Capítulo 4

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Capítulo 4

Día 1

Kevin ni siquiera se quejó por haber despertado tan temprano, se limitó a seguir a una Mariana demasiado alegre. La niña casi daba saltitos por los pasillos que los guiaban hasta la cocina.

- Tienes que mantenerte fuerte, no grites, no hables, no pidas que se detenga, solo mantente en blanco, sin hacer nada. - le repetía Mariana una y otra vez. Estaban en la mitad del pasillo de las "habitaciones de práctica", así las había llamado ella. - No...

- ¿Qué me hará? - preguntó Kevin intentando ocultar el miedo en su tono de voz.

- Hoy será algo simple, limítate a ser una estatua, no te muevas. Solo mira un punto fijo y no apartes tu mirada de eso, no cambies tu expresión.

-No entiendo... ¿qué se supone que me hará?

- ¡Mariana, a la habitación 3! Quédate en la jaula hasta que yo te ordene salir. Muchacho, a la habitación 1.

Ella miró una última vez a Kevin, le dedicó una sonrisa y vocalizó la palabra "suerte". Ella desapareció por la puerta que tenía un 3 en lo alto. Kevin se quedó estático. Unos cuantos segundos después, el hombre lo sujetó de la camiseta y lo jaló hasta la habitación más lejana. Una vez en la puerta, lo empujó para que entrara.

Aquella habitación sólo contaba con una mesa, una silla y una lámpara. El hombre obligó a Kevin a sentarse, acomodó la lámpara para que solo lo apuntara a él. Apenas sintió la intensidad de la luz en sus ojos tuvo que entrecerrarlos.

El hombre se puso de pie detrás de aquella lámpara así que Kevin solo podía escuchar su respiración e imaginarlo allí.

- Dime tu nombre. - exigió el hombre con una voz gruesa y sin emoción.

¿Por qué ahora querría saber su nombre? ¿Mariana no se lo había dicho antes? La voz de la niña resonó en su cabeza "No hables".

- ¡Dije que me dijeras tu nombre! - Dio un golpe a la mesa con el puño provocando una extraña vibración. - Si no hablas en este instante no tendrás ni una sola comida por el resto de tu vida.

Kevin se mordió la lengua con fuerza para aguantar su impulso de responder. Le preocupaba esa amenaza, él necesitaba esas comidas ¿cómo iba a sobrevivir si no comía? Pero Mariana le había dicho que no respondiera a nada y ella había sobrevivido siguiendo esas "reglas".

Respiró profundamente y volvió a fijar su vista en algún punto visible de la mesa. Los latidos de su corazón se aceleraban cada vez que aquel hombre golpeaba la mesa o lanzaba un nuevo tipo de amenaza.

Perdió la cuenta de la cantidad de veces que el hombre salió de la habitación pero siempre volvía. Solo se acercó al muchacho un par de veces para hablarle cerca de sus oídos y hacer más siniestras las amenazas. Las amenazas iban desde encerrarlo allí para toda su vida hasta arrancarle las uñas una por una.

Kevin no estuvo seguro de cuánto tiempo transcurrió pero sí sabía que aquella posición le provocaba mucho dolor en todos sus músculos. Se sentía entumecido, le dolía el cuello, la mandíbula por lo mucho que apretaba los dientes.

- Buen trabajo. - le dijo Mariana y, a continuación, la luz de la lámpara desapareció. Al principio le pareció que la habitación quedó a oscuras pero, después de parpadear varias veces, notó que la luz de la lámpara fue remplazada por la luz que provenía del foco en el techo. - Es hora de cenar.

¿Cenar? Lo último que recordaba fue haber desayunado. Y, como si esa hubiera sido una señal para su estómago, este empezó a gruñir. Estaba hambriento y deseaba tanto esa asquerosa sopa que comió el día anterior...

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