Comienzo.

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Su cuerpo completamente inmóvil ante la escena, sentía un nudo en la garganta, sus labios temblaban y sus ojos se empañaban perdiendo el brillo amable y esperanzador que poseían, siendo reemplazado por lágrimas que nublaron su visión, gruesas gotas corrían por sus mejillas sin detenerse.

- ¡¿Qué han hecho?! - grito una vez sintió haber recuperado su voz, corrió rápidamente para abrazar el cuerpo inerte de su pequeño hermano mientras se lamentaba de dolor.

- Tú los has llevado a la muerte mujer espía - declaro un guerrero señalándola - te vi interactuando con el otro bando - grito acusándola - ¡eres una espía y mereces la muerte! - sus compañeros le apoyaron ante tal veredicto.

- ¡No! ¡Yo no soy una espía! - abrazo con fuerza el cuerpo de su querido hermano - ¿Por qué tenía que tornarse así? Nosotros solo queríamos tener plantaciones de arroz y vivir en paz, lejos de la guerra - sollozo arrepentida.

- ¡Te mandare directo al infierno! - el general del escuadrón levanto la espada frente a la castaña que se mantenía llorando esperando su fin.

El hombre la pateo para que se alejara del cuerpo y luego dejo caer en parábola la espada para cortarla cuando una piedra golpeo la cabeza de este haciéndolo detenerse.

- ¿Quién me detuvo? - grito dándose media vuelta para encontrarse con un niño y un joven - ustedes también quien morir... ¡Mátenlos a todos! - ordeno observando como sus guerreros atacaban al par. Dejo que ellos se encargaran mientras se acercaba a la chica la cual estaba aterrada. - Ahora si nadie me interrumpirá - rápidamente corrió hacia ella para tomarla del cabello y tirar de este.

La castaña grito de dolor por la fuerza en que había sido tomada, miro con terror al general que levanto la espada con intensión de asesinarla pero no espero que una espada atravesara su garganta haciendo que gotas de sangre cayeran sobre su rostro.

Hyakkimaru no lo pensó dos veces al escuchar el grito de Mio, anteriormente había acabado con cada uno de los guerreros pero el grito de la castaña había encendido en él una furia y ansiedad enorme al saber que moriría; por lo que corrió para atravesar su garganta y posteriormente cortar su cabeza, suspiro mirando a la chica, se arrodillo frente a ella y se acercó para posteriormente abrazarla con cuidado de no herirla.

- Qué bueno que está bien... Cuando vi el fuego me preocupe, estoy seguro que mi hermano también lo hizo - murmuro Dororo mirando con pena a los demás niños para luego enfocarse en el par y sonreír levemente.

La chica se quedó inmóvil por el acto del azabache; Mio se estremeció aferrándose a la espalda ajena antes de llorar con más intensidad.
Hyakkimaru por su parte no sabia que hacer al respecto por lo que procedió a abrazarla con fuerza teniendo cuidado de no aplastarla.

-Ya... No llores - susurró el chico intentando consolarla.

Dororo por su parte fue en busca de las prótesis del azabache y una vez las había encontrado corrió hacia el para colocárselas con cuidado; sabia perfectamente lo que el contrario quería hacer pero sus movimientos se veían limitados por las armas en sus brazos.

Una vez con sus prótesis Hyakkimaru se apartó un poco y coloco ambas manos en las mejillas ajenas - No... Llorar - pidió observándola a los ojos.

Mio se detuvo al sentir el tacto de las prótesis, sus mejillas se fueron coloreando gradualmente hasta casi competir con el color de fuego, miró con atención aquel chico que había llamado su atención y sonrió ante sus intentos de intentar calmarla.

— Gracias — susurró apenada.

—Ven con nosotros — Dororo tomó la palabra mirando a la chica — Estoy seguro que a mi hermano le vendrá bien y dejara de ser un viejo gruñón.

Miró al niño y luego al joven para luego asentir levemente — Esta bien, seré su hermana mayor — se rió un poco limpiando sus mejillas con cuidado.

La vida de una hermana mayor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora