápido. — Una sonrisa de autosuficiencia apareció en su rostro y no pude evitar sonreirle devuelta.

— No lo hago, solo estoy siendo realista.

— No me lances tu malas vibras, ya verás que cumpliré mi palabras. — Minutos después, Amber cumplió su palabras. Allí estaba ella, era perfecta para mi. Me había enamorado a primera vista de una silky terrier.

—¿Entonces? ¿Qué tienes para decir ahora? — Cuestionó cruzándose de brazos, mientras tenía a la cachorrita entre los míos.

— Lo siento por adelantarme a los hechos. — Reí y volví mi atención a la pequeña canina, era del tamaño de la palma de mi mano. Era adorable. — ¿Tiene algún nombre?

— Nop, no le colocamos nombres para no encariñarnos o al menos yo, soy muy sensible cuando se trata de animales. — Se encogió de hombros mientras iba detrás del mesón. Una idea se me paso por la mente.

— ¿Quieres colocarle un nombre? No soy muy ingenioso realmente con ellos. — Rasque mi nuca. — A la mascota de mi amigo, le aconseje que le pusiera Blanca, por que era de ese color. — Amber se rió.

— Uhm, estaba leyendo una historia ayer de la diosa babilonica Isthar, en resumen es la diosa del amor y la guerra, pero me ha gustado muchísimo toda la historia, así que podría llamarse Esther, que es un derivado.

Sonó como toda una geek de la historia. Chica inteligente, me agrada. Era muy difícil en estos tiempos encontrar chicas así, o al menos en mi industria donde lo único que valía en sus vidas eran cuanto maquillaje Mac deben de tener o cuantas Louis Vuitton deben comprar.

— Esther... Me gusta.

— Claro que te gusta, yo di la idea. — Guiño su ojo derecho con coquetería y negué con mi cabeza, ignorando el revoloteo de mi estómago.

Me parecía a un crío teniendo su primer flirteo con alguna maestra. Diablos Justin, ¡eres Justin Bieber! No deberías sentirte así, normalmente son ellas las que deben sentirse así respecto a ti.

— ¿Te gusta Esther, pequeña? — Hablé a mi perrita. — Esther Bieber Sawyer, suena bien.

— ¿Por que Sawyer? — Dejó de anotar algo en la libreta y me miró.

— Por que eres su madre adoptiva.

— ¿Perdón? — Rió nerviosa. — Ni siquiera he aceptado ser tu pareja o la madre de tus mascotas.

— Ahora no, pero pronto dirás que si. — Sonreí.

— ¿Justin Bieber está coqueteando conmigo? ¿Con Amber Sawyer? ¿La ignorada del instituto? ¡Oh por Dios! ¡Mis amigas no podrán creerlo! — Fingió emoción.

— Búrlate todo lo que quieras Amber, pero yo también cumplo mi palabra. — Me acerque a la mesa, quedando frente a frente con ella. Algo así como un enfrentamiento. Turn Down For What sonó en mi mente. — Tú estarás colada por mi y Esther tendrá a su mami. — Ella rodeo sus ojos azules.

— Pensé que tenías novia.

— ¿A quien involucraron conmigo ahora? — Suspiré. Normalmente la prensa me dejaba como el patán que utilizaba a una chica cada semana, cuando lo que pasaba realmente es que solo las conocía y listo. No es como si a cada una me las llevará a la cama, firmar un contrato de confidencia y patada en el culo, vete a tu casa.

Quizás lo fui en un tiempo, pero estaba cambiando. Había actuado muchas veces como un gilipollas el año que paso, pero ya no más. Algunas veces simplemente sufres la caída que te merecías y que te hace dar cuenta en donde has tirado toda tu vida y lo que luchaste. Yo lo estaba tirando al retrete, pero logré o estoy intentando aún salvarlo a tiempo.

— Kendall Jenner. — Pronunció.

Traté de no reírme fuerte. No es que Kendall no fuera atractiva o alguien que aborrezco completamente, al contrario, es una de mis mejores amigas y es por ese motivo que me causa gracia. Además conozco todas sus cosas desagradables (contando la competencia de eructos).

— Somos buenos amigos, es todo.

— ¿Amigos como los que tienen derecho a todo? — Entrecerró sus ojos.

— Amigos con derecho a ser buenos amigos. — Junte mis labios en una sonrisa. — Ni siquiera estamos en una cita o algo y ya me estás controlando señorita Sawyer.

— Cállate. — Se rió. — Solo es curiosidad, Kristell estaba por escribir en su diario de vida que sus esperanzas contigo murieron por estar saliendo con la estupenda Kendall. Sus palabras, no las mías.

— ¿Kristell?

— Mi prima, que básicamente está loca por ti. — Explicó. Iba a hablar, hasta que la puerta se abrió dejando ver a una mujer de unos treinta años. Traía varias bolsas y por el color de ojos parecidos al de Amber y una que otra facción, pude intuir que era su mamá.

— Hola... — Me miró, luego a Esther y luego a mi. — ¿Eres Justin Bieber? — Preguntó con sus ojos bien abiertos que me estaba dando algo de miedo. Amber se golpeo la frente con la palma de su mano.

— Mamá, es un poco obvio que es Justin Bieber.

— ¡¿Justin Bieber está en mi tienda?! ¡Tus amigos no te creerán Amber!

— Te lo dije. — Habló hacia mi.

— Solo le estaba pidiendo a su hija el número de teléfono, pero ella ha dicho que no, por lo que me ha roto el corazón. — Lloriquee falsamente.

— ¡Amber! ¿Como tratas a nuestro cliente estrella así? ¡Dale tu número! — Exijo dejando las bolsas tiradas.

— Me las vas a pagar. — Leí sus labios antes de que abriera una puerta y volviera con un papel escrito. Chequee su numero y un pene estaba dibujado al final. Que tierna.









Esther ➸ j.b (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora