Al llegar pasó lo que ya sabía que pasaría, mi madre estaba tan preocupada que ni bien entré por la puerta se abrazó a mi diciendo entre sollozos lo feliz que estaba de que me encontrara bien. Rodé los ojos, era lo suficiente grande para cuidarme solo, ella no tendría por que ponerse así, pero por un lado la entendía, digo, al menos tuve que haber avisado. Deje mi pelea mental para rodearla con mis brazos.
Luego de aquel extraño encuentro, subí a mi habitación dejando a mi madre en la sala, la cual aun se secaba las lagrimas de los ojos, y tomé mi celular para así distraerme un rato. No tenía mensajes, ni llamadas, aunque no me sorprendió, nunca fui un chico del todo sociable, y los amigos que tenía no eran muchos tampoco.
Suspiré y me acosté en mi cama, para luego llevar mi vista hacia la ventana, y observé como anochecía, y sí, aun llevaba la ropa de ayer, mi cabello estaba hecho un asco y, probablemente, yo igual, pero en ese momento poco me importaba mi apariencia, pero después de meditarlo todo, llegue a la conclusión de que una ducha no me venía mal, por lo cual, una media hora después, ya estaba limpio y arreglado, con una camisa fresca negra, dejando mis brazos y tatuajes a la vista, más un skinny jean, me senté en el borde de la cama y esperé a que fuera más tarde, debido a que mi hora habitual de salir a ver las estrellas era desde las doce en adelante, y nada iba a cambiar eso.
Un par de horas más tarde estaba considerando lo de salir, definitivamente no tenía ganas de enfrentar al chico rubio de nuevo, pero no por aquel temor iba a dejar de lado aquello que tanto amaba hacer, por lo cual me armé de valor y bajé las escaleras, para después abrir la puerta y sentarme en las escaleras de la entrada, todo parecía tranquilo, incluso más de lo usual, y aquello era extraño, pero se sentía bien.
Recargué mi cabeza contra la puerta detrás de mi cerrando mis ojos por un momento, sintiendo como la tranquilidad de la noche invadía mi cuerpo, y yo estaba completamente feliz de que aquello pasara. Relamí mis labios estirándome, dándome cuenta de cuan cansado estaba, pero negándome rotundamente a apartarme de la serenidad de la noche, solo quería disfrutar aquel momento.
Unos cuantos minutos bajo la luz de la luna y ya me sentía en las nubes, había logrado vencer el sueño, así que estaba seguro que podría pasar unas horas más de lo planeado bajo la luz pálida de la noche, pero, como siempre, mis planes era arruinados. Aquella mirada estaba de nuevo sobre mí, la presentía, un gruñido de molestia, seguido de un quejido escapo de mis labios, y esperé, deseando que pase el tiempo, se aburra, y se vaya.
Y esperé.
Y esperé.
Y seguí esperando.
Pero hubo un momento en el cual ya no lo pude soportar más. Decidido, me levanté de mi puesto dispuesto a entrar a mi casa. Le dirigí una última mirada a mi entorno nocturno. Y cuando creí que nada más podría ser interesante, el chico rubio sale de las oscuridades, quedándose al otro lado de la calle observándome con curiosidad, su mirada estaba baja, al igual que el resto de su cuerpo, que no distinguía muy bien a pesar de que estaba de pie al lado de un foco de poca iluminación.
Y entonces me miró, y por primera vez en mi vida, algo dentro de mi, se emocionó por aquello.
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hypnophobia; cake
FanfictionDonde el rubio posee hipnofobia, y el moreno trata de ayudarlo.