¡¡Chicass!! Siento no haber podido poner foto de Ainhoa hasta este capítulo, pero no la encontraba, así que aquí la tenéis. ¡¡Disfrutadd del capítulo!!
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Daniel
-¿Cómo? Repite eso.- pido en un susurro al oír la idea de mi hermano gemelo.
Aunque no la he entendido muy bien, la verdad. Resopla cansado al ver que me cuesta mucho captar las cosas, y coge un folio junto con un bolígrafo, dejándomelo justo delante, en el escritorio.
-Vale, esto lo he visto en una película.- se cruza de brazos mirándome.- Todos los momentos en los que pienses en ella, vas a escribir en estos folios todo lo que pienses y sientas, desahógate. Es cómo si le escribieras cartas, pero nunca las envías. Te las guardas para tí, y cuando terminas sacas la mejor sonrisa que tengas y te olvidas de ella. Así la recordarás todos los días, pero sin tener que hacerlo a cada segundo del día. ¿Lo entiendes?
Una... ¿carta?
-Tío, no pienso escribir ninguna mariconada en un puto folio.- me levanto de la silla en la que estoy sentado y me tumbo en la cama.
-¿Prefieres pasarte el día comiéndote la cabeza, pensando en ella?
Refunfuño y me muerdo el labio inferior algo cabreado. Por qué sé que tiene toda la razón del mundo, pero es imposible que eso funcione. Y nunca he sabido expresar bien mis sentimientos. No va a funcionar.
-Haz lo que quieras, siento decirte esto, Dani.- suspira antes de seguir, algo costoso.- Pero ella no va a volver, o más bien, tú no vas a volver. Y si la vuelves a ver, será dentro de mucho.
Sollozo lo más silencioso que puedo y mi hermano se sienta a mi lado, poniéndo su mano en mi hombro.
Dándome a entender que al menos le tengo a él, en las buenas tanto como en las malas.
Ainhoa
4 de Septiembre.
Levanto la cabeza sin muchos ánimos y me recoloco bien la camiseta mientras me levanto. El teléfono fijo acaba de sonar, por lo que bajo rápidamente al salón para buscarlo mientras lo sigo oyendo.
-¿Sí?- pregunto bastante desganada, para variar.
-Tú hoy te vienes a mi casa a ver unas pelis, así que más te vale plantarte en mi puerta a las 17:00 si no quieres que te eche un mal de ojo.
Río por la suave forma que tiene mi mejor amiga de decir las cosas. Probablemente la sonrisa más verdadera que me han podido sacar desde que...
No, Ainhoa, olvida ese tema al menos cinco minutos. Ya tendrás tiempo para llorar por la noche.
-Oh, no por favor, ¡un mal de ojo no!- exagero intentando que no se note mi voz apagada.
Y más o menos lo consigo, pero no si estamos hablando de la persona que lleva a mi lado prácticamente desde que nací.
-Ainho... creo que tendrías que olvidarte un poco del tema.- me aconseja sonando preocupada.- Esto te está empezando a hacer mal.
-Estoy bien, Valeria, de verdad.- respiro profundamente un par de veces controlando las lágrimas.- A las cinco estoy allí, payasa.
Y cuelgo en seguida, por qué sé que en cualquier momento el llanto será incontrolable e imposible de ocultar.
Son las 14:27 y todavía no he comido, y tampoco tengo lo que se dice muchas ganas.