Capítulo 0.

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Odiaba la situación a la que le habían arrastrado. Se suponía que era otro día normal dónde solo se despertaría e iría al bosque a correr, con la diferencia de que lo haría con su hermano por fin, luego de que él estuviera semanas sin separarse de su pareja. Todo iba a ser normal, todo iba a ser como siempre. Pero no.

Desde que abrió los ojos sintió que algo era diferente, lo olio en el aire y su entrecejo en seguida se frunció por ello. Como alfa, y algún día jefe de la manada, estaba en su temperamento ser así, a pesar de que aún era un crío.

Su madre no le dijo nada, no podía decirle nada. Salvo que tenía que hablar con su padre antes de salir de casa. Eso ya le sirvió para confirmar sus sospechas. No sabía dónde estaba el hombre, pero sí que hacia poco había estado en ese lugar. Si se había marchado antes de que él llegara a conciencia o por pura coincidencia, era un misterio para él.

No tuvo que esperar mucho, de todas maneras. Una hora después su padre llegaba en compañía de su hermano mayor, pero la cara que el otro traía le decía que era algo que no le iba a gustar.

Y estuvo en lo cierto. Tan pronto como se lo dijeron y lo tuvo bien metido en la mente, corrió hacia la puerta de atrás, salió de su casa y sin siquiera desnudarse, cambió de forma. Un gran lobo gris comenzó a correr por el bosque, rugiendo su molestia bajo las copas de los arboles.

Quería destrozar cosas, quería soltar su furia contra los troncos, derribar algunos e incluso romperse las garras contra ellos. No quería, pero por dentro sabía que no había vuelta atrás. Era algo necesario para la manada. Debía emparejarse.

Su pequeño cuerpo temblaba entre los brazos de su madre. Lloraba contra el cuello de ella mientras la mujer le decía cuánto lo amaba y su padre, con las manos en sus hombros, le decía que lamentaba mucho que tuvieran que llegar a una situación como esa. Su cabello, siempre peinado y perfecto, parecía un remolino por lo mucho que se había restregado como un cachorro buscando el consuelo de su madre.

Sus hermanos mayores solo presenciaban la escena abrazando a su hermana menor que lloraba al igual que él pero por una causa distinta.

Al menos, pensó él, la pequeña no tenía la edad suficiente para emparejarse, y él, como el omega cercano a la edad del celo, era el objeto perfecto para sellar el tratado.

Lo sabía, lo aceptaba por su naturaleza dócil, y porque sabía que su padre lo amaba y no lo heriría jamás queriendo. Pero dolía y le asustaba. Dolía porque tendría que irse de su casa, dejar su familia y su manada. Le asustaba porque tendría que irse a otra manada que no conocía, con un alfa que no conocía y emparejarse a alguien a quien tampoco conocía.

Él, quien siempre creyó en los cuentos de amor que le contaba su madre. En las historias que las omegas le decían de cómo sus parejas las habían cortejado. Él no tendría nada de eso. Sería parte de un tratado para tener la paz entre las dos manadas.

Todo porque dos alfas se habían peleado en el límite de ambos territorios, causando una pelea más grande aún. Tenía seguro que tan pronto él abandonara el territorio y ya no perteneciera a él, su padre se aseguraría de cargar toda su frustración contra el que había causado todo aquel lío en primer lugar.

Pero ahora no. Ahora debía prepararse. Esa misma noche se haría el tratado.

Fated to you 「EunHae」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora