CAPITULO 4:
Agarré un trozo de satén brillante, simulando estar muy concentrada en él.
Mi madre, miembro de la Liga de Damas de Sherwood, me obligaba a asistir a los mercadillos benéficos que se organizaban en Sherwood High, acérrimos enemigos de Covert High, mi instituto, todos los segundos domingos del mes.
Las distintas casetas se agrupan en el patio del recinto, y forman un variopinto cuadro sobre el cemento gris. Se vende de todo en el mercadillo de Sherwood: telas de todos los colores, accesorios, joyas, ropa de segunda mano y discos y películas. Todo dólar cuenta.
Me desplacé hacia la parada de la izquierda y me pruebé unas gafas de estilo vintage y montura blanca, grandes y que me hacían ver como recién salida de la etapa dorada de Hollywood.
Estaba buscando a Lucy con la mirada a la que, como siempre, arrastraba conmigo al mercadillo, cuando oí el <<click>> de una cámara al disparar una foto justo a mi lado.
Me giré, sorprendida, y mis ojos toparon con una enorme Canon que me apuntaba justo a mi. Detrás de la cámara, un chico larguirucho que vestía una camisa azul me dirigió una sonrisa amistosa.
Yo no pude evitar poner los ojos en blanco al reconocerle.
Alexander.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, subiéndome las gafas hasta dejarlas a modo de diadema.
Él lanzó otra fotografía.
—Mi trabajo—respondió, encogiéndose de hombros. —Soy miembro del periódico escolar. —aclaró. —¿Y tú?
Yo solté un resoplido.
—Mi madre es una de las primeras organizadoras.
Un silencio incómodo se abrió paso entre nosotros.
—¿Ángel caído? —preguntó de repente, haciendo referencia a sus teorías.
Yo negué con la cabeza, soltando una carcajada.
—Ni de lejos.
Él me dedicó una media sonrisa y disparó otra foto.
—Como no pares voy a tener que pedirte que empieces a pagarme—bromeé. El parecía concentrado en la pantalla del aparato.
—Hey, me gustan tus pendientes. —comentó, alzando la vista. —Aunque en la foto eran de color azul y ahora se han vuelto rosas.
—Son de esos que cambian de color, ya sabes, según como te sientas en el momento en que los tocas. —expliqué.
—¿En serio? —Alexander se acercó peligrosamente y la parte baja de mi espalda chocó contra la mesa en la que estaban expuestas las gafas de sol. —¿Puedo tocar?
—¿Gwendoline? —llamó una voz a nuestra derecha. Era Rod. Tenía los rizos especialmente despeinados y sujetaba a Periwinkle, el bebé de plástico. A su lado estaba la chica castaña que se había llevado a Alexander la primera vez que me expuso sus teorías. Le dí las gracias mentalmente por algo de lo que ella ni siquiera era consciente.
—¿Has visto a Lucy? —me preguntó, con una mueca de exasperación en el rostro. —Estoy cansado de cargar con este estúpido muñeco.
—Mm, prueba en la sección de discos de segunda mano—aconsejé, sabiendo que ese era el lugar en el que probablemente se hallara mi mejor amiga.
Él me dio las gracias con una sonrisa y se alejó de allí a paso rápido.
La chica castaña le dio unas cuantas hojas de papel a Alexander, cruzó un par de palabras con él y se apresuró para alcanzar a Rod.
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Abracadabra.
Teen FictionGwendoline Callahan sería una chica normal y corriente, con unos amigos normales y corrientes y un trabajo a tiempo parcial normal y corriente si no fuese porque es... Bueno, una bruja. ¡Y no es una bruja cualquiera! Los Callahan son una de las fami...