Tercera Parte

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Día cero.

Mirando a mi bello hermano, no puedo evitar quedarme embelesado con su imagen. Me acerco con cuidado a la cama. Cabello oscuro con destellos azules, lo suficientemente largo como para atárselo en una cola baja. Incluso hay unos mechones rebeldes que escapan de la liga para enmarcar su galante rostro. Si abriera los ojos me encontraría con un par de esmeraldas profundas, tan misteriosas que más de una vez me he perdido en ellas. Labios delgados que he besado con fervor y pasión desbordante. Cejas delgadas y bien definidas.

¿Egocentrismo? Puede ser, después de todo somos idénticos. Pero amo la sensación de esos brazos rodeándome. Esa estrecha cintura que equilibra su espalda ancha y esas piernas torneadas que más de una vez he acariciado con lujuria. Gruño con odio al mirar sus manos.

Han pasado dos días desde que encontré a Raymond malherido en la parte trasera del bar. Al inicio pensé que era culpa de Dufour, pero al calmarse mi hermano, me aclaró la situación.

Los cultivos estaban destruidos. Fueron quemados y arruinados hasta que no quedo absolutamente nada. Todo había pasado de manera rápida. Y lo más irónico del asunto era que los responsables de esta destrucción fueron familiares y conocidos de los mismos encargados. Todo terminó en una masacre entre seres que se amaban.

¿Qué porqué lo hicieron?

La respuesta es sencilla: para ingresar a la familia Dufour.

Se dice que para ingresar a esta familia mafiosa solo tienes que encargarte de un obstáculo para la misma. Destruir negocios que no controlan, matar a personas que se oponen a ellos, masacrar a familias rivales. En conclusión: demostrar tu interés por los Dufour y sus intereses.

Conozco a muchos que lo hacen y lo harán. Después de todo, el único orden que verdaderamente cuenta, es el del grupo Dufour. Organizar el mercado, exportar mercancías, defender territorio y demostrar su liderazgo ante otros. La familia Dufour pasó a ocupar el lugar del antiguo gobierno. ¿Sorprendente? Lo dudo, no somos la única ciudad que se organizó de esa manera. Si la familia Dufour no existiera otra habría llegado para imponernos sus reglas.

En este mundo de porquería, las ideas como libertad, paz y armonía son solo palabras sin sentido. Palabras que no sirven para nada y que las personas decidieron olvidar. Excepto algunos cuantos que insisten en defender estas ideas casi abandonadas.

Como parte de estas personas ingenuas, mi hermano me preocupa. Pero no por lo sucedido en los cultivos y las personas muertas. Desde entonces no ha querido dejar la recamara que compartimos, no ha comido y se rehúsa a cambiar los vendajes de las manos. Me fastidia su actitud, ¿no es momento de que estalle su locura?

-¡Eh! Raymond, tienes que comer algo. -Intento despertar a mi hermano para que trague algo, además de aire y lagrimas. Pronto abre los ojos y miro dentro de unas esmeraldas sin brillo.

-No tengo hambre -me contesta sin ánimos. Cabreado, lo tomo por los hombros, obligándole a mirarme.

-Me importa una mierda lo que pienses, ¡COME AHORA! -Tal vez fue la inusitada brusquedad de mis acciones por lo que Raymond acepta, confundido. ¿Te asusté, hermano? Creo que si, nunca te he mostrado esta faceta mía, pero la verdad, tu actitud de mártir sufriendo me harta como nada en este mundo.

Tomo la cuchara y comienzo a darte un poco de sopa fría. Lentamente la aceptas, tu cara en principio confundida comienza a tranquilizar su expresión. En medio de nuestra intimidad, se crea un dialogo interno que nadie más podría entender. Solo me miras y eso me agrada. La depresión y tu apatía logran hacerse a un lado para centrar tus pensamientos y acciones en mí. Pronto la comida se termina y aprovecho tu atención para cambiar los vendajes.

Mi Lugar en el MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora