Prólogo

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En Privet Drive número cuatro. El reloj marcaba las tres de la madrugada, dos pequeños azabaches yacían dormidos en su "cama" que a pesar de ser pequeña, gracias a la estatura y complexión de ambos, lograban estar cómodos.

Su habitación, una alacena debajo de la escalera. Era estrecha, algo polvorienta y quizás también escondía por sus rincones bichos rastreros no letales, como arañas o chinches.

A sus cortos seis años Harry y Catherine podían ser inmensamente felices con los pequeños placeres de la vida, se tenían el uno al otro y eso era suficiente, sin importar los sin sabores que sus tíos o primo se dedicaban a darles a diario.

Ese mismo día el joven Harry fue castigado, por un extraño suceso, ninguno entendían que había pasado.

Catherine y Harry pasaban un tiempo a solas en el jardín trasero de la casa. El día era cálido, sin nubes grises, las flores brillaban en su mayor esplendor todo era perfecto.

Charlaban y reían a murmullos. Temían que su voz molestara a sus tíos, ninguno quería arruinar su día perfecto.

Para su mala suerte, todo se arruino con la llegada del mañoso de Dudley, su primo. Él muy bárbaro disfrutaba mirando el sufrimiento ajeno, en especial el de sus primos, más específicamente el de la tierna Catherine.

A pesar de saber defenderse y hacerlo muy bien al principio, Su sensibilidad salió a flote, cuando Dudley tiró de su cabello. Inevitable la hizo llorar.

Fue el colmo para Harry él sobre protector. Se puso furioso. Con su hermanita nadie se metía.

Estaba enojado y mientras más se acercaba a Dudley, más densa se ponía la misteriosa ventisca que empezó de la nada y rodeaba a su primo como un cazador a su presa. Su cuerpo rodeado por las fuertes ondas de viento solo comparables con un tifón en tamaño compacto.

Antes de que Dudley pudiese escapar a refugiarse dentro de casa, el anormal ventaval lo acorrala sin dejarle salida. Lo levanta como si fuese cosa fácil.

El "pequeño bebe" malcriado lloraba y gritaba escandalosamente por los aires, su mundo estaba de cabeza. Literalmente. Pataleando y braceando desesperadamente, intentando inútilmente regresar a tierra firme.

Mientras tanto Harry con el ceño fruncido mantenía los ojos entornados mirando fijamente a su aterrado primo volador.

Catherine estaba asustada. Sin pensarlo con la mirada empañada en lágrimas, busco consuelo en su hermano y lo abrazo por la espalda. Harry la observo fugazmente. Aún estaba molesto, pero al notar los ojos llorosos e hinchados de Catherine, la calma volvió a el y para demostrarlo esbozo una pequeña sonrisa conciliadora que relajo a la pequeña.

Por arte de "magia" su primo cayó desde los aires con un ruido sordo acompañándolo. Se levanto aterrado con lágrimas en los ojos, gritando a todo pulmón un "Mamá" tan estruendoso, que seguro se escucho en todo el vecindario.

Tía petunia hizo su aparición en un santiamén. Salió corriendo atareada al jardín vistiendo un vestido color moco seco. Dedico a su "pequeño" una mirada escrupulosa y preocupada.

Desde lejos lanzaba mirada furtivas a sus sobrinos. Lo que era algo gracioso porque estaba agitada y sudando por la carrera que se había echado desde la casa del vecino de en frente, ambos hubiesen reído de no ser por lo confundidos y asustados que estaban. No podían explicarse como Dudley había volado, ¡¿Acaso los cerditos vuelan?!

Tía petunia entrando finalmente en razón, los fulminó a ambos con la mirada por última vez, aunque esta vez no apartó la mirada la sostuvo con semblante ambiguo. Seguramente las ideas revueltas por el susto se habían calmado y en su cabeza imaginaba una forma de castigarlos. Sabían lo que se avecinaba y no podía ser algo bueno.

Los Potter: El PrincipioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora