Mientras descendían a la planta baja, escucharon risas por el hueco de la escalera. Siguieron el corredor hacia la parte trasera de la casa y se encontraron en una espaciosa sala de estar, profusamente amueblada con sofás y sillones. Las paredes estaban cubiertas de estanterías que iban hasta el techo y sobre la chimenea había una enorme televisión de plasma de cincuenta pulgadas en la que se veían imágenes de un videojuego donde se mezclaba un apocalipsis zombi con una invasión alienígena.
Dos chicos estaban sentados en sofás uno frente al otro, con los mandos en las manos y los ojos fijos en la pantalla. Uno parecía el típico delgaducho desgarbado que se gastaba el dinero de sus padres esquiando la mayoría de fines de semana: camisa térmica ajustada, pantalones anchos y una melena larga y descuidada que no dejaba de quitarse de delante de los ojos con un violento movimiento de la cabeza. El otro era un samoano grandote. Enorme. Grande al estilo de los defensas de la National Football League.Cuando las chicas entraron en la habitación, el delgaducho las vio con el rabillo del ojo. Puso cara de sorpresa y detuvo la partida.
- Señoritas-dijo-. Bienvenidas al Paraíso.
Si el Paraíso era dos tipos jugando a una consola en mitad de la nada, Meg no sentía la menor tentación de entrar en él.
Minnie se llevó una mano a la cintura.
-¿ El Paraíso incluye un barril de cerveza?
-Botellas-contestó el delgaducho, y se puso en pie. Introdujo la mano por debajo de su camiseta y se rascó la ada con barriga mientras sus ojos examinaban primero a Minnie y luego a Meg-. ¿Os traigo una?
- Ella no bebe-dijo Minnie.
-Muy mal replicó el chico, sin apartar la mirada de Meg. Luego en su cara apareció una sonrisa maliciosa-: ¿Y habla?
Meg entrecerró los ojos. Detestaba ser el centro de atención de cualquier extraño, además no le gustaba el modo en el que aquel chico la miraba.
-Solo cuando necesito hacerlo.
-Uuuuh-contestó el delgaducho, moviendo los dedos de una mano en un gesto de avaricia-. Una morenita indomable. A Papi le gusta.
Puaj.
El defensa de fútbol le soltó un puntapié al sofá en el que había estado sentado su amigo.
-Termina la partida de una vez, colega.-vale, vale-dijo el otro, que volvió a sentarse. Le dirigió una sonrisa a Meg y añadió-: Seguiremos mas tarde.
Minnie agarró a Meg de la mano.
-Vamos.
La guio a través de la estancia en forma «L» hasta la gigantesca cocina de acero inoxidable que ocupaba el ala norte de la casa, donde estaba reunido el resto de invitados.
Gunner y la Señorita Pelo Magenta bailaban una canción de ritmos eléctricos que retumbaba desde unos altavoces conectados a un iPod sobre la encimera. Sus cuerpos estaban pegados el uno al otro y la Señorita Pelo Magenta tenía una mano alrededor del cuello de Gunner mientras con la otra sujetaba una botella de cerveza Stella. Ben estaba apoyado contra la pared del fondo, también con una cerveza en la mano, y se reía con una chica asiática de rostro anguloso cuyas piernas resultaban demasiado largas para su cuerpo. Una chica morena que parecía recién salida de la novela "Las mujeres perfectas", de Ira Levin, con una melenita corta cuidadosamente peinada y una chaqueta muy recatada abotonada hasta el cuello examinaba de puntillas el contenido de los armarios.
T.J. estaba sentado en un taburete en la isla que ocupaba la parte central de la cocina. En cuanto las vio entrar, se puso en pie de un salto.
- ¡Hola!
Cinco cabezas giraron hacia ellas, con la excepción de Gunner, que fijó la mirada en un punto concreto de la nevera.-¿Ya estáis instaladas? -preguntó Ben. Fue hacia el iPod y bajó el volumen. Meg se dio cuenta de que sus ojos nunca se posa en ella, sino que buscaban directamente a Minnie.
-Sí-respondió Minnie, devolviéndole la sonrisa- La habitación es espectacular.
Meg disimuló una mueca y sintió que T.J. le daba un codazo.
-¿Quieres beber algo?
-No-dijo-. Estoy...
- A mí me encantaría tomar algo-intervino Minnie, y genta se fue directa a la nevera. La abrió con tanta fuerza que todos los botes que había en los estantes de la puerta entrechocaron unos con otros. Dirigió una rápida mirada en con una al interior y arrugó la nariz-. ¿Dónde está la cerveza?
Ya estamos, pensó Meg.
-Minnie, ¿por qué no esperas hasta que comamos algo?
-No, gracias, mamá-respondió su amiga con una sonrisa malvada-. Podré soportarlo.
-Te traigo una- dijo Ben, y salió a toda prisa de la cocina por una puerta que conectaba con un patio cerrado. Meg oyó el sonido de la puerta de una nevera y a continuación Ben reapareció. Estuvo a punto de tropezar consigo mismo al tenderle la lata de cerveza a Minnie.
Mientras se la abría, Minnie bajó los ojos y parpadeó con sus pestañas cubiertas de rímel en una demostración de falso recato que habría enorgullecido a una jovencita sureña el día de su puesta de largo. Luego alcanzó la lata de la mano de Ben y se la bebió de trago un tal y como haría un miembro de una fraternidad universitaria. Qué estilo.
La Señorita Melena Bien Peinada abrió la nevera y arreglo el desorden que Minnie había provocado un instante antes, después se inclinó hacia delante y abrió un cajón.
-¿Alguien ha visto pepinos?
La Señorita Pelo Magenta soltó un bufido.
-¿Para qué quieres pepinos? Tenemos una casa llena de tíos.
Minnie y Ben estallaron en carcajadas, pero la Señorita Bien Peinada continuó con su búsqueda por los distintos compartimentos de la nevera.
-Son para la ensalada-repuso, dejando claro que no había pillado la broma.
-Por supuesto que sí-dijo Minnie. Extendió el brazo y le hundió un dedo en el estómago a Ben.
Pelo Magenta se inclinó hacia Gunner para susurrarle lo suficientemente alto como para que todos pudieran oírla:
-Entonces, ¿esta es tu ex?
Minnie se quedó a mitad de camino en el trago que había dado a la cerveza
-Hola, estoy aquí.
Meg dio un respingo. Minnie ni siquiera se había tomado una cerveza entera y ya estaba dispuesta a enzarzarse en una pelea.
-Ehh... -Gunner pareció perplejo, como si la simple pregunta de si Minnie era o no su exnovia lo hubiera confundido totalmente-. Ehh, sí. Pero ya forma parte del pasado, totalmente.
-Totalmente-confirmó Minnie. Levantó la mano y recorrió con sus dedos el largo brazo de Ben como si pretendiera enfatizar con ese gesto lo que acababa de decir-. Es todo tuyo, si es eso lo que quieres saber.
La Señorita Pelo Magenta su puso rígida.
-¿Qué coñ...?
- Yo dijo Meg- dijo Meg, y se lanzó hacia delante para interceptar a la Señorita Pelo Magenta antes de que pudiera cruzar la cocina y darle una paliza a Minnie-. Minnie y yo vamos al instituto Kamiak con Gunner. Eh
...-Le dirigió una mirada a Gunner, que se estaba poniendo completamente rojo-. Aunque quizá eso ya lo sabías.
La Señorita Pelo Magenta contempló la mano de Meg durante unos segundos y luego le ofreció la suya con cierta indecisión: -
Kumiko. Yo voy al Roosevelt, en Seattle.-Señaló a la Señorita Bien Peinada y añadió-: Ella es Viv.
La aludida cerró un armario con un golpe seco.
- Vivian- dijo, con tono cortante.
-Vale-asintió Kumiko con una sonrisa burlona.- perdona.
Vivian la ignoró.
-Estoy en el penúltimo curso en el Mariner.
-¿En el Mariner? -repitió Minnie-. Ahí es donde encontraron el cadáver de ese chico en los vestuarios.
Vivian hizo una mueca.
-Sí.
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Diez
Mystery / ThrillerDiez adolescentes, tres días, un asesino. Meg y Minnie reciben una misteriosa invitación a una fiesta en una exclusiva isla y no dudan en mentir a sus padres para poder ir. Pero cuando llegan a la mansión de los Cliff y conocen a los otros ocho invi...