Capitulo 48

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Habían pasado tres días, y aunque me negara a aceptarlo y llevara puesta una armadura de fortaleza, mi corazón preguntaba por Nick. Tres días y ¿nada? Mikey me había contado que, por supuesto, él le había preguntado a dónde había ido y cuando los hombros de Mikey se encogieron ante la interrogativa, Nick salió disparado por la puerta, sin señal alguna de Olivia.

Pero ya no iba a pensar en ello, o al menos intentaría no hacerlo y no darle más concesión al asunto. Miré a través de la ventana del departamento y visualicé las grandes formas arquitectónicas de los edificios de Nueva York. Tenía pensado jamás volver, quedarme en algún lugar seguro hasta que el corazón sintiera de nuevo. Me preguntaba, ¿hasta cuándo sería libre?, ¿hasta qué punto resistiría él? Mi corazón palpitaba deseoso por sentir, por vivir, por amar; tenía miedo de no encontrar todo eso en alguien más. Andaría lejos, esperando no volver a atrás, no mirar profundamente su fotografía, negándome a todo aquello que aun sentía por él.

Si él apareciera, seguro mi corazón cantaría; pero mientras no lo haga y el tiempo pase; yo me haría más fuerte y evitaría derrumbarme en sentimientos vanos. Lo dejaría libre, para poder ser libre yo.

Los golpes en la puerta interrumpieron mi divagación.

-¿Estás lista? –la voz de Mikey era un poco reconfortable a todo mi dolor.

Desvié la vista de la vitrina para mirarle y sonriéndole, asentí.

-Vamos.

Tomé mi abrigo y bajé junto con Mikey hasta la recepción del hotel, para dirigirnos a la Avenida Madison, en donde volvía a darle vida a "Manuale del proibito". Había sido un éxito en Los Angeles, y ahora, Blade lo había trasladado a Nueva York, en donde pidieron que la presentara. Estaba feliz, por supuesto, era el mundo reconociendo mi trabajo.

Cuando llegamos, Blade ya estaba allí y nos regaló una extensa sonrisa al vernos.

-Suban, suban, es en el cuarto piso –nos dijo, dándonos la mano.

Sin duda era un edificio algo grande, tenía cinco o seis piso, no estaba muy segura; pero en Nueva York todos los edificios eran así.

-Vamos, faltan menos de treinta minutos –me instó Mikey, empujándome por la espalda.

Al entrar al edificio el aire acondicionado me golpeó el rostro. Afuera ya era frío, ¿por qué no mantenerse cálido adentro? Últimamente así eran mis pensamientos, triviales y sin importancia.
Mikey y yo subimos por el ascensor hasta el piso cuatro.

-Ey, ¿cómo estás? –me preguntó, poco antes de que las puertas se abrieran.

-Perfectamente –contesté.

No es que fuera mentira, pero tampoco era completa realidad.

El Manual de lo Prohibido (Nick Jonas y tu) (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora