El amarillo resplandeciente se quería elevar por el horizonte, pero todavía no era su hora de hacerlo. La luna seguiría alumbrando la ciudad y sus campos hasta que llegara la hora de irse, pero todavía no aparecía el amanecer junto con todo su brillo y su esplendor.
Aun así, los cadetes tendrían que despertarse y prepararse, ya que en el glorioso momento en el que el gran dorado se posara en el horizonte, allá lejos, ellos tendrían que estar dispuestos a hacer un esfuerzo por su reino.
Formaban parte de lo más importante en el Escuadrón de Litio, deberían entrenar para intentar igualar a sus superiores, sin importar que tan duro o difícil les resultase. Ellos eran de alma fuerte y decidida, apasionados para sus labores. Nadie quería irse y estaban muy seguros de que nadie lo haría. Aunque... podrían estar equivocados...
Los hermosos ojos de Jade sentían que la hora de despertar llegaba, por eso se movían ligeramente, temiendo que el momento llegara de una vez. Y de pronto se abrieron, dejando ver la sorpresa que sentía al ver a Sinka arriba suyo. Despertándolo por completo en ese instante.
-¡¿Qué haces?! – Exclamó asustado, levantándose de su cama, obligando a Sinka a caer al suelo.
Sinka se levantó molesto por la reacción de Jade, al echarlo tan estrepitosamente. Se acercó a este y le reprochó.
-¿Es esto lo que merezco por ayudarte a levantarte? Qué desagradecido. – Sin darle importancia a lo que había dicho Sinka, Jade se frotó los ojos para poder contemplar mejor la escena. No había nadie más que ellos dos y, al ver a Sinka, se dio cuenta de que este ya estaba vestido para el entrenamiento. Con una prenda blanca de manga corta y pantalones comunes, que completaba con un calzado negro.
Entonces cayó en cuenta de que era tarde, que nadie lo había despertado más que Sinka y que tenía que apresurarse.
El gran amarillo estaba mostrando su resplandor e iba iluminando parte de la ciudad. Cuando este llegara a cubrir todo y la luna se fuera empezaría el verdadero entrenamiento. Con todos. Si alguno faltara se vería bajo los castigos de su superior a cargo.
Por eso es que Jade salió corriendo para cambiarse a una velocidad desesperada, mientras Sinka reía por lo bajo.
Jade no entendía por qué es que Sinka se había quedado con él. El superior que les tocara los castigaría a los dos si no llegaban a tiempo. Y Sinka parecía concentrarse más en burlarse de Jade que cualquier cosa. Por esa razón Jade llegó a pensar que su compañero le estaba jugando una broma, pero luego veía el amanecer casi llegando y se daba cuenta de que no. Le gustaría que fuera así, pero no era una broma.
Una vez que terminó de prepararse, se apresuró a salir de ese lugar y ambos corrieron hasta el campo, ya iluminado, donde serían entrenados todos los días. La sola idea de esto le daba pereza a Jade, pero de todas maneras tendría que hacerlo. No le quedaba otra.
Se dieron cuenta de que llegaron tarde cuando vieron un hombre de actitud seria mirándolos con furia y desprecio. A Jade le llegaron esos sentimientos justo en su pecho, haciéndole sentir como un niño regañado por su madre, mientras que Sinka se sentía un adolescente regañado por un viejo, no le importaba lo que podría hacer.
-¿Nombres? – Ni un saludo, ni un comentario sarcástico. Nada. Era un hombre bastante directo, al parecer.
Jade estaba nervioso por haber hecho algo "malo". Se sentía avergonzado por tener las miradas de todos los cadetes encima, por lo que Sinka respondió:
-Cadetes Sinka Vorchesky y Jade Mudrick, señor. – Jade en ese momento vio a los ojos al superior y se dio cuenta de que era el mismo de la última vez.
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Osadía
PertualanganLa historia se sitúa en una época antigua en la que el mundo estaba dividido en cuatro reinos: Zemlya, Ilirika, Nyuklia y Syla. Los cuatro reinos vivían en paz, compartiendo recursos y estrategias para persuadir a los subreinos de nunca revelarse...