Me desperté de golpe otra vez.
Y otra vez se escuchaba un llanto.
Al revisar la hora descubrí que eran las 5:37 a.m.
Le acerqué el biberón al niño a tientas, aunque con cuidado, pero parecía no aceptarlo. Volví a intentarlo, pero no lo quería. Busqué casi a ciegas entre su caja algo que fuera de ayuda. Entre la manta inferior encontré dos pañales, y mi mente rápidamente hizo clic. Probablemente la razón del llanto era un pañal sucio.
Levanté al bebé por primera vez. Me sorprendió la ligereza de su cuerpo y la suavidad de su piel. Parecía tan frágil como una pieza de cristal, pero a la vez tan... vivo. Lo dejé suavemente sobre la cama. El terrible hedor no tardó en hacerse presente. Arrugué la nariz y fui veloz al baño en busca de papel higiénico, lamentando no tener toallas húmedas para cuidar mejor de su piel. Volví a colocarme frente a la cama y abrí el pañal nuevo. Después procedí a descubrir el pañal que llevaba el bebé, cuyo olor me hizo arrepentirme de todo lo que había sucedido en los últimos días, aunque este arrepentimiento despareció tras un segundo. Me apresuré a limpiar al bebé y retirar el pañal sucio lo más rápido posible, sin dejar de ser cuidadosa. Así fue como descubrí que era niña. Ni siquiera había pensado en esa posibilidad, pero al enterarme mi corazón se emocionó, mientras un video montaje de fantasías se reproducía en mi mente.
Envolví a la bebé en el nuevo pañal, agradeciendo el haber aprendido por lo menos la parte teórica de cambiar un pañal cuando observaba atentamente a mi madre, que reproducía este ritual con manos expertas en mi hermano. Me sorprendió aún conservar ese recuerdo, de hace más de veinte años.
Cargué a la bebé limpia, en mis brazos y la arrullé meciéndola gentilmente. En mi mente surgió un recuerdo dulce de cuando era niña y mi mamá me cantaba para hacerme dormir. Traté de pensar en la letra. Casi de manera involuntaria una voz tranquila surgió de mi garganta y empezó a cantarla.
A dormir, angelita
es el tiempo de soñar.
Todas las niñas bonitas
de este mundo soñarán.
Entre sueños de colores,
y entre nubes de algodón.
Pa' alegrar sus corazones
y llenarlos de ilusión.La bebé se durmió rápidamente, pero yo continué cantando por un rato más, absorbiendo cada gramo de azúcar que podía extraer de ese bello momento. No podía evitar pensar en mi mamá, quien solía recostarse junto a mí mientras me cantaba cada noche. Pensé en cómo el tiempo y las circunstancias nos habían distanciado. La extrañé.
Me recosté en la cama, con la niña en brazos, y sin darme cuenta me quedé dormida.
*****
Por la mañana, fue la bebé lo que me despertó. La pequeña lloraba de nuevo. Estaba acostada en la cama, junto a mí, con uno de mis brazos a su alrededor. Le acerqué el biberón, con lo cual calló inmediatamente. Me quedé tan anonadada, observando sus movimientos, que no me detuve a pensar en que de alguna manera simplemente supe que lo que la bebé necesitaba era su fórmula. No hacía falta ser Sherlock para darse cuenta, pero de haber notado esta hazaña me hubiese sentido orgullosa de mí misma.
La leche se terminó pronto. Por suerte, la niña se había dormido de nuevo, pero no tardaría en despertar hambrienta otra vez. O necesitando un pañal. Mis insumos para bebés ya se habían terminado. Me levanté, dejando a la bebé en su caja de nuevo, y me apresuré a bañarme y vestirme. Agradecí que fuera domingo, el único día de la semana que tenía completamente libre. Cargué la caja, con todo y bebé, y salí del departamento. Me sentí afortunada de que estuviéramos en la planta baja, pues el viejo edificio no contaba con elevador y la idea de bajar las estrechas y enormes escaleras con esa bebé me llenaba de pánico. Conforme salíamos del edificio, mi mente dio vueltas a la idea de que, de todos esos departamentos, la niña fue dejada en el mío. Había sido una coincidencia extraordinaria. Le atribuí esa casualidad al destino y me invadió una sensación de enojo con respecto a quien sea que hubiera abandonado a la bebé de manera tan irresponsable.
Caminé bajo los pocos delicados rayos del sol hasta el supermercado, que se encontraba apenas a un par de cuadras. Entré como si fuera muy normal llevar a un niño en una caja, y coloqué la caja sobre uno de esos carritos metálicos. Empujé el carrito por los pasillos, hasta que encontré la zona en la que estaba la leche de fórmula. Sin embargo, tan sólo en un estante había más de quince marcas diferentes, sin mencionar las variedades en aportación nutrimental y otros factores.
Imagino que mi expresión de confusión en ese instante debió ser realmente cómica. Obviamente sabía de la existencia de la leche de fórmula, pero ni siquiera me había interesado en investigar un poco puesto que siempre pensé que de tener un hijo le daría leche de pecho. Nunca se me ocurrió que me encontraría en estas circunstancias. Tampoco había pensado en los distintos obstáculos que algunas mujeres pueden enfrentar al tratar de alimentar a sus hijos mediante la lactancia, como poca producción de leche. Supongo que en ocasiones fantaseamos tanto con algo que se nos olvida la parte realista. Desde siempre tuve el sueño de ser madre, pero pocas veces consideré que tal vez no todo saldría a la perfección. En mi mente tenía esta imagen idealizada de la familia perfecta, el trabajo perfecto y la vida perfecta. Por un tiempo pensé que realmente lo conseguiría. Hubo momentos en los que parecía que había logrado encaminar mi vida hacia esa idealización.
Ahora me encontraba en una posición en la que estaba segura de que nunca cumpliría ese sueño. Pero había aparecido una nueva variable, un nuevo elemento que simbolizaba uno de mis deseos eternos. La bebé era mucho más que sólo una niña perdida que necesitaba de mi ayuda.
Para mí, representaba una nueva esperanza de recuperar el curso de mi vida.
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Mi Bebé | [EDITANDO]
Romanzi rosa / ChickLit¿Qué harías si te vieras a cargo del cuidado de un bebé que no sabes cómo llegó a tu puerta? Carla resulta envuelta en aquella extraña situación cuando una noche como cualquier otra alguien llama a su puerta. Es así como se encuentra con un bebé peq...