Unión

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Advertencia: Narrativa con un poco de +18

La casa en absoluto silencio le preocupaba un poco, pero sabia que Tahomaru cuidaría de Dororo y Hikaru muy bien, ella lo sabia a la perfección pero el sentirse sola en un momento así le daba nervios.

Ella había dado por sentado lo que sucedería después, pero tenía miedo, miedo de no ser lo suficiente para Hyakkimaru, de no permanecer pura por los sucesos de su vida; se sentía asquerosa y eso la ponía mal. El azabache notando el cambio de humor en ella se acercó sutilmente y la abrazó con cuidado mientras acariciaba su espalda suavemente, tratando de transmitir toda la seguridad que tenia, no era mucha que digamos ya que se sentía avergonzado, pero lo intentaba.

— Gracias — murmuró la chica levantando la cabeza para ver a su ahora esposo y sonreír le.

— Ven, debes estar cansada — susurró intentado mantener el control de la situación.

Mio solo lo vio y asintió levemente caminando hasta la cama en la cual se acostó, siguiéndole Hyakkimaru a su lado; el mas alto se sorprendió cuando la chica se subió sobre su cuerpo una vez estando acostado, todas sus alarmas de encendieron al verla sentarse cómodamente sobre sus caderas.

— El deber de una esposa es complacer a su esposo — comentó para si misma y comenzó a aflojar su ropa.

Hyakkimaru trago seco sin saber que hacer exactamente, Tahomaru medio le había explicado pero esto era por muchos niveles completamente diferente, sintió sus mejillas arder cuando vio que la castaña comenzaba a descubrir su cuerpo dejando a la vista sus hombros en un inicio, pero poco a poco su kimono fue bajando dejando al descubierto todo si torso, ella por vergüenza cubría sus pechos con uno de sus brazos.

Ni lento, ni perezoso el azabache tomo la muñeca ajena y aparto su brazo, observando asi lo que ocultaba la castaña; en un dos por tres la cara de ambos estaba roja de la vergüenza pero a su vez la curiosidad se apoderaba de ellos invitándolos a seguir. Hyakkimaru se sentó con cuidado y se quitó de igual forma las prendas que cubrían su cuerpo dejando su torso al descubierto.

— No tengas pena... Yo también estoy desnudo — habló luego de permanecer tanto tiempo en silencio.

— Es difícil — susurró con las mejillas rojas, casi imperceptibles por la oscuridad de la noche.

Hyakkimaru sabía que Mio era perfecta para él, su corazón así lo indicaba; estirando sus brazos un poco poso sus manos sobre las mejillas de la castaña, acariciando suavemente su piel se inclinó hacia adelante juntando su frente con la ajena y frotándose suavemente; para Mio era emocionante, el azabache estaba haciendo una señal de amor puro, lo había visto cuando su padre en un momento de charla lo había hecho con él en el pasado y ahora, lo estaba haciendo con ella.

— Eres increíble — la chica sonrió ante el gesto del más alto y termino de unir sus rostros para comenzar un beso suave; poco a poco terminó retirando sus ropas hasta quedar completamente desnuda y sentada sobre los muslos ajenos.

Separándose con cuidado miró con atención los ojos de su esposo, sabia que estaba siendo escaneada pero eso no la intimidaba, al contrario, le gustaba que su cuerpo llamara su atención. Hyakkimaru tragó seco y se acercó nuevamente para iniciar un beso torpe mientras posaba sus manos en la cintura ajena acariciando su piel desnuda, sintiendo como poco a poco se iba poniendo extraño en su parte baja.

— Perdón... — susurró avergonzado cuando la castaña dio un saltito al se sentir como 'El pequeño Hyakkimaru' había despertado, podía sentirlo perfectamente bajo la ropa del contrario.

— No tienes que avergonzarte — susurró sonriendo — es normal — y dicho esto movió las prendas de tela para descubrir la longitud del contrario, la tomó con una mano y comenzó a acariciar suavemente aumentando la creciente erección el cual Hyakkimaru no sabia que hacer ante tales sensaciones que inundaban su cuerpo. — Dejate llevar — susurró Mio continuando con las caricias aumentando la velocidad mientras miraba a su esposo estremecerse o temblar de placer, pero de pronto se vio acostada sobre la cama con el azabache encima de ella.

La castaña paso sus brazos alrededor del cuello ajeno y se abrió de piernas dejándose a merced del contrario el cual se acomodó antes de perfilarse contra su entrada, tras hacer un poco de presión descendió lentamente hundiéndose de placer hasta que ambos estuviera completamente enlazados, hasta entonces Hyakkimaru vio el rostro de su esposa, esta estaba llorando.

— ¿Qué sucede? — se preocupó y automáticamente intento salir de su interior pero ella lo detuvo enrollando sus piernas alrededor de la cadera ajena.

— Estoy feliz — rió entre lágrimas — tenia miedo... Que no te gustará mi cuerpo o que no pudiera recibirte por las secuelas que el doctor dijo que tendía — aclaró algo nerviosa — pero tengo la suerte que no es así y quizás... Pueda crear un hermanito o hermanita para Dororo y Hikaru — susurró tocando su vientre con suavidad.

— Podemos intentarlo — junto su frente con la más baja y sonrió travieso — Darles otro hermanito no suena mal — la observo a los ojos mientras limpiaba con una mano sus mejillas.

— Trabajaré duró entonces — comentó la castaña.

— Tahomaru estará muy ocupado — murmuró para luego escuchar las risas de la contraria y sonreír, la amaba demasiado y eso era más que claro. Unió sus labios rápidamente mientras comenzaba los movimientos de cadera lentos y suaves para que la castaña no tuviera problemas.

Lo que le quedaba de prenda se vio muy molestas así que decidió retirarse la y una vez completamente desnudo aumento la velocidad de sus embestidas escuchando con la contraria gemía de placer  bajo su cuerpo, eso indudablemente lo hacia excitarse aún mas por lo que mantuvo un ritmo constante intentando llegar lo más profundo que podía.

— Hy-Hyakki-maru — Mio se retorcía intentando aferrarse al cuerpo ajeno y mantener la cordura aunque le era muy difícil por las sensaciones que le eran provocadas, sentía que iba a morir y más cuando el azabache toco una zona donde nadie más había tocado, una zona en su interior que le pedía pedir más, que le hacia gemir el nombre del contrario y hacia su cuerpo temblar.

Al verla más efusiva y demandante Hyakkimaru hizo lo pedido y aumento la velocidad de sus caderas entrando con fuerza a su interior para complacer a su esposa, sosprendiendose cuando su miembro se vio apretado haciendo que una descarga eléctrica recorriera su cuerpo, en busca de más siguió entrando en su interior hasta que la castaña chilló arqueando su espalda un poco, automáticamente el azabache se estremeció soltando un gruñido de placer cuando liberó su esperma en el interior de Mio llenándola por completo.

— Hyakkimaru — murmuró la castaña agotada mientras acariciaba las mejillas ajenas.

— Te amo — contestó el nombrado mientras se dejaba caer con cuidado sobre el cuerpo de su esposa, apoyando su cabeza en su pecho.

— También te amo — sonrió con las mejillas rojas acariciando sus cabellos suavemente.

Estirando su mano tomo una manta y los cubrió a ambos, salió de su interior con cuidado y se acomodo nuevamente sobre el pecho de la castaña; estaba emocionado pero sobre todo enamorado pérdidamente de su esposa, feliz por tener una familia a la cual pertener y proteger, debía trabajar duro para poder darles una buena vida, pero sabia que siempre tendría apoyo y que nunca más estaría solo; con ese pensamiento Hyakkimaru se quedo dormido justo después de Mio, abrazándola con protección y cariño, tratando de transmitirle todo lo que no decía, pero sabía perfectamente que su esposa lo entendía a la perfección.

Próximo capítulo: Epílogo.

La vida de una hermana mayor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora