Capítulo 5

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Capítulo 5

Día 16

Kevin y Mariana no hablaron desde que el señor D. hizo la elección de quién necesitaría primero. Mariana estaba acostumbrada a permanecer en silencio. Durante 10 años habló lo necesario, no más de 8 oraciones por día, así que podía aguantar estar sin decir una sola palabra. Kevin, en cambio, siempre tenía su séquito detrás de él a quienes daba órdenes, siempre se mantenía hablando para demostrar lo mucho que sabía y así intimidar a todos.

Él no tenía ganas de hablar con Mar pero le desesperaba el silencio en la habitación, y le desesperaba el hecho de que ella ni siquiera lo mirara.

"¿Por qué aquella niña está celosa de mí?" pensó para sí. "No es mi culpa estar aquí, para empezar ni siquiera quería quedarme."

Pero cada día le resultaba más atrayente la idea de quedarse. Fuera de lo desesperante que era permanecer el silencio, le gustaba el lugar. Era tranquilo, tenía buena comida, podía llegar a comer la cantidad que quisiera, el señor D. le preguntaba si tenía algún malestar, se notaba que se preocupaba por él. En su casa no tenía aquello, con tantos hermanos era imposible no sentirse un estorbo y siempre se lo recordaban. Allí, en la vieja casa del bosque, podía ser el que lo dominara todo, podía ser el favorito del señor D.

El tipo no podía ser tan malo, se decía todo el tiempo. No es mala una persona que te da comida, que te da una cama propia, ropa y además te enseña a ser más fuerte. No, el tipo no era malo.

Además, quedarse allí era su mejor opción, no, su mejor opción no, su única opción. Aquella vida era mucho más atrayente que la que tenía antes.

El único problema era la niña. Ella le recordaba a su familia y a cómo solía sentirse, como el número 2, siempre el número 2. Sus hermanos mayores solían golpearlo por cualquier cosa y le hacían a un lado para todo porque "no era lo suficientemente bueno".

"No soy el número 2" pensó mientras observaba a Mariana dormir. Como en todo lo que ella hacía parecía tranquila, su respiración era regular. Ella dormía como si estuviera muerta, mirando al techo, con todo el cuerpo recto y sin hacer siquiera un solo movimiento, cualquiera habría pensado que ella estaba muerta si no observaba cómo su pecho se elevaban levemente cada vez que inspiraba un poco de aire. Aparentaba una tranquilidad que él sabía que jamás podría llegar a sentir, parecía que Mariana no tenía ninguna otra preocupación, que nada pudiera perturbarla. "No soy el número 2"

Sin pensarlo más levantó la almohada tan alto como le permitieron sus brazos y luego la dejó caer con mucha fuerza sobre el rostro de Mariana, una milésima de segundo después estaba apretando con todas sus fuerzas. Ella ya estaba despierta, intentando zafarse de la almohada, intentando clavar sus uñas en los brazos de Kevin. A él le dolían mucho los arañazos que Mariana le daba, incluso llegó a clavarle sus uñas en las mejillas del niño. Él gritó de dolor al sentir que Mariana le apretaba uno de sus ojos con fuerza y fue suficiente ese descuido en la fuerza de sus brazos para que ella empujara sus brazos a un lado y le pateara a la altura del estómago para alejarlo.

Esa defensa lo tomó desprevenido y se cayó hacia atrás golpeándose la espalda con una de las camas. El golpe lo paralizó por un momento. Marian ya había saltado sobre él para golpearlo. Ella daba buenos puñetazos y conocía las zonas en las que los golpes harían más daño. Le golpeó en la quijada, en las costillas y habría seguido sin detenerse de no ser porque la puerta de la habitación se abrió.

En cuanto ella escuchó la puerta abrirse se alejó del cuerpo maltrecho de Kevin y se puso firme como si se tratara de un soldado. Su respiración era agitada pero apenas se podía escuchar otra cosa que no fueran los pasos del señor D acercándose a ellos.

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