XI.

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Luego de lo que paso aquella mañana, Abby, aún seguía enojada conmigo, ni siquiera me dirigía la palabra.

Ya era sábado. Thomas, ni siquiera se había tomado la molestia de llamarme. Todos terminaron odiándome. Mi hermana saldría con Pablo que era el único que no me miraba con odio.

Estaba acostada en mi cama, con el control de la TV en la mano, llevaba un pijama largo y un polo ancho, no me había bañado desde que me desperté. ¿Para qué hacerlo? Mi teléfono, era como un objeto olvidado en el recuerdo. Ni siquiera se descargaba en mis manos. Abby salió del baño vestida, ni siquiera me miro, era muy incómodo. Ella volvía hacer la niña que siempre me rechazo cuando estaba pequeña.

Lance un suspiro y me levante. Me acerque a mi armario justo donde ella estaba. Tome una de las maletas, y empaque primero mi ropa. Ya me miraba. Todos mis polos, mis pantalones, casi nada cupo en el maletín así que solo deje una parte. Volví nuevamente a la cama y deje la maleta encima de ella. Abby me siguió con la mirada por todo el cuarto, ya me estaba incomodando.

–¿Qué? –le sostuve la mirada, sus ojos llenos de ira centellaron.

–¿Para donde vas? –Sus palabras, fueron un rechinar de dientes.

–Para otra habitación, ¿No querías eso siempre? ¿No? –Solté, mi pecho subía y baja, mis ojos comenzaron a nublarse. –Pues ya lo tienes. Me voy tienes el cuarto para ti sola, ya no tienes que fingir que no existo. –Parecía sorprendida.

En ese instante, cuando las lágrimas comenzaban a asomarse, la puerta se abrió en un estruendo, mamá apareció tras ella, confusa al ver la maleta.

–Tú. –Señalo a Abby. Tomé la maleta. –No vas. Y tú. –Su dedo pasó a mí. –Tampoco iras a ningún lado. –La puerta se cerró tras ella mientras se introducía en la habitación.

Abby, lanzo un suspiro y se sentó en la cama. A mí no me quedaba de otra y me senté en la mía. Mi madre, tomó la silla del escritorio, y se colocó en medio de las dos formando un triángulo. Miro a Abby y luego a mí. Su rostro no expresaba ni compasión ni amor. Era obvio que la "Katelyn Wesley- Abogada" estaba aquí. Coloque la maleta tras mí, y cruce mis piernas en una "X" encima de la cama. Me incline hacia delante con las manos apoyadas en mis rodillas y presione. El silencio que se formó en la habitación, era tan tenso, que no me atrevía ni a respirar. Mamá abrió la boca y volvió a cerrarla pensando muy bien lo que diría. Pero no fue más que...

–¿Qué a pasado? –Su voz era dulce y comprensiva. –Hace mucho que no se comportan de esa manera. –Se detuvo. Abby intento decir algo pero de inmediato se calló. –¿Les recuerdo algo? –Me miro, ¿Debíamos contestar? –Ya no son unas niñas de 10 años. –Continúo. – A las que tenía que vigilar todo el tiempo antes de que se hicieran daño. –Tomó aire mientras se ponía en pie. –Tienen 17 y 18 años. ¡Creí, que eran lo suficiente maduras!

Su voz sonó ahogada pero no dejo de perder la firmeza en ella. Cerré los ojos y contuve la respiración unos segundos.

Mis ojos ardían, las lágrimas se acumulaban, y ya no me dejaban ver más que un simple mancho de lo que era mi madre. Lance un suspiro y ella continúo.

–Creí que podía confiar en ti. –Señalo a Abby. No, no, no.

–Para. –Mi voz salió en un mar de nervios, desequilibrada y nada firme. Era más un sollozo. – Esto, es culpa mía...

–Tiene razón. –Me corto Abby. –Es su culpa. ¡Por qué no le preguntas lo que hizo! ¿Por qué siempre es mi culpa? –Se detuvo. Pude notar como su voz temblaba. – ¿Por qué siempre es mi confianza la que es puesta aprueba?

–Abby...–Mi madre volvió a sentarse, se veía agotada. –¿Qué ha pasado? Dímelo tú.

–Que tu hijita consentida. –Sus ojos se posaron en mí. –Se ha volado de la escuela, el lunes por la mañana. –Tomo un poco de aire. –Antes de la tormenta. Y... ¡Simplemente es una desagradecida! –Soltó con los ojos aún fijos en mí. –La llamé, cuando supe que no había entrado a clase, subí a la azotea y me encontré con Marcus. Me dijo que habías estado allí, pero que luego te habías ido y te llamé. –Abby, casi lloraba, estaba alarmada, como si estuviera viviendo ese momento de nuevo. –¿¡Sabes lo que era buscarte por todo el instituto!? –Chillo y sus lágrimas cayeron por sus mejillas. –No lo creo...–Escupió. –Me contestaste, y fue un alivio de verdad. Lo fue. Pero no, la niña me tenía que salir con groserías, porque ella es ¡LUI POPPER! –Gritó esto último con todas las ganas del mundo. Llevo las manos a sus ojos y los secó. Yo hice lo mismo. –Eso me ira. Me ira, que juzgues sin saber que paso. Que pierdas tu confianza en mí. Cuando aquella noche te prometí que cuidaría de ella y que no le pasaría nada. Eso me duele. –El silencio volvió a reinar en la habitación.

La mirada de mi madre vagaba de extremo a extremo, su rostro reflejaba culpabilidad y dolor. Y la verdad, es que mi madre siempre hacía lo mismo. No es que ella fuera mala, simplemente...No sé.

–¿Algo más?

–Sí. Mamá. Además de eso. –El tono de Abby era divertido. –Golpeo a mi novio. E ignoro al de ella. Y ahora se está quejando porque ni siquiera la llama.

–¿Qué mierda? –Susurre para mí.

–¿Novios? –Mi mamá rio. –¿Cómo es eso? Luego de Marcus y Logan, no había escuchado de más "Novios".

–Técnicamente no es mi novio. –Abby se pasó a mi cama y mamá se juntó a nosotras.

Le contamos la larga historia de lo que eran "Pablo y Thomas" ella reía de vez en cuando pero mantuvo su sonrisa en los labios. Disfrute ese momento, volvía a estar cómoda en mi cuarto. Mamá era divertida, nos dijo que debíamos invitarlos, para que papá los conociera, y Nassif estuviera enterado de todo. Solo esperaba que Thomas pudiera perdonarme tan fácil como mi hermana. 

Algún día...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora