23 de Diciembre
Ainhoa
Han pasado ya casi 4 meses desde que Daniel se fue a vivir a Madrid y dentro de dos días es Navidad. Estoy esperando a Valeria y David en la puerta principal del instituto, como todos los días en los que mi clase termina antes que las suyas. Tengo los cascos puestos y saludo a todas las personas que conozco y que salen del edificio.Estoy totalmente orgullosa de decir que entre mis dos mejores amigos, últimamente han conseguido revivir a la antigüa Ainhoa. A la verdadera, la de toda la vida. O casi. Pero por lo menos consiguen distraerme las 24 horas del día y me paso el día sonriendo. Aunque siempre cae algún que otro recuerdo de él.
-Despierta, retrasada.- me saluda Val, chasqueando los dedos delante de mi cara al ver que estoy ida.
Sonrío al instante para no preocuparles, al igual que hago siempre y David me da un beso en la mejilla como saludo.
Cuando llego a casa la sorpresa que me tiene preparada mi madre no es que me alegre mucho el día.
-Ainho, tengo una muy buena noticia.- me informa mi madre dándome un beso muy largo en la mejilla.- ¿Te acuerdas de Jesús y Daniel Oviedo?
Siento como un escalofrío recorre mi cuerpo y río irónicamente por dentro. Claro, mi madre nunca supo lo que llegamos a ser Dani y yo. Intento sonreír y asiento, intentando ser amable.
-Pues vendrán a pasar las Navidades aquí, y tendremos una cena familiar en Noche Vieja, ¿a que es genial?- me cuenta sonriente y pareciendo realmente ilusionada.
Pero al segundo me quedo totalmente de piedra y ni siquiera puedo reprimir la mueca de disgusto que me sale. Tiene que ser una broma.
-¿Pero... esto... esto desde cuándo estaba planeado?- pregunto intentando organizarme, muy desubicada y confusa.
-Desde hace unos meses o tal vez... ¡Ay, yo que sé Ainho! Desde hace un tiempo que hablé con su madre y le pareció genial cenar con nosotros.
Suspiro aguántadome las ganas de llorar y enseguida subo a mi cuarto con intenciones de quedarme allí tumbada hasta la hora de la cena. Me tiro de plancha en mi cama y meto la cabeza debajo de mi almohada. Pero no lloro, ni tampoco hay tristeza en esos momentos. Tal vez en el fondo me alegre de volver a verle.
[...]
Abro la puerta principal con un bostezo y Valeria se ríe entrando y cerrando su paraguas. Acaba de despertarme de mi siesta diaria como muchas veces hace y parece que ha empezado a llover hace un rato.
Unos minutos más tarde las dos nos encontramos sacando toda mi ropa del armario para organizarla, tal y como habíamos quedado.
-Ainhoa.- me llama pensativa y me acerco a la radio para bajar el volumen y poder escucharla bien.
Le doy paso a hablar con un gesto de la cabeza y ella sigue sacando prendas como quien no quiere la cosa.
-Nada, yo... estaba pensando.- suelta mirándome al final fijamente.- Tú... es decir... ¿te acuerdas mucho de...?
Asiento enseguida porque sé lo que quiere preguntarme y a quien se refiere. Me pienso la respuesta seriamente porque por mucho que crea que lo tengo asumido hablar del tema me duele muchísimo todavía.
-La verdad es que sí.- respondo con toda la sinceridad del mundo.- Y soy idiota. Ya sé que soy imbécil por seguir pensando en él pero no puedo evitarlo, Valeria.