Prólogo.

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Era una noche oscura la que cubría todo el pueblo de Deanwood en el año 1190, cuando todo sucedió.

No había luna, sólo un cielo completamente estrellado.

El pueblo se veía desolado, aunque ya todos se suponían el por qué. A pesar que no había luna llena, las personas no se quedaban hasta tarde por aquellos asquerosos y temidos seres que se hacían llamar vampiros.

Demonios, muchos le decían sólo por el hecho que pensaban que esas cosas fueron hechas en el infierno, creadas por el mismo satán.

No hay una noche (muy pocas veces en el día) que esas cosas dejen no ataquen al pueblo. Sólo lo hacían para saciar su sed de sangre. Son escasas las veces que dejan a su víctima con vida. Siempre se bebían hasta la última gota de sangre.

Cuando la luna llena sale, hay una preocupación más en los pueblerinos. Aquella especie peluda, con garras, dientes y algunas extremidades de lobo.

Que todas las noches de luna llena se encargan de destruir el pueblo sólo para conseguir una presa. Niños y mujeres son la mayoría que salen afectados.

Hombres lobos. Habían decidido ponerles a esas cosas cuando un grupo de humanos pudieron contemplar la transformación de uno de los suyos en pleno bosque con la luna más brillante que nunca.

Esa noche, en el bosque; un gran grupo de personas se reunían. Al parecer esperaban a alguien.

— ¿Estás seguro de que vendrán, Colin? —preguntó un hombre, estaban un poco separados de los demás—. ¿Y si ésto es una emboscada? —los nervios se lo comían por dentro.

El otro lo ignoró, estaba cansado de esas preguntas. Más bien deberían estar contentos, iban a poner fin a la matanza no declarada entre ellos.

— Llegaron —habló alguien del grupo. Su voz llegando a los oídos de los dos hombres, que rápidamente se voltearon.

Un gran número de personas se acercaban con pasos decididos. Muchos caminaban entre las ramas de los árboles.

— Buenas noches, señores —habló el que estaba al frente de todos. Sus ojos rojos brillaban en la oscura noche.

— Gracias por venir —la voz de Colin era fuerte y segura. No se dejaría intimidar.

El grupo que acababa de llegar veía a todos detalladamente, grabando sus caras. Activos a cualquier movimiento fuera de lugar.

— Terminemos con esto, lobito —dijo secamente el recién llegado.

Colin asintió y pasa su mirada por ambos grupos.

— Todos estamos cansados de perder personas de nuestra clase —su tono de voz no tembló. Hablaba con una seguridad envidiable—, todo por una guerra no declarada que tenemos —empezó a caminar alrededor—. Por eso, hoy, esta noche. Yo y mi manada le proponemos un pacto por la paz entre nosotros —finalizó mirando directamente a los ojos del vampiro.

Un silencio envolvió todo el lugar. Todos esperando a que cualquiera empezará hablar.

Los ojos del vampiro pasó por todos los hombres lobos que tenía al frente. Realmente quería ese pacto, ya estaba cansado de perder a las personas que quiere por culpa de una estúpida guerra.

Pero tenía miedo, ¿si eso era una trampa? ¿Si sólo querían matarlos?

Sacudió la cabeza ante ese pensamiento. No, él no sería capaz de traicionarlo.

— El pacto —habló alto. Al ver como algunas personas empezaron a hablar en susurros— se realizará —terminó de hablar mirando fijamente a su hermano.

Los dos sonrieron y sacaron un cuchillo de sus espaldas. Estiraron la mano derecha. El vampiro le hizo un corte profundo al licántropo y éste le hizo lo mismo al vampiro.

Ambos se dieron la mano, ligando sangre con sangre dijeron:

— Licántropos y Vampiros, unidos por la paz entre ellos —repitieron la misma oración cinco veces.

Separaron sus manos, y ambos notaron como la herida se cerraba y dejaba una cicatriz.

— Qué esta paz dure....—empezaron a decir los dos, mirándose a los ojos—... para siempre –terminaron.

O alguien la rompa, completaron en sus pensamientos.

DeanwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora