Dia 22

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Los días nublados entristecen a la mayoría de la gente. A mi me da igual. Son días como todos los demás. El problema de esas personas es que saben que su vida da asco. Son conscientes de su mediocridad. Se saben humanos no completos. Reptiles que se arrastran por la vida. Esperan cualquier motivo para entristecerse. Son patéticos. Hoy es uno de esos días nublados.
Salgo de casa y voy directamente a la comisaría. He quedado con el inspector. Avanzo pensando qué puede querer de mí. Me extraña que esté tan interesado en hablar conmigo. Voy dando un paseo. Hace fresco y me despejo. Al entrar un policía uniformado me pide la documentación y me cachea. Parezco un vulgar delincuente. Debo ser el único cuerdo de este mundo de locos. Se protegen de sus protectores. Inútiles.
El inspector me saluda amablemente. Me invita a un café y nos sentamos dentro de una sala de reuniones. Va directamente al grano. Me pregunta por la camarera. Intenta que le diga que yo la maté. Es listo pero no tanto. El día que esa tía murió yo estaba en mi casa viendo una película. No me gusta salir por las noches. Desde lo de Lorena me siento muy mal. No me apetece divertirme, y mucho menos tomar copas en un bar. Estoy completamente dispuesto a ayudarle en la búsqueda del asesino. Ese maldito desalmado....
Me mira. Busca en mi mirada. Le miro directamente, a los ojos. Silencio. Llevamos más de un minuto callados. ¿Le gusta a usted el deporte?, pregunto. Se queda sorprendido con la pregunta. Podríamos quedar un día para jugar al tenis. Soy un gran afcionado. ¿Juega usted al tenis?
La conversación con el inspector no nos lleva a ningún lado. Juega su juego. Ese es su problema. Se cree que es un juego. Yo no juego. Yo mato. Salgo de la comisaría contento. Me gustan los días nublados. Hoy es un buen día nublado. Además, he conseguido un compañero para jugar al tenis.

Yo psicópata, diario de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora